Fernando Ampuero fue subdirector de la revista Caretas, director de Jaque y Somos, editor general de Canal N.
Fernando Ampuero fue subdirector de la revista Caretas, director de Jaque y Somos, editor general de Canal N.
Dante Trujillo

Ampuero (Lima, 1949) no requiere mucha presentación: es uno de los escritores más reconocidos y admirados y también queridos de nuestro país. Por ello y por la vastedad de su obra, que incluye crónica, poesía, teatro, novela y algunos de los cuentos más memorables escritos en estos pagos, la Cámara Peruana del Libro le concederá el Premio FIL Lima de Literatura 2018. La ceremonia será el miércoles 25, a las 19:00. Antes presentará una nueva edición de Lobos solitarios (sábado 22, a las 19:00), y luego su libro de memorias La bruja de Lima (5 de agosto, misma hora).

Siempre has dicho que tu vida está marcada por el embrujo de las palabras, que escribir es una especie de maldita bendición. Cuando reencarnes y te enteres de que no puedes volver a hacerlo, ¿qué te gustaría ser?
Un artista en la clandestinidad, como Banksy; es decir, alguien con identidad secreta, lo que será una ventajosa protección en el mundo futuro de las redes sociales.

¿Qué te provocó el otorgamiento del Premio FIL Lima de Literatura, que creo que es el primero a toda tu trayectoria?
Dos emociones muy definidas: sorpresa e inquietud… Antes que un autor de laureles, yo soy un autor de abrazos. Y tales abrazos, que durante años he recibido de los amables lectores que gustan de mis libros, son para mí tan reconfortantes como los mejores premios literarios. Existe, desde luego, una historia de fondo. Siendo muy joven, mandé una novela a un concurso, y, cuando el jurado se pronunció, quedé dramáticamente desconcertado al enterarme de que no había sido el ganador… ¡No lo podía creer! Decidí ahí mismo no exponerme más a esa penosa situación y, desde entonces, no participé en concursos. Pero lo fantástico del premio de la FIL es que no necesitas concursar. Solo te lo dan. Es como algo que te cae del cielo.

Los homenajes suelen ser la revisión de una obra relevante, pero tienen un deje de cierre. Tú estás lejos de cerrar el quiosco, pero ¿qué te queda por escribir?
Llevo mucho en el ejercicio de la escritura, que suele ser un rudo oficio, pero no sé hasta cuándo tendré fuerzas e ilusión para seguir dándole. Siempre me digo a mí mismo que voy a descansar. Que solo debería viajar y leer, pues todavía me faltan viajes y lecturas. Pero no lo hago. Tal vez porque me volvería un neurótico insoportable y mi familia no me aguantaría… Pero, en fin, no sé en qué voy a meterme cuando la memoria y la imaginación hagan otra vez su trabajo; mira, cuando lo sepa, nos tomamos un café y te lo digo.

Hablando del asunto, ¿qué autores peruanos crees que deberían ser más reconocidos?
Vargas Vicuña tiene un pobre reconocimiento. Fue un escritor que cuajó en sus cuentos un expresivo lenguaje coloquial andino. Otro gran olvidado ha sido Edmundo de los Ríos, autor de una novela brillante y compleja, Los juegos verdaderos, aunque por fortuna esto se ha corregido por todo lo alto el año pasado. Y Laura Riesco, escritora de prosa impecable; a mí me gustaría que su obra fuese mucho más reconocida y difundida.

Los homenajes animan los balances: si tuvieras que escoger tres cuentos tuyos y salvar una novela del incendio, ¿cuáles serían?
¡Qué trance difícil! De mis cuentos, a estas alturas de mi vida, escojo “Malos modales”, “Taxi Driver sin Robert de Niro” y “Lobos solitarios”, aunque esa tarea yo se la dejaría al tiempo, que, como decía Borges, es el mejor antologador. En cuanto a la novela que salvaría, no estoy seguro. Antes hubiera pensado en Caramelo verde o Loreto; hoy prefiero una historia más personal y de temple lírico, Sucedió entre dos párpados.

¿Cómo sigue tu proyecto memorístico? ¿Se quedará por ahora solo en La bruja de Lima?
Por ahora, sí. Y tomará un largo tiempo. He elaborado una lista de ideas que lucen interesantes, pero aún no defino lo que será la segunda entrega.

Eres un fino cazador de novedades literarias. ¿Qué te ha impresionado recientemente?
Ahora estoy leyendo La flor azul, una novela de Penelope Fitzgerald sobre un personaje del siglo XVIII, el barón Friedrich von Hardenberg, que fue el poeta conocido con el seudónimo de Novalis. Es un libro divertido y erudito. En la contratapa aparece una entusiasta recomendación de Jonathan Franzen, autor que nos visitará en la FIL.

El periodista que también eres, el investigador, ¿no siente el llamado del oficio en estos tiempos de destapes y pillería?
Claro que sí, pero, bueno, he querido ser equitativo con las dos vocaciones que han regido mi vida: el periodismo y la literatura Y, a decir verdad, yo he dado mucho tiempo a la primera. Ahora la literatura reclama lo suyo. Pero, por suerte, el país no está desamparado: tenemos en la trinchera a Gustavo Gorriti, gran periodista incombustible, así como a varios grupos tenaces de unidades de investigación con periodistas independientes.

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