Óscar Colchado recibió el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo en el 2002.
Óscar Colchado recibió el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo en el 2002.

El 26 de abril, en una ceremonia especial, el escritor Óscar Colchado Lucio recibió el Premio Casa de la Literatura Peruana 2018. Dice dicha institución que se hizo acreedor al reconocimiento “por haber renovado la mirada sobre el mundo andino, recoger la riqueza de la tradición oral de las diversas regiones del Perú, y reelaborarla a partir de las estructuras de los relatos de aventuras de los clásicos de la tradición occidental”. Un mérito indiscutible.

¿Cree que ser profesor le ayudó a configurar el universo que los niños disfrutan en sus cuentos infantiles?
Es posible. Yo trabajé como docente hasta 1989. Después lo dejé para dedicarme plenamente a la literatura, porque la docencia me quitaba tiempo para la creación. Aquí en Lima enseñaba en un colegio de El Agustino, Los chancas de Andahuaylas, donde la mayoría eran migrantes andinos, sobre todo del sur. Para mí fue un tesoro encontrarme con ese mundo. Mis alumnos eran limeños de padres migrantes, y compartían su cultura. Ese material que recogí me sirvió para escribir una novela para niños que se llama Cholito en la ciudad del río hablador, que es la historia de estos niños o de sus padres migrantes.

Encontró una correspondencia entre su historia y la de sus alumnos.
Claro. Yo conversaba con ellos, que traían el habla de sus padres, esa especie de quechuañol. Así me enteraba de los mitos, leyendas y cuentos populares que sus familias habían traído desde su tierra.

¿Usted por qué migró?
Yo siempre fui un migrante, una especie de mitimae. De niño estuve en varios lugares, y cuando mi padre murió, mi madre y yo fuimos a vivir a Chimbote y luego a Lima. Aquí estuvimos un año, para luego regresar a Chimbote. Cuando me gradúo de profesor, mi resolución para trabajar en un pueblito de la Cordillera Negra al que se llegaba tras recorrer tres horas en carro y luego cuatro horas a caballo. Después me tocó trabajar en otros pueblos pequeños, y finalmente volví a Chimbote trabajé hasta 1983. Mi venida de Chimbote a Lima, en 1983, es para dedicarme más en la literatura. En Chimbote había tenido una amplia actividad cultural, pero la ciudad me quedó corta. Vine a Lima porque necesitaba estar cerca de editores, de poetas y narradores reconocidos para yo aprender de ellos y desarrollarme más. Para suerte, en cuanto llegué, gané el Copé de cuento, que era el más importante en ese tiempo.

En Chimbote fundó el movimiento literario Isla Blanca, que hasta ahora se mantiene.
Fuimos cinco los fundadores. Nos turnábamos el trabajo de sacar la revista Alborada, algunos opúsculos de poesía o de cuento, y para dirigir un programa radial. Desde el 2010 el grupo quedó en manos de gente más joven que le está dando otra dirección de acuerdo a la época, y van muy bien, están publicando continuamente.

Dejó la docencia para dedicarse a la literatura. Muy pocas personas pueden vivir de lo que escriben. ¿Se considera privilegiado por ello?
Bueno, sí. He tenido suerte. Creo que hay que tener suerte y trabajar bastante. Siempre mis libros han sido buscados aquí y en provincias. Sí se han vendido y por eso yo he seguido adelante. Gracias a que he tenido un mercado que cada vez se ha ido ampliando, yo puedo vivir de la literatura. Vivir decentemente, tampoco es que gane mucho. Los que ganan más que yo son los piratas.

Sus libros son bastante pirateados. La mayoría suele decir que cuando se piratea a un autor es porque este es exitoso ¿Cómo enfrenta este tema?
Pues me piratean bastante, y yo no sé si me ayuda como publicidad. De repente funciona mejor que repartir volantes, pero es difícil combatir la piratería. Se ha hecho una enfermedad porque no hay una decisión de las autoridades encargadas de este tema. He querido combatirla muchas veces, he contratado a personas para que hagan seguimiento a los lugares en los que se editan mis libros, pero me cansé porque por aquí descubría un lugar y por allá aparecía otro. Un esfuerzo particular tan pequeño no puede controlar el problema, tiene que hacerse desde el Estado y con una política cultural de por medio.

