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(Foto: Agencias)
Oscar García

En los más de 90 años de existencia de los premios de la Academia, esta ha prescindido de un presentador en solo cinco oportunidades. La última vez fue en 1989 y es mencionada como la peor gala que la memoria recuerde. Tan caótico fue lo visto esa vez en el Shrine de Nueva York, que 17 personalidades de Hollywood, entre ellos Paul Newman, Julie Andrews y Billy Wilder, circularon una carta que calificaba al show como “una vergüenza para la Academia y para toda la industria del cine”. Si alguien tiene curiosidad, debería buscar en YouTube el caótico segmento musical de 11 minutos que juntaba a Blanca Nieves con el actor Rob Lowe, quien acabó afectado por el despropósito. Su carrera registró un declive notorio luego de eso.

Este año el Óscar volverá a prescindir de un maestro de ceremonias. No fue la idea inicial: el elegido para este año fue el comediante Kevin Hart, quien renunció al mes de su nombramiento luego de que se hicieran públicos unos antiguos tuits suyos con insultos homofóbicos. El comediante no quiso someterse al juicio de las redes sociales, no atendió ultimátums y prefirió dar un paso al costado para no afectar a los premios. Se rumoreó entonces que nadie quería hacerse cargo del show. De pronto, lo que antes era visto como un honor, un hito laboral en la carrera de cualquiera, se convertía en una profesión peligrosa y de alto riesgo de la cual se podía salir chamuscado.

Kevin Hart durante la edición 88 de los premios Oscar celebrado en febrero 2018. (Foto: AFP)
Kevin Hart durante la edición 88 de los premios Oscar celebrado en febrero 2018. (Foto: AFP)

UNOS ÓSCAR CON MUCHOS CAMBIOS
La tradición de los maestros de ceremonias parece haber cambiado con los años y uno de los grandes responsables es el comediante Ricky Gervais, anfitrión en varias oportunidades de los Globos de Oro. El británico abrió una suerte de caja de pandora de la mala leche, con sus bromas salvajes contra las estrellas y los mismos miembros de la Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood. Fue como si convirtiera de pronto a todos sus antecesores en tipos desfasados, dueños de un humor demasiado ‘blanco’, desconectados de esta época de ‘trolleo’ desmesurado.

El Óscar no ha llegado a esos extremos de virulencia, pero los rozó la noche en que el presentador Chris Rock se permitió burlarse de Hollywood y de la Academia misma, a la que acusó de racista durante toda la noche. Era el 2016. La respuesta de Hollywood a sus críticas llegarían al año siguiente y hoy día es normal ver películas con mayor diversidad racial entre las nominadas.

La decisión de salir sin presentador no es el único cambio polémico en estos Óscar. La idea de enganchar con un público juvenil llevó a la propuesta de crear un premio a ‘la película más popular’, una suerte de concesión a ese cine palomitero y adolescente que, aunque tenga las peores críticas, es el que da de comer a los principales estudios de Hollywood. La idea fue desestimada a las pocas semanas debido a las fuertes críticas al interior de la misma comunidad cinematográfica.

Otro cambio igual de absurdo y que pisó muchos callos fue el intento de retirar de la transmisión televisiva los premios a mejor director de fotografía y de edición, acaso los cargos más importantes luego de la dirección de una película. El director mexicano Alfonso Cuarón, cuya cinta Roma compite como la favorita absoluta, lo dejó claro en un tuit: “En la historia del cine ha habido obras maestras sin sonido, sin color, sin historia, sin actores y sin música. No ha habido ningún filme sin fotografía y sin montaje”, escribió. Otras personalidades de Hollywood, como Martin Scorsese, Quentin Tarantino o George Clooney, calificaron de insulto la pretensión de la Academia. Finalmente la academia dejó sin efecto la medida: las 24 categorías serán televisadas. 

“Hay mucha confusión en la Academia, desesperación por hacer de la ceremonia algo popular. Este año, esos cambios apuntan a que la ceremonia no pase de las tres horas de duración, para hacerla más dinámica. Se han puesto solos entre la espada y la pared, entre lo que creen que espera el público y el respeto a los miembros de su propia industria”, anota el analista de taquilla Maykoll Calderón. La sola presencia de Pantera Negra, la primera cinta de superhéroes nominada a mejor película, da luces de la intención de capturar como sea la atención de un público juvenil. El año pasado, la ceremonia registró la peor audiencia de su historia. Habrá que ver si las decisiones de la Academia le reportan la sintonía deseada o la pérdida del último concho de credibilidad que le quedaba. //

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