El fantástico poder de estar molesto, por Luciana Olivares. (Ilustración: Gustavo Gamboa)
El fantástico poder de estar molesto, por Luciana Olivares. (Ilustración: Gustavo Gamboa)
Luciana Olivares

Nunca subestimes la enseñanza profunda que puede dejarte una película de los Avengers, sobre todo si accediste a verla a regañadientes y chantajeada por la canchita. En una escena épica, el Capitán América le pide a Bruce Banner que se moleste para que así pueda transformarse en el Increíble Hulk y vencer al enemigo. A lo que el último responde: “Ese es mi secreto, capitán, yo siempre estoy molesto”. La brillante respuesta me hizo reflexionar sobre dos cosas. Primero sobre cómo la ira puede ser una extraordinaria fuente de fortaleza para luchar por lo que creemos y contra lo que nos molesta; y, tan importante como esto, sobre cuán relevante es aprender a controlarla y, por supuesto, capitalizarla.

Pero comencemos admitiéndolo: la ira es el menos popular de los sentimientos. Ha sido cuestionada, vetada, marginada y subestimada por años. A nadie le gusta admitir que está molesto. Y para muestra un botón, o en estos tiempos digitales, un emoji: es el sentimiento que menos de estos tiene en WhatsApp (créanme que los he contado). Nos resulta incómodo mostrar el ceño fruncido, así tengamos razón, porque nos preocupa quedar como la loca del grupo, el energúmeno o el malgeniado que no sabe controlar su inteligencia emocional. Pero acuérdate de que nadie cambió algo importante bajo el título de ‘Miss Simpatía’ o el ‘flaco buena gente’.

La ira puede ser buena –por favor, no me creas loca, porque me molestaría un montón :)–. ¿Cuántas veces te ha pasado que después de molestarte mucho por algo lo cambiaste o trabajaste para mejorarlo? La ira es una manera de romper barreras mentales y emocionales que nos ponemos para no hacer las cosas distintas. Estar molestos, pues, nos hace preocuparnos, y claro que tenemos que estar muy preocupados por muchos temas de nuestras vidas y de la sociedad.

Pero, cuidado, la ira mal manejada puede ser tan mala y nociva como el enemigo que querías enfrentar, porque te quita conciencia, propósito y argumentos. Te vuelve un fanático que no escucha nada ni a nadie. Estar molesto no puede ser una postura, como la del Grinch, por ejemplo, maldiciendo en cada plaza o esquina, porque no debe ser un fin, sino un medio para sacudir las cosas. Por eso me gusta más pensar en Hulk y como su bestia interior está lista para salir a luchar. El amigo Bruce sabe controlar a su animal.

Salvando las distancias, yo también he movido cosas muy pesadas en mi vida personal y profesional usando mi animal interior; es decir, la ira que yacía en mí, como herramienta para construir y no destruir, descubriendo aquello que me enciende.

Y allí cohabitan dos palabras claves a considerar: identificar y reconvertir. Identificar porque tienes que saber qué es lo que te indigna, te revuelve, te avergüenza, te duele, te ‘achora’. Advertir que esa sensación es tu señal de Avenger, de que es momento de transformarse para luchar por tu idea, tu causa, tu género, tu comunidad, tu relación, tu familia, tu vida. En cuanto a reconvertir, bueno, la ira bien manejada por gatilladores genuinos no tiene que producir más ira, sino todo lo contrario: amor, lealtad, empatía y solidaridad. Usa tu ira para cambiar cosas, quítate de la cabeza que estar molesto es malo o te hace ver mal y permítete estar verde como Hulk o como en la canción de Charlie García que fue capaz de gritarle Estoy verde, no me dejan salir a un gobierno de facto. //

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