El estrés y la alteración del sueño son efectos secundarios comunes de estar en un viaje de trabajo. (Foto: Shutterstock)
El estrés y la alteración del sueño son efectos secundarios comunes de estar en un viaje de trabajo. (Foto: Shutterstock)
Redacción EC

Si estás de vacaciones, tomar un avión que te lleve a la otra punta del mundo puede ser emocionante. Pero resulta estresante si tu misión es visitar a un cliente, cerrar un trato o hacer una entrevista. Pasar los días visitando distintos países puede ser una vida soñada para muchos, pero -lejos de idealizaciones- quienes están obligados a viajar por trabajo tienden a sufrir más problemas de salud. Los cambios en los hábitos cotidianos, en los ciclos de sueño y la falta de actividades saludables generan dolencias físicas, pero también emocionales.

A la hora de organizar un viaje de negocios, muchos programas de salud de las empresas gestionan las vacunas, la información sobre cómo evitar indisposiciones alimentarias y alertas sobre disturbios civiles y políticos. Pero muchas veces dejan de lado una amenaza más común para la salud: el estrés, la alteración del sueño, la alimentación poco saludable y la falta de ejercicio, que son efectos secundarios comunes de estar en un viaje de trabajo. A largo plazo, estos problemas pueden sumarse a los riesgos de enfermedades crónicas.

Esta es la conclusión de la investigación 'Business travel and behavioral and mental health', desarrollada por Andrew Rundle, profesor asociado de epidemiología de la Mailman School of Public Health, perteneciente a la Universidad de Columbia, Nueva York. Su investigación se centra en los riesgos y consecuencias de los estilos de vida sedentarios y la obesidad, pero su propia experiencia le llevó a querer focalizarse en la repercusión que tienen los viajes de trabajo en la salud. Hace varios años, al registrarse en un hotel para una conferencia, Rundle preguntó a la recepcionista dónde podía cenar. No había restaurante en el hotel, le dijeron, así que su única opción a esas horas era pedir en una cadena de comida rápida a domicilio. "Me molestó tener que recurrir a una pizza. Tanto, que, cuando llegué a casa, comencé a buscar información sobre la salud y los viajes", explica Rundle.

Esta búsqueda inicial derivó en una investigación en la que este epidemiólogo y sus colegas recopilaron datos de registros médicos anónimos de la consultora Environmental Health & Engineering, un proveedor de servicios de consultoría ambiental, de salud y de ingeniería que proporciona exámenes de medicina preventiva a decenas de miles de empleados en Estados Unidos. Para tener la información completa, incluyeron una evaluación sobre la frecuencia de los viajes de negocios.

Compararon a viajeros que pasaban fuera de casa seis noches al mes o menos con aquellos que pasaban 14 o más. Los segundos puntuaban más alto en sus índices de masa corporal y eran más propensos a informar de ansiedad, depresión y dependencia del alcohol, no realizaban ninguna actividad física y tenían problemas para dormir. De hecho, las probabilidades de ser obeso y tener la presión alta fueron 92% más altas para quienes viajaron 21 o más noches al mes.

Estos resultados están respaldados por otras investigaciones. Un estudio de reclamaciones de seguro realizado entre trabajadores del Banco Mundial descubrió que los viajeros pedían más bajas que sus compañeros para dolencias leves pero también para enfermedades crónicas como el asma y los trastornos de la espalda. Pero las solicitudes más recurrentes eran aquellas relacionadas con trastornos por estrés. De hecho, un segundo estudio del Banco Mundial encontró que casi el 75% del personal reportó un estrés alto o muy alto relacionado con los viajes de negocios.

Además de la fuerza de voluntad de los trabajadores para cuidar de sus hábitos, las empresas tienen que hacer un esfuerzo proactivo por mejorar la situación. Los expertos recomiendan que se flexibilicen las fechas de viaje, que se diseñen programas de salud con protocolos concretos y que se haga un esfuerzo extra por concienciar a los trabajadores de los riesgos que implica cambiar de ciudad, dormir en hoteles, comer rápido y dormir mal. El horario de los vuelos es fundamental porque condicionará los primeros días de viaje. No hay que perder de vista el jetlag: en el avión es mejor dormir que adelantar trabajo. Y esto también se puede aprender: las empresas pueden ofrecer cursos de higiene del sueño para no perder los buenos hábitos.

Mantener los hábitos alimentarios saludables es quizá la parte más complicada. Distintos estudios han encontrado que la comida del restaurante contiene más calorías por porción, más grasa y menos fibra que las comidas preparadas en casa. Además, el estrés influye y dificulta la relación entre comida sana y viajero: la tensión suele hacer que deseemos comidas más calóricas o que filtremos menos que cuando estamos relajados.

La Nación, Argentina/ GDA.

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