Julio Guzmán y el Partido Morado habían pedido un deslinde a Acción Popular. (Foto: Archivo El Comercio)
Julio Guzmán y el Partido Morado habían pedido un deslinde a Acción Popular. (Foto: Archivo El Comercio)

Las elecciones subnacionales de octubre del año pasado parecen marcar algunas pautas de cambio que merecen ser evaluadas en su consistencia. En términos generales, podría decirse que en el ámbito subnacional los movimientos regionales siguen predominando por sobre los partidos nacionales, pero en una menor medida que en las elecciones anteriores.

En el 2018, los partidos presentaron más candidatos en el ámbito regional, menos en el municipal, pero obtuvieron más votos, tanto en el ámbito regional como en el municipal. Al mismo tiempo, los partidos lograron que fueran electos más gobernadores regionales que antes, pero menos alcaldes. Dentro de los partidos nacionales cabe destacar el buen desempeño (comparativamente hablando) de y de , y el desplome tanto del Apra como de Fuerza Popular.

¿Por qué este resultado? En estas elecciones no participaron las organizaciones políticas locales y se impidió la reelección de autoridades subnacionales. En el nuevo contexto, los políticos que se desempeñaban en ámbitos distritales y provinciales parecieron optar preferentemente por postular bajo las banderas de los movimientos regionales, pero también de los partidos nacionales.

Vista la política desde lo local, más atractivo parece el logo regional que el partidario; con todo, existe una gran variedad de partidos dispuestos a prestar su inscripción para elecciones subnacionales, lo que ayudaría a entender que hayan sacado más votos a pesar de haber obtenido menos cargos.

En el mismo sentido, al analizar el nivel regional tenemos que la imposibilidad de reelección abrió un poco más la competencia política y en ese marco la gran disponibilidad de ‘partidos franquicia’ hizo que muchos políticos regionales optaran por participar bajo esas banderas.

Así, si miramos el porcentaje de votos obtenidos por los partidos principales en las últimas elecciones regionales no encontraremos grandes cambios (más allá de los señalados en el párrafo anterior), pero sí al mirar la votación obtenida por partidos nacionales pequeños, agrupados en el rubro “otros”: pasó de 3% a 4% entre el 2010 y el 2014, pero saltó a 12,9% en el 2018.

Para ponerlo en una frase, podría decirse que tuvimos algo menos de movimientos regionales y algo más de partidos nacionales, pero funcionando todos básicamente como franquicias. Es muy probable que para adelante Alianza para el Progreso y Acción Popular sigan en camino ascendente, pero la fragilidad de los movimientos y partidos franquicia hará que los políticos sigan saltando de grupo en grupo para continuar con sus carreras, si es que no pone un remedio a esta situación, por supuesto.

Pensando en la gestión pública, los pequeños cambios en la superficie política no se traducen en cambios sustantivos; es más, esos cambios pueden haber empeorado la situación en las regiones y municipios.

La prohibición de la reelección ha condenado a todas las unidades subnacionales a un cambio administrativo que complica aún más la gestión de autoridades que llegan al poder sin equipos propiamente dichos. Las nuevas autoridades llegaron el 1 de enero y rápidamente muchas de ellas, algunas en ámbitos muy precarios, tuvieron que enfrentar graves emergencias, como las asociadas a la temporada de lluvias.

A errores y problemas del pasado se suma la inexperiencia de muchos de los recién llegados. La solución, junto al impulso de una reforma política, es hacer avanzar la reforma del Estado y del servicio civil a las regiones y municipios. Sin ellas, año a año seguiremos quejándonos de lo poco que se avanza en materia de prevención de desastres.