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Por María José Caro

“Qué rápido pasó todo”, dice Emiliano Monge (México) horas antes de subir al avión que me llevará a Lima. Emiliano, autor de libros aclamados como La superficie más honda y El cielo árido es el mayor del grupo y desayuna waffles con miel. Del otro lado de la mesa, Mariana Torres (Brasil) tiene la firme convicción de que nos reuniremos en cinco años, esta vez en el lejano Tokio. Por algún motivo, decido creerle. Tal vez porque a sus 36 años lidera desde hace 15, con pasión y responsabilidad, el proyecto Escuela de Escritores (https://escueladeescritores.com/). Con ese mismo ímpetu ha conseguido que los 39 autores participemos de un chat de WhatsApp. En este B39 hay muchos autores cuyo compromiso con la escritura va más allá de su propia narrativa. Pienso en Eduardo Rabasa de México y Sexto Piso; en Diego Zuñiga y Montacerdos, editorial con un catálogo interesantísimo y que debe su nombre a la obra de Cronwell Jara. Pienso también en Liliana Colanzi, que, además de ser dueña de una de las voces más originales que he leído en los últimos años, ha puesto en marcha Dum Dum Editora.

Hace unas semanas leí un texto de Santiago Roncagliolo para el diario El Tiempo. Roncagliolo participó de la edición Bogotá 39-2007, junto a Iván Thays y Daniel Alarcón, y en su artículo explica muy bien la experiencia: “Considerábamos a nuestros colegas fenómenos estéticos o literarios, no seres humanos. Y nos interesaban o no en esa medida. Ponerles cara y ojos, convivir con ellos, compartir lecturas y resacas, nos enseñó que no éramos muy diferentes, aunque escribiésemos con estilos distintos, incluso opuestos”. Luego de este viaje, la nueva lista que se anunció el 2017 en la Feria del Libro de Bogotá ha dejado de ser una lista.

Los nombres ahora tienen voz, acento y personalidad. Resuenan mientras los leo. Se asocian a recuerdos de lo que vivimos, ya sea en Cartagena o en Bogotá. Pienso en el viaje en autobús hacia el aeropuerto de Cartagena, después de cinco días juntos. En la foto que nos sacamos parecemos un salón de clases rumbo a un paseo escolar. Sin embargo, no estamos completos. A diferencia del Bogotá39 de hace diez años, esta vez se trató de una gira que tuvo como parada común el Hay Festival de Cartagena. Así los escritores peruanos Claudia Ulloa y Juan Manuel Robles visitaron previamente Medellín junto a los talentosos mexicanos Gabriela Jauregui y Daniel Saldaña París, que durante su paso por Cartagena demostraron a turistas y locales ser grandes bailarines de salsa. A Medellín también llegaron los ecuatorianos Mónica Ojeda y Mauro Javier Cardenas. Cardenas también es de los mayores del grupo y se instaló desde muy joven en Estados Unidos. Su novela Los revolucionarios lo intentan de nuevo será publicada en marzo por Random House. Ojeda es una de las menores de la selección y el 2016 publicó Nefando, una novela coral escalofriante enmarcada en la deepweb y que para suerte de los lectores se puede encontrar en Perú. B39 también llegó a Riohacha, Neiva, San Andrés y Manizales con escritores como Natalia Borges Polesso (Brasil), Lola Copacabana (Argentina), Gonzalo Eltesch (Chile) y Carlos Fonseca (Costa Rica).

“Lo más valioso de esta experiencia ha sido conocernos”, escribe María José Caro en la crónica que resume el espíritu de Bogotá 39.
“Lo más valioso de esta experiencia ha sido conocernos”, escribe María José Caro en la crónica que resume el espíritu de Bogotá 39.

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Para Juan Manuel Robles, “B39 ha sido una oportunidad muy linda para ver a escritores de más o menos la misma edad (casi todos en sus treinta) de toda América Latina. Es interesante observar cómo se redefine el concepto de nacionalidad: si bien todos nacieron en el continente, muchos se mudaron a otras partes, y tienen identidades mezcladas. Es el caso de la mexicana Gabriela Jauregui o el ecuatoriano Mauro Cardenas, que escribieron y publicaron primero en inglés, y luego recuperaron la lengua de la infancia. O de Mariana Torres, que va por Brasil, pero lleva años trabajando en una escuela de escritores en Madrid. Fueron días largos de acentos mezclados, de ímpetus creativos, de promesas en el Caribe”.

Cartagena recibió a 38 de los 39 autores que figuran en la lista. Faltó Juan Pablo Roncone de Chile, autor del libro Hermano ciervo, cuentario que según sus colegas chilenos debo conseguir a como dé lugar. Durante el viaje, hubo espacios formales para hablar sobre nuestra narrativa y estética, sobre si existe una generación, sobre activismo y literatura. Hubo espacios informales para conversar bajo un sol inclemente sobre casi cualquier cosa. ¿Es justa la eliminatoria de la Conmebol?

