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Diana Gonzales Obando

El pasado 14 de febrero una foto se volvió viral en las redes sociales: varias motos, con sus cajas amarillas que llevaban el símbolo de Glovo, estaban estacionadas en la puerta de una tienda de la avenida La Marina. Era San Valentín y decenas de glovers estaban comprando rosas, peluches, tarjetas y otros regalos para después entregarlos a sus enamorados clientes que los habían solicitado a través de la aplicación. Ese día las ventas por este sistema aumentaron en 75 %. Los agitados motociclistas hicieron 100.000 viajes solo en Lima. Algo que se va haciendo común en una ciudad —como muchas otras en el mundo— que se mueve a través de una aplicación. Una urbe que parece caminar a través de íconos en los celulares de la gente; de apps que sirven para comprar flores, entradas para el cine o medicinas a medianoche; o que resultan también útiles a la hora de buscar empleo. Si no, que lo digan los muchos ciudadanos venezolanos que se han empleado a través de este sistema y que ahora hacen taxi a través de Uber o Beat o Cabify; o dejan pizzas como glovers o ciclistas de Rappi.

De pronto, ver a turistas que entran y salen de tranquilos edificios o casas que en nada se parecen a un hotel también se ha vuelto cotidiano. Ello se hizo posible a través de Airbnb, la aplicación que está cambiando los alquileres en el mundo. Con Airbnb el turismo se mueve desde el celular, a costos atractivos y sin intermediarios.

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—Nuevos paisajes—
La voz de una mujer con acento español parece ser el nuevo soundtrack de Lima. Es la voz de Google Maps y Waze que dicta las indicaciones para que nos movamos de un lugar a otro. En el fondo, estamos hablando de modelos de negocio que están cambiando nuestra relación con la ciudad.

¿Quieres cambiar el GPS de color azul de Google Maps por un auto? Sigue este sensacional truco y realízalo en el mapa. (Foto: Google)
¿Quieres cambiar el GPS de color azul de Google Maps por un auto? Sigue este sensacional truco y realízalo en el mapa. (Foto: Google)

Las urbes aliadas de las tecnologías —dicen los especialistas— pueden ser muy bien aprovechadas, ya que brindan beneficios a los ciudadanos e incluso pueden convertirse en una oportunidad para generar empleos e incrementar la economía; sin embargo, los vacíos legales y la falta de regulación pueden llegar a ser enormes problemas que se salen de control, como sucede en París, la ciudad más visitada del mundo. Ahora, con plataformas como Google Maps se puede viajar y conocer Roma o la Cochinchina (que sí existe: se encuentra al sur de Camboya), sin salir de una habitación. Las calles son reservas de datos para generar nuevos datos y nuestra casa es una imagen a la que se puede visitar en Google Street View.

—Deformar la ciudad—
Airbnb nació como una buena idea de internet —cuenta Javi Sánchez en la revista GQ—: compartir, conocer gente y sacarse unos euros”. Se pretendía conectar a los turistas con una experiencia interesante y económica. No se preveían los cambios profundos en las estructuras de la economía y el rostro de las ciudades que se manifestaron después.

¿Se imagina salir a comprar a la bodega de la esquina y en su lugar encontrar una boutique de lujo? ¿O salir un domingo temprano a comprar el pan y no encontrar la panadería, sino una tienda de souvenirs? Esto ya sucede en París.

En un libro publicado recientemente —Airbnb. La ciudad uberizada, escrito por el teniente alcalde de París y miembro del Partido Comunista Francés, Ian Brossat—, se hacen fuertes afirmaciones sobre esta compañía, una de las multinacionales que encontró en el rubro turístico su punto de desarrollo.

(Foto:Difusión)
(Foto:Difusión)

Brossat, quien también se encarga del área de Vivienda, Emergencia Habitacional y Vivienda Sostenible en la comuna parisina, explica cómo la empresa californiana llegó a Francia: a través de lobbies y ciertas mañas, se aprovechó de ciertos vacíos legales para evitar pagar impuestos y no tener ningún tipo de restricción. Según el libro, el tsunami que representa la alta oferta y demanda de alquileres de corta duración para turistas ha impactado en el mercado inmobiliario y el acceso a vivienda, de tal manera que será bastante difícil recuperar la imagen romántica de la capital francesa. “Desde 2018 y con el aumento del poder del alquiler de corta duración, los inversores inmobiliarios han comprendido rápidamente que un bien dedicado a este tipo de alquiler era más rentable que un alquiler tradicional alquilado durante varios años a la misma familia. Así que compraron miles de viviendas, desalojaron a sus inquilinos y las convirtieron en ‘alojamientos Aribnb’ decorados de forma impersonal y concebidos para acoger turistas por rotación todo el año”, escribe.

Los turistas ingresan a la ciudad y se van después de algunos días, pero estamos hablando de millones de ellos repitiendo esta dinámica. Según la agencia AFP, en 2018 la Ciudad Luz volvió a batir el récord de turistas extranjeros: se registraron 35 millones (más que la población peruana). Mientras tanto, ¿qué pasa con los parisinos que tienen que alquilar si no queda espacio para ellos? ¿Qué pasa con las viviendas para estudiantes o inmigrantes que no tienen el poder adquisitivo para comprar propiedades? Así surgió la crisis según Ian Brossat. Se les fue de las manos y es una situación que se viene replicando en otras grandes ciudades: “En el barrio más turístico de Barcelona, el Barrio Gótico, la población no deja de disminuir bajo el efecto de las segundas residencias y de la invasión de Airbnb”. Los habitantes están huyendo de su ciudad.

