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Shahidul Alam
Jorge Paredes Laos

Siempre ha estado en el núcleo de la acción dramática: ahí donde se producía un tsunami, o donde los refugiados de guerras civiles morían de hambre, o donde la policía aplastaba las protestas ciudadanas, llegaba él con su aspecto de maestro solidario dispuesto a registrar eso que llamaba “la condición humana”. Su última cruzada la vivió hace tres semanas en las calles de Dhaka, la capital de Bangladesh, su país natal. En ese momento, Shahidul Alam, uno de los fotorreporteros más conocidos del mundo —ha sido cuatro veces jurado del célebre World Press Photo y ha expuesto en el MoMA y en el centro Georges Pompidou de París—, veía cómo, ante la impasividad de la policía, civiles cercanos al partido de gobierno disparaban contra estudiantes que protestaban en las calles. Los reclamos por cambios en la seguridad vial habían llegado a un punto álgido luego de que dos escolares murieran los últimos días de julio por la imprudencia de un chofer del servicio público. Entonces, Shahidul sacó su cámara, registró videos e imágenes de la violencia callejera, y los difundió a través de sus cuentas de Facebook y Twitter. Por la noche, se presentó en la cadena internacional Al Jazeera y criticó severamente las acciones del gobierno bangladesí.

Fue suficiente. Esa misma madrugada, 30 policías vestidos de civil lo sacaron de su casa, en el residencial barrio de Dhanmondi, y se lo llevaron detenido. Después se supo que lo habían acusado de violar la Ley de Tecnología de la Información y Comunicación por difundir “rumores y mentiras a través de las redes sociales”. En una de sus últimas fotos, propaladas en Twitter, se le ve rodeado de tres hombres uniformados y un civil, con el rostro desencajado y los lentes colgados en el pecho. Se dice que ha sido golpeado y obligado a comparecer descalzo ante un tribunal.

En los últimos días, medios tan importantes, como The Guardian, la BBC de Londres o el New York Times, se han ocupado de la arbitraria detención del periodista de 63 años, e instituciones como Amnistía Internacional y personalidades como los premios Nobel Desmond Tutu y Amartya Sen han exigido su inmediata liberación. Según el diario británico The Daily Star, recién el próximo 11 de setiembre se verá en un juzgado metropolitano de Dhaka un pedido para otorgarle la libertad bajo fianza.

El caso de Shahidul Alam es particular: aunque proviene de una familia de clase media —tiene un doctorado en Química en la Universidad de Londres—, vive en un país no solo pobre, sino también turbulento. Bangladesh obtuvo su independencia recién en 1971 después de grandes tensiones sociales, y luego soportó hambrunas y mandatos comunistas y militares. Por esos años, él regresó a su país, después de estudiar en Europa, y registró con sus imágenes todo ese proceso. Además de su labor como fotoperiodista, es reconocido por haber creado dos instituciones emblemáticas del sudeste asiático: la agencia Drik y el Instituto Pathshala, considerado por muchos como la escuela de fotografía más importante del mundo.

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El bangladesí no es desconocido en el Perú. En abril del 2014 estuvo en Lima como participante de la Bienal de Fotografía, y presentó una serie de imágenes que ocuparon todo un piso de la casa Rímac. En aquella oportunidad, declaró para El Comercio, y dijo que “le gustaría vivir en un mundo mejor del que conocemos”. Hoy está injustamente preso, y el gestor de aquella exposición limeña, el curador José-Carlos Mariátegui, ha trabajado incansablemente en estas últimas semanas para visibilizar su obra y exigir, también desde este lejano país, su libertad.

“Podría pensarse que desde el Perú se podía hacer muy poco por él, pero nosotros teníamos los originales del 2014 —cuenta Mariátegui— y creíamos que una exposición podía ayudar”. Aunque es poco usual, la sala Ricardo Palma, de Miraflores, tenía un vacío en su programación, y en pocos días se pudo montar la exposición con más de 40 imágenes, que lleva el título de Shahidul Alam, una voz desde las sombras. Es la primera que se hace en el mundo luego de su detención. Se podrá ver en Lima hasta el 7 de setiembre, y luego se reproducirá en el Encuentro de Artes Visuales de Trujillo, el próximo 12 de setiembre.

Pero lo que era, hasta cierto punto, una noticia anecdótica, se convirtió pronto en algo mundial. El diario The Daily Star y el portal Dhaka Tribune publicaron notas sobre la exposición peruana. Y para sorpresa de Mariátegui, más colectivos internacionales se sumaron a la causa. Hasta ahora en una docena de ciudades —entre ellas Londres, Milán y São Paulo—, ya se han anunciado muestras que tomarán el mismo título de la peruana como una forma de solidaridad global.

Es como si desde aquí el detenido Shahidul comenzara a hablar a través de aquellas imágenes. Y su voz se escucha muy fuerte.

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