Diego Zúñiga  es un escritor, editor y periodista chileno. [Foto: archivo / La Tercera / ST. Lawrence University]
Diego Zúñiga es un escritor, editor y periodista chileno. [Foto: archivo / La Tercera / ST. Lawrence University]

Para mí, una de las grandes satisfacciones de la experiencia B39 ha sido constatar que ningún autor de la lista se siente el futuro de algo. En las listas siempre faltan personas, no aseguran nada, son una imagen incompleta y creo que todos lo tenemos claro. Pudieron ser otros, pero fuimos nosotros. El compromiso de la mayoría de autores que conocí tiene que ver con encontrar una voz propia y hablar de lo que se les dé la gana. Pienso en la prosa poética de Giuseppe Caputo en Un mundo huérfano, una novela tan lírica y llena de símbolos que hizo que la lectura de un fragmento en la plaza de la Santísima Trinidad se convirtiera en una experiencia mística. Pienso en Brenda Lozano y las frases-balazo que atraviesan en el momento preciso su Cuaderno ideal. En Daniel Ferreira y la manera cinematográfica que tiene de narrar la violencia en Viaje al interior de una gota de sangre. En Gonzalo Eltesch y el universo fragmentado, tierno y divertido de su Colección particular. En el peso del lenguaje y lo sensorial en nuestra querida Claudia Ulloa, de quien esperamos atentos su próxima publicación. Pienso también en la arriesgada propuesta del uruguayo Valentín Trujillo, cuya novela ¡Cómanse la ropa! se ambienta en el Perú durante la guerra de la Independencia.

Lo más valioso de esta experiencia ha sido conocernos. Haber formado parte de un grupo diverso compuesto por autores jóvenes pero ya camino a la consagración como Valeria Luiselli, Diego Zúñiga, Carlos Fonseca, Liliana Colanzi, Juan Cárdenas, Felipe Restrepo, Frank Báez, Juan Manuel Robles, Laia Jufresa (cuya primera novela, Umami, ha sido traducida hasta al neerlandés, el turco, el polaco y el danés, y ha colaborado en revistas como McSweeney’s), y, por supuesto, Samanta Schweblin, con quien recordé la presentación de su libro de cuentos El núcleo del disturbio en La Libre de Barranco. Tuve que darle la triste noticia de que una de las librerías con más personalidad de la ciudad ya no existe.

Creo que B39 ha sido, sobre todo, un escaparate para autores nuevos como yo. Escritores como Luciana Sousa (Argentina), cuya novela Luro por momentos parece un episodio de Fargo; o Eduardo Plaza (Chile) y Hienas, un cuentario de personajes desesperanzados que transitan las calles de Coquimbo. Ambos se entramparon en un debate sobre quién debía llevarse el título de haber publicado con la editorial más independiente de todas. Al final, ganó ella. En Funesiana los libros, además de bien cuidados, son cosidos a mano. Otra sorpresa es Cristian Romero de Colombia, que a sus 29 años conoce, al derecho y al revés, la historia oficial y oculta de la ciencia ficción latinoamericana.

Valeria Luiselli, escritora mexicana autora del libro de ensayos "Papeles Falsos". [Foto:
Valeria Luiselli, escritora mexicana autora del libro de ensayos "Papeles Falsos". [Foto:

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Se hicieron muchas promesas frente al Caribe. Entre ellas, recibirnos en nuestras ciudades, aunque en muchos casos no sean nuestras, un paseo por el Midwest con Sergio Gutiérrez Negrón y Lola Copacabana; fundar una revista; visitar el karaoke que nunca encontramos en Cartagena y allí cantar canciones de Alejandra Guzmán junto a la delegación mexicana, encabezada por Brenda Lozano. Tener todas las fotos que sacó Daniel Ferreira.

Lo más importante, sin duda, es terminar de leernos y como estoy en ello y me acerco al límite de palabras de este artículo, les dejo más recomendaciones de voces nuevas que espero que pronto lleguen a nuestras librerías: La memoria de las cosas de Gabriela Jauregui (México), La tribu de Carlos Manuel Álvarez (Cuba), Los cuerpos del verano de Martín Felipe Castagnet (Argentina), Dicen que los dormidos de Sergio Gutiérrez Negrón (Puerto Rico), El fondo de Damián Gónzalez Bertolino (Uruguay) Amora de Natalia Borges Polesso (Brasil), Ahora solo queda la ciudad de Cristian Romero (Colombia), La suma de los ceros de Eduardo Rabasa (México), En medio de extrañas víctimas de Daniel Saldaña París (México), El amor nos destrozará de Diego Erlan (Argentina), El cuerpo secreto de Mariana Torres (Brasil), Un reino demasiado breve de Mauro Libertella (Argentina) .

Mi celular conserva 90 imágenes del viaje y provienen de distintas cámaras. De todas las postales, me quedo con una y no es la foto que nos sacó Daniel Mordzinski al borde de la playa. Es una secuencia de fotos que tomé con mi celular. Se trata de mi último día en Bogotá, es el último desayuno, y a medida que pasan los minutos somos más, y tengo que sacar la foto otra vez. Hay risas, una conversación escandalosa y nostalgia por adelantado.

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narrativa

Bogotá 39
Editorial: Estruendomudo, 2018
Páginas: 400
Precio: S/ 59,00

Bajo el subtítulo de Nueva narrativa latinoamericana, este libro recoge relatos de cada uno de los autores, menores de 40 años, seleccionados en esta edición de Bogotá 39. Como dice Margarita Valencia, en la presentación, se trata de autores que dan cuenta de “la aparición de un nuevo realismo más descarnado, más afilado, que aborda lo social y lo doméstico sin ningún tabú”.

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