Un mapa del cerebro humano que muestra las intrincadas conexiones neuronales que producen los sentidos.
Un mapa del cerebro humano que muestra las intrincadas conexiones neuronales que producen los sentidos.

Recientemente, la revista Wire publicó un suplemento dedicado a explorar las tendencias en los campos de la ciencia, la tecnología, la medicina, los negocios, etc., que marcarán este 2019. Entre ellos se encuentra un artículo firmado por David Eagleman, un brillante profesor de la Universidad de Stanford y autor del libro El cerebro: nuestra historia y de un best seller como Incógnito: las vidas secretas del cerebro, quien anuncia que ya estamos capacitados para transmitir corrientes o flujos de datos directamente hacia nuestro cerebro, lo cual nos permitirá experimentar un mundo totalmente nuevo. En síntesis, podremos desarrollar nuevos sentidos, distintos de los programados biológicamente, como el tacto, el oído, el gusto o la vista.

“Lo primero que debemos saber —escribe— es que el cerebro está encerrado dentro de nuestro cráneo en el más absoluto silencio y oscuridad. Todo lo que recibe son señales químicas y eléctricas que corren a lo largo de sus células especializadas. No mira, ni escucha ni siente nada directamente”. Así sean las corrientes comprimidas de una sinfonía o los patrones de luz que caen sobre una estatua cubierta de nieve o las moléculas que salen de un fresco pie de manzana o el dolor que produce una picadura de avispa, todo eso está representado para el cerebro mediante pequeñas descargas eléctricas. “A simple vista, todo parece lo mismo”, apunta Eagleman.

Esto nos lleva a preguntarnos algo que las neurociencias todavía no pueden responder: ¿entonces por qué la visión es distinta al tacto y este al olfato y este al oído? ¿Por qué nunca confundimos la belleza de un atardecer con el sabor del café recién pasado? Según Eagleman se creería que esto sucede por la estructura misma del cerebro, porque las partes involucradas con la visión son distintas a las que tienen que ver con el olfato, pero no es así: “Si perdieras la vista, la parte del cerebro que llamamos ‘corteza visual’ sería tomada por el tacto y el oído”, anuncia. Cuando miramos las conexiones cerebrales no se puede distinguir que existe algo que tiene que ver con la corteza visual, por ejemplo.

—Algo completamente diferente—
La hipótesis que manejan hoy los neurocientíficos es que la experiencia interna y subjetiva de cada sentido está determinada por la estructura misma de sus datos. “En otras palabras —como afirma el científico de Stanford— la información procedente de las láminas bidimensionales de la retina tiene una estructura diferente de datos que la procedente de las señales unidimensionales del tímpano o de las multidimensionales de los dedos de la mano”.

Cada una de estas estructuras de datos es leída de manera diferente por el cerebro y es conocida como qualia. Todo esto sugiere que, si pudiéramos alimentar al cerebro con una nueva corriente de datos —como las emitidas por un robot móvil por ejemplo—, podríamos generar una nueva qualia.

Es decir, crearíamos un nuevo sentido que no se parecería al de la visión, al del oído o al del gusto. Algo completamente diferente y difícil de imaginar porque aún es desconocido. Sería como si de pronto viéramos un color que nunca antes hemos visto o experimentáramos una sensación nunca antes percibida.

Se pueden crear nuevas emociones a través de datos transmitidos al cerebro.
Se pueden crear nuevas emociones a través de datos transmitidos al cerebro.

—Las qualia
¿Pero qué son exactamente las qualia? El conocido neurofisiólogo colombiano Rodolfo Llinás, en su libro El cerebro y el mito del yo, explica que las qualia son una serie de patrones que han sido interiorizados por el cerebro humano y que están identificados directamente con nuestra subjetividad, con pensamientos y sentimientos diferenciados.

Si bien esta definición no es compartida por todos los científicos, pues muchos se resisten a creer que detrás de la mente existe solo una base fisiológica, hay estudios que prueban cada vez más que esta suerte de estructuras de datos aprendidos explican en buena medida eso que nos hace únicos.

Como asegura Eagleman una qualia se desarrolla a través del tiempo. Son la manera en la que el cerebro resume o procesa amplias cantidades de datos. Por ejemplo, la forma en que los bebés aprenden a usar sus orejas al momento en que aplauden con sus manos para de esta manera escuchar el sonido. “Al inicio la compresión del aire es solo una actividad eléctrica en el cerebro —apunta el científico, que, según Wire, podría ser candidato al Nobel por sus descubrimientos—, pero finalmente esta será comprendida como sonido”. Un ejemplo de este aprendizaje puede verse también en personas que han nacido sordas, pero que, al usar implantes cocleares cuando son adultas, deben descubrir el sentido del oído.

—No es ciencia ficción—
Lo real es que ya se cuenta con la tecnología necesaria para hacer que el cerebro pueda experimentar esas nuevas qualia o experiencias sensoriales. Como explica Eagleman se pueden ingresar flujos de data al cerebro desde un dron, o a través de implantes de electrodos sobre la corteza o de nanorrobots en las células cerebrales.

Podrían ser, como lo sugiere el neurocientífico, los datos de la actividad de una fábrica, el flujo de tuits o la información de la bolsa de valores, y el resultado sería que el cerebro tendría una experiencia perceptiva directa de las manufacturas, de los hashtags o del movimiento de la economía mundial. “Puede parecer pura fantasía, pero tecnológicamente estamos capacitados para hacerlo”, escribe en Wire.

De esta manera, cuenta que en NeoSensory —su laboratorio en Palo Alto, California— ya se han construido artefactos que transmiten patrones espaciales de vibración en la piel, como pulseras con múltiples motores que estimulan diferentes puntos alrededor de la muñeca, y que representan corrientes de datos.

Así se puede establecer un mapa entre esa información y el tacto, y las personas pueden saber cómo actuar ante esa data con el objetivo de, finalmente, experimentar una qualia completamente nueva.

Libro de David Eagleman
Libro de David Eagleman

Para saber más: 
Incógnita: Las vidas secretas del cerebro

En este libro David Eagleman desvela las diversas incógnitas sobre el cerebro, el maravilloso acto de pensar y las profundidades del subconsciente. Un acercamiento a, como dice el autor, “ese kilo 200 gramos del material más complejo que se ha descubierto en el universo”.
Precio: S/. 45.00

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