"No me gustan los lunes", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
"No me gustan los lunes", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

En 1979, Brenda Ann Spencer, de 16 años, disparó a todos en su escuela en San Diego y no mostró ningún remordimiento. La única explicación que dio fue: “No me gustan los lunes”. Bob Geldof, líder y cantante de la banda británica Boomtown Rats, dijo: “Era el acto sin sentido perfecto y esa era la razón sin sentido perfecta para escribir una canción. No fue un intento de explotar la tragedia”. Así nació el clásico I Don’t Like Mondays, número 1 en UK en 1979, pero prohibida en EE.UU. El múltiple asesinato impactó tanto al mismo Geldof que luego este se dedicó a la labor social y el activismo (organizó Live Aid y Live Eight). 

El mes pasado, por no decir casi todos los meses, fuimos testigos de uno de los más mortíferos tiroteos masivos en la historia de Estados Unidos. Nikolas Cruz, con apenas 19 años, acabó con la vida de 17 personas en una escuela en Florida.  

Estados Unidos tiene un historial sangriento de atentados en escuelas. Muchos condenan la facilidad de conseguir un arma, pues evidentemente esta es la razón madre de estos hechos. Pero también existen otros factores muy importantes, como el bullying.  

La piedra angular que comparten la gran mayoría de tiroteos en escuelas es que el asesino ha sufrido muchas incomodidades en su entorno social. El bullying muchas veces daña la mente de los jóvenes, cargándola de tanto odio que echa a perder su vida y las de personas inocentes. El arrepentimiento es muy inusual. 

Un caso famoso es el de T. J. Lane, en febrero del 2012, quien mató a tres personas en un tiroteo en una escuela en Ohio. Un caso más para muchos, pero el muchacho utilizó en la corte un polo blanco con la palabra ‘KILLER’ (‘asesino’) en el pecho. T. J. Lane se mantuvo sonriente durante su sentencia e incluso le dijo a la madre de una de las víctimas en plena corte que “la mano que apretó el gatillo que mató a su hijo ahora se masturba con el recuerdo”. 

Otro caso emblemático fue la masacre de Columbine, en Colorado. Fue en el año 1999 y se podría decir que, si ya existía un debate sobre el control de armas, el uso de Internet, el bullying y la seguridad en las escuelas, este caso cambió de categoría todo cuando el diario USA Today lo tildó de carácter terrorista. La masacre contó con explosivos y le quitó la vida a doce estudiantes y un maestro. Luego se encontraron unos videos espeluznantes de los atacantes, Eric y Dylan, autores del atentado y grabados previamente, fingiendo defender mediante violencia verbal a un niño. Gritaban cosas a la cámara como “si lo vuelves a tocar, te volaré los sesos con una escopeta”.  

Otro video de esta naturaleza muestra la confesión previa a la masacre de Virginia Tech, en el 2007. Este ha sido hasta ahora el tiroteo en una universidad con mayores fatalidades: 32 muertos más el autor, quien se suicidó una vez concluido el atentado. En el video se ve a Seung-Hui Cho, autor del crimen, hablando incoherencias y refiriéndose a un supuesto “ajuste de cuentas”. Ver a un asesino de esta clase tan calmo y decidido es realmente estremecedor.  

Pero a pesar de todos estos casos, acompañados de muchísimo más, el débil control de armas sigue estando intacto. Donald Trump, luego del último atentado en Florida, propuso psicodélicamente armar a los maestros para que estén preparados en caso ocurra otro tiroteo. La masa de críticas no tardó en inundar las redes. Parece que Trump y el Congreso de Estados Unidos, en vez de reducir la permisividad de armas, la está aumentando.

Trump se defiende con la siguiente manifestación: “Si las escuelas tienen el mandato de ser zonas libres de armas, la violencia y el peligro reciben una invitación abierta para ingresar. Casi todos los tiroteos escolares están en zonas libres de armas. ¡Los cobardes solo irán a donde no haya disuasión!”. No está lejos de tener razón, pero existen soluciones más prácticas, como no vender armas como si fueran galletas, aunque esto vaya en contra de una cultura intrínsecamente vaquera que le daría la espalda al político que se atreviera a proponerlo. Mientras tanto, siempre habrá una rápida solución para quien simplemente deteste los lunes. 

Esta columna fue publicada el 17 de marzo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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