El jefe del Estado también habló se asuntos sectoriales y del referéndum del último domingo. (Foto: Presidencia)
El jefe del Estado también habló se asuntos sectoriales y del referéndum del último domingo. (Foto: Presidencia)
Jaime de Althaus

El presidente ha obtenido un resonante triunfo en el , pero la pregunta ahora es si va a usar ese capital político para consolidarse como el gran reformador del Perú. Su discurso a la nación del día miércoles responde a esa pregunta. Y la respuesta es sí y no.

Sí en lo institucional. Ha decidido asumir el liderazgo de la reforma del sistema judicial. Sin esperar a que el Congreso apruebe la ley que crea el Consejo de la Reforma del Sistema Judicial, presidido por él, ha convocado una reunión a los presidentes del Congreso, del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional “a fin de avanzar rápidamente en la implementación de las reformas”. Eso está muy bien.

También anunció “la conformación de una comisión de alto nivel de reforma política, a fin de presentar propuestas integrales al Congreso”. Incluso explicó que el No a la bicameralidad se debió a la trampa que se quiso introducir más que a la bicameralidad como tal, de modo que queda implícito que la mencionada comisión podrá plantearla al Congreso para que se apruebe en dos legislaturas ordinarias, aunque políticamente será muy difícil luego del No.

Pero la gran decepción fue la gruesa marcha atrás en la necesidad de una reforma laboral para crecer, incluir y salir de otra trampa –mucho más seria–, la de los ingresos medios, en la que estamos cayendo. Luego de que en CADE planteara dicha reforma, al punto de provocar la renuncia del ministro de Trabajo, lo que despejaba el terreno para avanzar, inexplicablemente cortó toda posibilidad de avance incluso para “quienes se incorporen al mercado laboral”.

La consecuencia será que se incorporarán sin derechos, pero se diría que no es consciente de eso cuando agrega: “Porque el crecimiento debe ser en beneficio de todos, y no de unos pocos”. ¡Pero si eso es lo que produce la legislación laboral actual: el beneficio (magro por lo demás) de unos pocos y la exclusión de las mayorías! El presidente debería usar su capital político para explicar esa realidad injusta y estéril, en lugar de atemorizarse ante los que ni siquiera se atreven a asumir su verdadero interés porque ya se acostumbraron a su parcela de poder sin que la depredación de las posibilidades del país y de su propio crecimiento les remuerda la conciencia.

Porque un mercado laboral dinámico, abierto y libre permitiría mucha más inversión que demandaría muchos más trabajadores (con derechos), lo que subiría entonces los salarios. La CGTP tendría una base sindical mucho más amplia y los trabajadores ganarían mucho más. ¿Cómo se pueden oponer?

El presidente sabe que esto es así. Si lo sabe, y si quiere que esto se resuelva por consenso en el CNT, ¿por qué no lo explica allí? La próxima semana convocará a los partidos políticos a una ronda de diálogo. Sería bueno que allí sincere de una vez este asunto. Voceros de PPK y FP han declarado que apoyarían una reforma laboral. También debería presidir el Consejo Nacional de Competitividad, para entender mejor el problema.

Tenemos que crecer cuando menos 6% al año. Sin reforma no lo lograremos, y la pobreza seguirá aumentando.