Una de las seis impresionantes custodias de los siglos XVII y XVIII que se exhiben en el MALI. [fotos: Eduardo cavero]
Una de las seis impresionantes custodias de los siglos XVII y XVIII que se exhiben en el MALI. [fotos: Eduardo cavero]

Por Isolina Abanto

Ingresar a la sala principal de exposiciones temporales del MALI resulta deslumbrante: nunca, en toda la historia nacional, se ha reunido tal cantidad de objetos de plata bajo un mismo techo. Se trata de más de 350 utensilios de lo más diversos —desde piezas litúrgicas hasta jofainas, de tupus hasta juegos de té, de lo deslumbrante a las miniaturas— que dan cuenta de la riqueza, en todos los sentidos, de la tradición orfebre en nuestro país.

Ricardo Kusunoki, curador de arte colonial y del siglo XIX del MALI y corresponsable de la muestra junto a Luis Eduardo Wuffarden, nos explica que durante un año se fueron reuniendo las más de 350 obras exhibidas, procedentes principalmente de museos y colecciones privadas y eclesiásticas de todo el país. La visita sigue una museografía que permite, para empezar, captar cómo fue la transición del fino trabajo de los antiguos artesanos locales a las técnicas y motivos, sobre todo cristianos, que llegaron con los españoles. El resultado es un sincretismo que terminó potenciando el arte de la platería a niveles de exquisitez inéditos.

A esto habría que sumar el descubrimiento, a mediados del siglo XVI, de las fabulosas minas de Potosí, que proveyeron de metales preciosos a los conquistadores (tanto a los artísticos como a los codiciosos). Así, el recorrido impresiona por los keros reconvertidos en copas y los tupus, en alfileres de los vestidos de las damas de los colonos, además de la cantidad y calidad de relicarios, retablos portátiles, cruces, candelabros repujados… Pronto llaman la atención dos piezas: el brazo articulado del virrey conde de la Monclova —que, sí, era manco—, hallado durante la remoción de sus restos bajo la catedral de Lima; y todo el ajuar de la Virgen de Cocharcas, que en décadas no había abandonado su buen recaudo en la iglesia del mismo nombre, en Barrios Altos. Un video que explica las rutas de circulación del metal en la Colonia complementa el guiado.

En dos iPads se exhiben los grabados y acuarelas del siglo XVIII del obispo Baltasar Martínez Compañón. [Foto: Eduardo Cavero]
En dos iPads se exhiben los grabados y acuarelas del siglo XVIII del obispo Baltasar Martínez Compañón. [Foto: Eduardo Cavero]

El salón ritual reúne piezas sagradas como cruces, coronas, sahumerios y custodias, esos depósitos donde se guardan las hostias consagradas. Destaca un impresionante pelícano macizo de tamaño natural de mediados del siglo XVIII (poniéndonos fenicios, recordemos que actualmente la onza de plata cuesta casi 15 dólares, por no hablar del valor histórico y artístico), proveniente de un oportunamente discreto monasterio limeño. El pelícano era una representación recurrente de Cristo: ambos empujados por un deber elevado se hieren el pecho para alimentar a sus hijos (o crías). La efigie es asombrosa. También llaman la atención un relicario de 1590 (que contiene un improbable conjunto de restos óseos santos, Judas Tadeo incluido) y una colección de portaviáticos, especie de loncheras para llevar las hostias hasta los enfermos.

La visita sigue en un ambiente que, tutelado por san Eloy —que de alguna manera legitimaba el quehacer de los plateros del Virreinato, muchos de ellos afortunados—, junta abundante menaje doméstico: juegos de té (o mate, que era lo que más se tomaba en la época), bandejas, fuentes, platos, cubiertos; así como joyas, diademas, sortijas y demás aderezos, sobre todo femeninos. También hay jarras, jofainas, floreros, fruteros y hasta bacinicas de plata (Ricardo Kusunoki cuenta entre risas la cantidad de veces que estas fueron “recicladas” como fuentes y soperas). Por supuesto, en todo esto se puede apreciar la evolución del estilo artístico en uso, pasando de las formas barrocas y recargadas a las piezas de líneas rectas, más sobrias, del neoclasicismo republicano. Asimismo, un segundo video explica las sofisticadas técnicas que se utilizaron para producir tanta y tan brillante belleza.

