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Christian Fuchs: el arte de la transformación - 1
Jorge Paredes Laos

Las imágenes parecen sacadas de algún álbum del siglo XIX. En una de ellas aparece una mujer pálida envuelta en un fino vestido de encaje color turquesa pálido. El escote profundo deja al descubierto los hombros y el cuello alto de cisne está ligeramente adornado con un collar de perlas. Los cabellos recogidos hacia atrás dejan ver dos pendientes dorados que cuelgan de sus orejas, como cascadas relucientes. En otro retrato se muestra a un hombre de edad indefinida. Gran parte de su rostro está oculto detrás de una esponjosa barba plateada, y sus ojos acuosos miran fijamente el horizonte. El mentón levantado le da un aspecto altivo y aristocrático. Y en una tercera postal se puede ver a un militar de la época de la Independencia que luce una impecable charretera dorada. Por su gesto adusto parece querer pasar a la posteridad como un hombre victorioso.

Estos tres retratos tienen algo en común: detrás de ellos está el fotógrafo peruano Christian Fuchs, quien trabaja desde el 2013 en un proyecto llamado Transgeneration, que consiste en caracterizarse como sus antepasados y después retratarse imitando sus gestos y poses. A través de capas de maquillaje, pelucas, barbas y vestidos diseñados para la ocasión, Fuchs se ha transformado en varios de sus antepasados, entre los que se encuentran una tía de su tatarabuela llamada Enriqueta Eléspuru y Martínez Pinillos —quien vivió allá por 1860— o el padre de su tatarabuelo, el alemán Carl Schilling; o el abuelo de su tatarabuelo paterno, el Gran Mariscal del Perú Juan Bautista Eléspuru y Montes de Oca —quien fuera retratado en 1830 por el pintor mulato José Gil de Castro—.

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Esta historia empezó cuando Fuchs tenía diez años. Su madre había sido internada en un hospital psiquiátrico, donde moriría cinco años después; y él, junto con sus dos hermanos, se mudó a la casa de sus abuelos paternos. Era un espacio poblado de recuerdos y de retratos. “Mis primeros juguetes fueron unas fotografías del siglo XIX de personajes de mi familia nacidos en Alemania y Chile, que estaban en el último cajón de un armario”, recuerda. Pero él no solo se quedaba mirando los cuadros, sino también se interesaba por las historias que había detrás de ellos. “Mi abuela Carmen tenía una memoria prodigiosa y me contaba innumerables relatos de su infancia en el fundo Rahue, propiedad de sus abuelos en Osorno, al sur de Chile. Una de las anécdotas que más me gustaba escuchar se refería a la vez en que ella le recitó a la propia Gabriela Mistral “Piececitos”, cuando la poeta chilena visitó el colegio de Osorno, que además era propiedad de su bisabuelo Carl Schilling”. Fuchs cuenta que en los veranos iba con sus abuelos al sur de Chile a pasar las vacaciones y a visitar a otros parientes.

Por el lado de su familia materna peruana, los recuerdos no son menos importantes: su abuela Zoila Luz Eléspuru le contaba anécdotas de su abuelo Eulogio Eléspuru y Deustua, quien murió defendiendo al presidente
Leguía, y de su tatarabuelo Juan Bautista Eléspuru, quien peleó en las guerras de caudillos. “Nuestra atmósfera estaba impregnada de personajes que de tanto recordar parecían vivos”, afirma el fotógrafo.

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Por eso no resulta extraño que, muchos años después, él imaginara un proyecto como Transgeneration, mientras contemplaba el retrato de una de sus antepasadas, y descubría lo parecidos que eran. Entonces pensó que si se caracterizaba como ella, la semejanza sería mayor. “Ahí empezó todo”, dice. Ahora, cuando se viste y se transforma en alguno de sus antepasados, busca revivir las emociones sentidas por ellos. “Tenemos todo nuestro árbol genealógico impreso en nosotros como una plantilla —afirma—, muchos seres conviviendo dentro al mismo tiempo, como una herramienta poderosa de autoconocimiento”.

En noviembre del 2015, Fuchs expuso las primeras imágenes de su proyecto en una galería de Connecticut, Estados Unidos; y, recientemente, la cadena británica BBC vino a Lima a realizar un reportaje sobre su trabajo. Hasta ahora se ha retratado como 11 de sus parientes, pero no está satisfecho. A sus 37 años, espera seguir produciendo más retratos e ir también descubriendo, mientras se unta la cara de cremas o se ajusta el cuerpo con corsés, esas piezas perdidas de su propia identidad. 

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