Stephen King vuelve con El bazar de los malos sueños, libro compuesto por relatos nuevos y revisados. (Ilustración: Manuel Gómez Burns)
Stephen King vuelve con El bazar de los malos sueños, libro compuesto por relatos nuevos y revisados. (Ilustración: Manuel Gómez Burns)

Doug Clayton, agente de seguros natural de Bangor, viajaba rumbo a Portland, donde tena reservada una habitacin en el hotel Sheraton. Prevea llegar a las dos como muy tarde. Eso le dejaba tiempo de sobra para una siesta (lujo que rara vez poda permitirse) antes de salir a buscar un sitio donde cenar en Congress Street. Al da siguiente, por la maana bien temprano, se presentara en el Centro de Congresos de Portland, cogera su placa de identificacin y asistira junto con otros cuatrocientos agentes a una conferencia titulada Incendios, tormentas e inundaciones: seguros para catstrofes en el siglo XXI. Al dejar atrs el mojn del kilmetro 131, Doug se acercaba a su propia catstrofe personal, pero esta no se corresponda con ninguno de los temas abarcados en la conferencia de Portland.

Haba dejado el maletn y la maleta en el asiento trasero. En el del acompaante llevaba una Biblia (la versin del rey Jacobo; Doug no aceptaba ninguna otra). Era uno de los cuatro predicadores laicos de la Iglesia del Santo Redentor, y cuando le tocaba pronunciar el sermn, se complaca en llamar a su Biblia el manual de seguros supremo.

Doug haba aceptado a Jesucristo como su salvador personal despus de abandonarse a la bebida durante una dcada que abarcaba desde el final de la adolescencia hasta casi los treinta aos. Esa juerga de un decenio termin con un coche para la chatarra en un accidente y treinta das en la crcel del condado de Penobscot. La primera noche en aquella celda pestilente no mayor que un atad se hinc de rodillas, y haba seguido arrodillndose todas las noches desde entonces.

Aydame a mejorar, implor en su oracin aquella primera vez y todas las dems veces a partir de ese momento. Era una sencilla plegaria a la que el Seor haba dado respuesta, primero multiplicada por dos, luego por diez, luego por cien. Pensaba que, pasados unos aos, se multiplicara por mil. Y qu era lo mejor de todo? Al final lo esperaba el cielo.

La Biblia estaba ajada, porque la lea a diario. Le gustaban todos los relatos que contaba, pero el que ms aquel en el que meditaba con mayor frecuencia era la parbola del Buen Samaritano. Haba basado sus sermones en ese pasaje del Evangelio de san Lucas en varias ocasiones, y los feligreses del Santo Redentor, que Dios los bendijera, despus siempre le haban dispensado elogios con generosidad. []

Si algo horrorizaba a Doug Clayton era la posibilidad de obrar como el levita de esa parbola. Negarse a ayudar cuando alguien necesitaba ayuda y dar un rodeo. As pues, cuando vio la ranchera embarrada poco ms all de la entrada a la va de acceso del rea de servicio vaca los conos de color naranja volcados delante del vehculo, la puerta del conductor entreabierta, dud solo un momento antes de poner el intermitente y desviarse.

Estacion detrs de la ranchera, encendi las luces de emergencia y se dispuso a apearse. Advirti entonces que, aparentemente, la ranchera no llevaba matrcula en la parte de atrs, aunque era tal la cantidad de barro que resultaba difcil saberlo con certeza. Doug cogi el telfono mvil de la consola central del Prius y se asegur de que lo llevaba encendido. Ser un buen samaritano estaba bien, pero no extremar la cautela al acercarse a un coche de aspecto indeterminado y sin matrcula era una estupidez total.