Piezas. La llave del virrey Abascal, el reloj de arena y juego de tinteros provenientes de Arequipa.
Piezas. La llave del virrey Abascal, el reloj de arena y juego de tinteros provenientes de Arequipa.

La vastedad de la colección —que contó desde la idea con el apoyo del BCP— obligó a tomar una sala del segundo piso, donde resalta un traje de comparsa originario del Alto Perú, y alojado en el Museo de Oro: desde los pies hasta las alas articuladas, pasando por pechera y máscara, son de plata pura. Otra curiosidad de esta sala es un sahumador con forma de armadillo —antiguo ícono de lo latinoamericano— con el escudo nacional en el lomo, y una escribanía de inverosímil trabajo de filigrana. Por supuesto, ya en el segundo piso, el visitante debería aprovechar para recorrer la magnífica colección permanente del museo, que va de lo preincaico a lo republicano. Dicho sea de paso, el MALI tiene nuevas adquisiciones: dos cuadros de Ildefonso Páez de mediados del siglo XIX que representan a don Agustín López y señora, doña Micaela Vilela Castro, notables piuranos. El de Vilela Castro sería el primer retrato de una afrodescendiente (y rica comerciante) de estos pagos.

Otro tesoro del segundo piso es la muestra El Perú ilustrado. Martínez Compañón y su legado, en la sala Caroline Hallett de Custer, que recoge dos tomos (de nueve) llenos de acuarelas que el obispo Baltasar Martínez Compañón encargara en su diócesis entre 1782 y 1785, teniendo como destinatario al rey Carlos III. Los volúmenes están dedicados a usos y costumbres, uno; y a aves, el otro. Están protegidos en hornacinas, pero los grabados pueden apreciarse en sendos iPads. Esto está acompañado de una selección de mapas, vistas aéreas y acuarelas de investigadores, exploradores, geógrafos y científicos, como el célebre Alejandro Malaspina.

Como dice Natalia Majluf, directora del MALI, esta es una oportunidad única para deslumbrarse con tamaño tesoro. ¿Va a dejar pasar la oportunidad?

Sahumador con forma de armadillo —un antiguo ícono latinoamericano— con el escudo nacional en el lomo.  [Foto: Eduardo Cavero]
Sahumador con forma de armadillo —un antiguo ícono latinoamericano— con el escudo nacional en el lomo. [Foto: Eduardo Cavero]

MÁS INFORMACIÓN

-El MALI abre de martes a domingo, casi todos los días del año. El horario es de 10 a 19:00 horas (salvo los sábados, hasta las 17:00).

-El ingreso para niños y adultos mayores es libre. La tarifa reducida, 15 soles, aplica para peruanos y residentes. Confirme esto entrando a www.mali.pe.

-Todas las imágenes de la exposición de Martínez Compañón se pueden apreciar ingresando a www.archi.pe, el Archivo Digital de Arte Peruano que muestra, además, muchísimas de las joyas del museo, desde lo prehispánico hasta lo contemporáneo, caricaturas y arquitectura, esculturas e iconografía religiosa, abstracciones o los tesoros del valle de Jequetepeque, entre varias colecciones más.

-Este martes 18, a las 18:00, está programada una visita guiada a Plata de los Andes, a cargo de los mismos curadores. Para asistir es necesario inscribirse escribiendo a actividades@mali.pe.

-Así también, la gran muestra ofrece novedosas formas de vivir la experiencia. Por ejemplo, se puede tomar un Plan MALI, que por 25 soles incluye una visita guiada (de una hora aproximada de duración); también se puede complementar con un brunch o un tea time ( 45 soles), o durante una visita nocturna, con copa de vino incluida. Para saber más, escribir a aojeda@mali.pe.

-Los sábados y domingos hay actividades para niños: durante setiembre, por ejemplo, se realizará un taller de hilos de plata.

-Actualmente se expone también, en el auditorio AFP Integra, la fantástica muestra Museo, de Juan Enrique Bedoya.

-Un dato final: aproveche los días de semana para visitar la exhibición y, si puede, todo el museo. No hay tanta gente y se puede pasear con tranquilidad. Todo el MALI, a buen ritmo, podría recorrerse en unas tres horas.

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