¿Cómo ve el panorama de la literatura infantil?
Va bien, sí, y no solo para mí, sino también a muchos escritores peruanos que han incursionado en este ámbito. Creo que su éxito tiene que ver, en parte, con la existencia del plan lector, pues al volverse obligatoria la lectura de 10 libros al año, los profesores se ven en la necesidad de buscar los libros que resulten más adecuados para los alumnos. El tema con mis libros, sobre todo para niños, es la apuesta por la identidad cultural. Yo procuro rescatar la gran mitología oral que tenemos, que es una cosa poco explotada por nuestros grandes escritores. Mi trabajo va más allá de la simple recopilación, o la recreación: yo procuro hacer una novela con personajes fabulosos de la mitología andina, dándole un argumento interesante. Y es que las grandes obras están hechas con la mitología de los pueblos.

¿Por eso escogió hacer su literatura hablando de la mitología andina?
Yo no la escogí, ella me escogió a mí. Desde niño escuché historias orales, leyendas, cuentos de pishtacos, de condenados que me asustaban. Todo eso fue internalizándose en mí, y yo tuve cierta predisposición, de nacimiento, para lo mágico y lo misterioso. Todo eso debe haber contribuido para meterme en esos temas. No fue que yo los ubiqué y pensé “aquí hay mitos, los voy a incorporar en mi literatura”. Eran cosas que ya llevaba dentro.

¿Leía mucho de niño?
Tuve suerte de que mi padre tuviera una pequeña biblioteca. Él era un campesino que a veces desarrollaba labores de comerciante, pero era un buen lector. Siempre que venía a Lima llevaba a casa muchos libros. Gracias a él descubrí Oliver Twist, El Conde de Montecristo, Las mil y una noches, o libros sobre piratas.

Ha dicho que la gran literatura se alimenta de los mitos, pero ahora que está en boga la autoficción, ¿cree que es posible escribir gran literatura?
Bueno, son modas. Siempre va a haber alguna corriente, y quienes la sigan. Hay escritores que trabajan historias de sus padres, quieren contarlas y lo hacen, algunos porque les viene de adentro, y otros lo hacen por imitación. El tema está en quienes lo hacen porque verdaderamente quieren hacer ese tema, les sale bien. Son corrientes que se cruzan, y todas tienen su aceptación para determinado público. Ahora la narrativa se ha diversificado y los lectores tienen muchas opciones para escoger.

Hablando de historias de familia, su hija que también es escritora.
Sí, mi hija Patricia es poeta, cuentista, dramaturga, novelista, dibujante, bailarina de ballet. Yo tengo tres hijas, pero solo una se inclinó por la literatura, a pesar de que a las tres les ofrecí el mismo entorno. Parece que las cosas son de nacimiento, que influye el entorno pero no es determinante. El fuete de Patricia es la poesía. Es muy talentosa. Tiene también mucha capacidad crítica. Ella ve mis libros y me corrige, ella ahora es mi profesora.

Usted también escribe poesía.
Yo escribo poesía, cuentos, novela y literatura infantil, pero empecé escribiendo poesía, e incluso he ganado dos premios por ello. Sigo escribiendo poesía, pero no he querido opacar mi narrativa, que es a la que más horas dedico. Creo que cuando un escritor revela muchas facetas, al final nadie logra ubicarlo en una exclusivamente. Yo cuando publico poesía solo pongo que soy poeta y que he publicado tales libros y he ganado tales premios, y no menciono nada de que soy narrador; y cuando publico mi narrativa, generalmente no pongo nada de poesía.

Lo han llamado el heredero de Arguedas. ¿Cómo recibe comentarios como ellos?
Me enaltece grandemente. José María Arguedas es un gran referente para mí, yo aprendí mucho de él, es uno de mis primeros maestros. Mis referentes peruanos son Arguedas, Ciro Alegría, Eleodoro Vargas Vicuña..y en América Roa Bastos, Carpentier, Miguel Ángel Asturias. Son mis mayores referentes en lo que concierne descubrir América desde nuestras raíces, han trabajado con mitos y leyendas y han desarrollado esa literatura nuestra que viene desde tiempos pres hispánicos, una literatura vigorosa, que a pesar de que extirpadores de idolatrías trataron de evitarlo, ha persistido en el tiempo. Todavía se escribe poesía quechua, cuentos, poesía. Yo tengo una propuesta, la de contagiar al resto de mis colegas que tienen también esa predisposición para apostar por nuestra tradición, y consiste en rescatar la mitología que tenemos y hacer bellos libros y poner al Perú en un lugar donde su mitología sea tan respetada como otras. Como la mitología griega. ¿Por qué no?

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