Se encamin hacia la ranchera con el mvil en la mano izquierda, sujeto no muy firmemente. No, no tena matrcula, en eso no se haba equivocado. Escrut a travs de la luna trasera y no vio nada. Demasiado barro. Se dirigi hacia la puerta del conductor, pero de pronto se detuvo y, con el entrecejo fruncido, observ el coche en su conjunto. Era un Ford o un Chevrolet? Imposible saberlo, y eso era extrao, porque l deba de haber asegurado miles de rancheras a lo largo de su vida profesional.

Tuneada?, se pregunt. En fin, poda ser pero quin se tomara la molestia de tunear una ranchera para darle una apariencia tan annima?

Eh? Hola? Tiene algn problema?

Apretando un poco ms el telfono sin darse cuenta, se aproxim a la puerta. Acudi a su memoria una pelcula que de nio lo haba aterrorizado, algo sobre una casa encantada. Una pandilla de adolescentes se acercaba a una casa vieja abandonada, y cuando uno de ellos vea la puerta entornada, susurraba a sus amigos: Mirad, est abierta!. El espectador deseaba prevenirlos para que no entraran, pero por supuesto entraban.

Eso es una idiotez. Si dentro de ese coche hay alguien, podra haberle pasado algo.

Por supuesto, caba la posibilidad de que el individuo hubiese ido al restaurante, quiz en busca de un telfono pblico, pero side verdad le pasaba algo

Hola?

Doug tendi la mano hacia el tirador, se lo pens mejor y se inclin para mirar a travs de la abertura. Qued consternado ante lo que vio. El asiento estaba embarrado, como tambin el salpicadero y el volante. Un pringue oscuro goteaba de los anticuados mandos de la radio, y en el volante se vean huellas que no parecan exactamente de unas manos. Para empezar, las marcas de las palmas eran enormes; las de los dedos, por el contrario, eran estrechas como lpices.

Hay alguien ah? Se cambi el telfono mvil de mano y sujet la puerta del conductor con la izquierda para abrirla del todo y mirar en el asiento de atrs. Hay alguien heri?

Tard un momento en registrar un hedor insoportable, y de pronto estall en su mano izquierda un dolor tan intenso que pareci recorrer todo su cuerpo, dejando un rastro de fuego e inundando de sufrimiento todos los espacios huecos. Doug no grit, no pudo. Se le cerr la garganta a causa de la repentina conmocin. Baj la vista y vio que el tirador de la puerta pareca haberle atravesado la palma de la mano.

Apenas le quedaban dedos. Solo vea los muones, justo por debajo del primer nudillo, all donde naca el dorso de la mano. El resto lo haba engullido de algn modo la puerta. Ante la mirada de Doug, el dedo medio se parti. La alianza nupcial se desprendi y cay al asfalto con un tintineo.

Notaba algo. Dios santo, Jess bendito, era algo semejante a unos dientes. Masticaban. El coche estaba comindosele la mano.

Doug intent retirarla. El salpicn de sangre manch en parte la puerta embarrada, en parte su pantaln. Las gotas que alcanzaron la puerta desaparecieron de inmediato con un dbil sonido de succin: slurp. Por un momento casi logr zafarse. Vea resplandecer los huesos de los dedos all donde la carne haba sido succionada, y vislumbr una breve y horripilante imagen de s mismo masticando un ala de pollo del Kentucky Fried Chicken. Relo bien antes de dejarlo, deca siempre su madre, la carne ms sabrosa es la que est cerca del hueso.

Sobre el autor

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Stephen King(Maine, EE. UU., 1947) es, actualmente,el ms importante cultor del gnero de horror. Entre sus ms de 50 libros publicados, se encuentran clsicos como Carrie (1974), El misterio de Salems Lot (1975), El resplandor (1977), la saga La torre oscura (1982-2012), muchos de ellos llevados al cine y la televisin. En 2003 recibi la Medalla de la National Book Foundation y en 2007 el Grand Master Award de la asociacin Mystery Writers of America.

Sobre el libro

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Ttulo: El bazar de losmalos sueos Autor: Stephen King Editorial: Plaza Jans Editores Pginas: 608

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