Bajo este efecto, las casas ya no son casas, son alojamientos. La ciudad se deconstruye pensando en el turista de paso y ya no en el habitante perenne.

Con una inversión superior a los US$5 millones, Rappi se expandió a Arequipa. Desde junio operan en diferentes distritos, con un radio de acción de 13km2 para dar la mejor calidad del servicio, que se extenderá a 140km2 en los próximos 2 meses.
Con una inversión superior a los US$5 millones, Rappi se expandió a Arequipa. Desde junio operan en diferentes distritos, con un radio de acción de 13km2 para dar la mejor calidad del servicio, que se extenderá a 140km2 en los próximos 2 meses.

—El Perú: un celular y una moto—
Los especialistas llaman a esto economía colaborativa. Es decir, las plataformas por aplicaciones eliminan a los intermediarios y conectan al usuario con quien da el servicio. Como consecuencia, el Estado no recibe impuestos —o recibe muy poco—, aunque los ingresos —si sumamos los de todos los usuarios— son ingentes. Para un país con altas tasas de informalidad como el nuestro, la aparición de aplicaciones para servicios de transporte, como Uber, Cabify, Easy Taxi; o de delivery, como Glovo y Rappi, son nuevas oportunidades para generar ingresos. Los emprendedores peruanos han encontrado un nuevo nicho para el cual solo es necesario un smartphone y un vehículo.

Si bien tras la aparición de Uber en el Perú se alzaron algunas voces de protesta, estas no alcanzaron la violencia vista en Buenos Aires. Las empresas digitales de economía colaborativa generan mayores problemas sociales en ciudades cuyos servicios están regulados. Por ejemplo, en Argentina no está permitido hacer taxi sin pertenecer a alguna empresa formal; en nuestro país, sucede lo contrario. Aquí la informalidad también es parte del paisaje. Por eso los taxis por aplicación le dan al usuario eso que no tenía: relativa seguridad y un precio apropiado. Muchos choferes vieron ahí una nueva oportunidad de trabajo.

Rodrigo Isasi, socio y director de Insitum, consultora especializada en temas de innovación, encuentra interesante que a través de estas plataformas se puedan hacer negocios que no existirían sin ellas. “Sobre la base de la economía colaborativa habilitada por el uso de las tecnologías, hay un cambio de paradigma”, afirma. “En un país como el Perú —dice— con mucho emprendimiento de subsistencia y con altos niveles de informalidad, estas plataformas pueden encontrar o significar un ingreso en la economía formal”.

Para el abogado y periodista Augusto Townsend, los beneficios dependen de la óptica con que se miren: “Por el lado de la oferta, puede ser positivo. Una persona durante unas horas, en su tiempo libre, se dedica a taxear. Pero, si se extrapola este modelo a toda la economía, la situación se vuelve bien complicada”. Según Townsend, estos tipos de trabajo no aseguran una economía de ingresos estables ni beneficios laborales: “Se está generando un cuestionamiento bien fuerte por el lado de que la economía está creciendo sobre modelos de negocios basados en aplicaciones, pero se está perdiendo la lógica que antes tenía el mercado laboral, la de darle estabilidad a las personas”. El problema de la seguridad es también relevante para Townsend. En caso de accidentes, asaltos o violaciones, ¿quién se hace responsable?

Usuarios podrán usar la función Street View integrada en la aplicación para explorar virtualmente cada puesto y ver claramente los escaparates y los letreros. (Foto: AFP)
Usuarios podrán usar la función Street View integrada en la aplicación para explorar virtualmente cada puesto y ver claramente los escaparates y los letreros. (Foto: AFP)

—Ciudad de datos—
Pero una ciudad movida por apps esconde algo mayor. En cada movimiento o clic se generan datos. Los usuarios pueden saber si un restaurante es bueno o malo a través de la puntuación que le dan TripAdvisor o los guías locales de Google Maps. Ya no es necesario probar la comida, basta con leer un comentario en el celular. Una calificación positiva puede convertir una cafetería de barrio en el lugar de moda, con colas de turistas esperando probar el café. Todo esto se convierte en datos. Y Google los registra de múltiples maneras, desde imágenes e información recogidas por la misma compañía o las que los usuarios voluntariamente comparten en sus cuentas.

¿Cómo Google Maps y Street View (basados en la geolocalización) vienen cambiando nuestra imagen de la ciudad? “Queremos que nuestros mapas representen lo que la gente va a encontrar cuando vaya a ese lugar. Por eso, tratamos de que la tecnología sea una herramienta que ayude a la persona que está hoy caminando por un barrio en Lima a resolver un inconveniente o una consulta”, nos comenta, desde Buenos Aires, Matías Fuentes, gerente de Comunicaciones de Productos de Google para Argentina y el Perú. En su opinión, la compañía solo busca “organizar la información del mundo para hacerla universalmente accesible y útil”.

Algo que los usuarios agradecemos cuando nos envían una moto con las llaves olvidadas en casa, pero que disgustan cuando nos llega al celular publicidad que no hemos pedido solo por haber compartido una foto en alguna plataforma digital. Son los datos el nuevo ‘petróleo’ de las grandes corporaciones y de las ciudades de hoy.

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