Al cielo en limusina. El pastor Santana va al volante de una lujosa manera de predicar la palabra.
Al cielo en limusina. El pastor Santana va al volante de una lujosa manera de predicar la palabra.
Jaime Bedoya

Dios le dijo a Noé: entra en la casa flotante con toda tu familia y lleva siete machos y siete hembras de todos los animales que acepto como ofrenda. Dentro de una semana haré que llueva cuarenta días y cuarenta noches y destruiré el mundo.

Dios le dijo a la serpiente: por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias, sobre tu vientre andarás y polvo comerás todos los días de tu vida.

Dios le dijo a Moisés: yo soy el que soy.

Y Dios le dijo al pastor Alberto Santana, natural de Junín y residente del Callao: hijo mío, quiero ser tu banquero.

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Con aquella llamada dentro de la llamada, que es como se conoce al sonido de la voz divina dirigida directamente al oído de un mortal, fue que el pastor Santana entendió que el Señor no amaba su pobreza: cuando llovía, el agua se colaba por el techo de su humilde casa sin baño.

Santana ya le había echado el ojo a una iglesia en lo alto de una colina de El Ermitaño, en el populoso distrito de Independencia. Ahí es donde en 1994 fundó la Iglesia Cristiana Mundial del Aposento Alto, nombre de críptica índole inmobiliaria.

Empezó con tres seguidores, y pronto sintió terrenal envidia por la nutrida convocatoria de las polladas vecinas. La gente prefería comer pollo que rendirle culto al Divino. Además, apareció una caja de brujerías en las proximidades del templo. Estaba llena de escorpiones.

Los vecinos empezaron a ver un caballo blanco que galopaba por ahí, una epidemia de paperas afectó a sus contados feligreses, y llantos de bebés asolaban las noches. Para colmo de males su prédica subiendo y bajando cerros acabó estropeando su estupendo par de botas vaqueras estilo Django. Pero Dios no nos da pruebas que no podamos superar. Ahí fue cuando Santana entendió que un efecto colateral de su ministerio era salir de misio.

La clave para la correcta interpretación de esa misión la cuenta el propio Santana1: residía en el apropiado usufructo tanto del diezmo como de las ofrendas. Que son lo mismo pero diferentes: el diezmo es de Dios; la ofrenda, del Hombre. Pero ambas son entregas voluntarias de dinero en nombre de Dios que, por celestiales, caen libres de impuestos en manos de quien cree.

El pastor empezó a prosperar. Fundó el Ministerio Mundial Asociados Dr. Alberto Santana y la Iglesia Predicadora de la Ley Divina Los Guerreros de Dios. Compró propiedades en Comas, Independencia, Carabayllo, San Juan de Miraflores, Cañete, Ate. Se hizo dueño de Radio Fe y de la Escuela de Ministros Alberto Santana, donde se prepara a una generación de hombres y mujeres para que cumplan con amor y temblor las santas leyes de Jehová. Al mando de esta productiva industria del espíritu, el pastor vive ahora en La Molina. Llega a su templo en 4x4 o en limosina.

El último pedido de Dios fue que comprase el estadio de Alianza Lima. Una vez alejado de la carga impía e inútil del balompié, dicho edificio se convertirá en un megatemplo donde 50 mil personas encuentren un conducto desinteresado y obsequioso de entregarle su dinero a Dios. Vía el pastor Santana, su contable elegido.

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