El Gobierno enfrentó una dura circunstancia con la prolongada huelga de maestros, que lo llevó a cambiar de estrategia intempestivamente, no sin dejar en el camino muchas dudas y críticas respecto de los pasivos políticos de semejantes cambios.
El punto de quiebre fue el anuncio de PPK de sentarse a dialogar con los huelguistas, yendo a contrapelo de la inicial estrategia del Gobierno, mucho más dura. Se recuerda la frase lapidaria de la ministra Martens: “El lunes, el martes y el miércoles se les descuenta, y el jueves se les retira. Allí se inicia el proceso de convocatoria de reemplazo”; a la par de la admonición del Ministerio del Interior respecto de los casi cinco mil maestros vinculados al Movadef.
El periodista y analista político Fernando Rospigliosi lo resumió en un tuit: “Estrategia coherente: Basombrío dice que son senderistas, Martens que los va a despedir... y PPK los invita a dialogar a Palacio”.
Inicialmente, el Gobierno encargó el manejo del conflicto al Ministerio de Educación, luego derivó a la Presidencia del Consejo de Ministros (con la participación de los Núcleos de Inteligencia y la presencia del Ministerio del Interior) y finalmente escaló a nivel presidencial.
Desde un inicio, la postura de Martens y de Basombrío fue de rigor (aunque se mantuvo negociaciones permanentes con los sectores ultras) y se capearon muchas presiones políticas vinculadas a flexibilizar las condiciones del diálogo. Al respecto, la voz cantante de los ‘dialogantes’ la llevaron los dos vicepresidentes, Mercedes Aráoz y Martín Vizcarra. La propia Aráoz se reunió con el CEN del Sutep el miércoles 9 a primera hora de la mañana. Y no es casual que Vizcarra haya acompañado al presidente en la gira a Moquegua en la que PPK anunció la instancia de diálogo palaciego.
Al manejar inadecuadamente el tema, el Gobierno terminó contribuyendo a la radicalización inicial de los huelguistas. El anuncio de dureza del jueves de la semana pasada derivó en el escalamiento de la protesta, lo cual obligó a PPK a tomar decisiones extraordinarias. La cereza del pastel la puso la inopinada intervención del presidente anunciando el diálogo, lo que cogió por sorpresa a todos sus ministros, el premier incluido.
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