Integrantes del ensamble KLEM, de España, quienes tocarán con el compositor peruano Jaime Oliver.
Integrantes del ensamble KLEM, de España, quienes tocarán con el compositor peruano Jaime Oliver.

Una orquesta de cuerdas tradicional se desestructura en el espacio. Un violinista y un chelista vencen la gravedad junto a un lúdico gato, flotando sobre las cabezas de los intérpretes. Detrás, entre arcos de violín y un saxofón, se alza, venida desde otro espacio, una figura colosal que toca un waqrapuku, un cuerno andino. Así se compone el afiche del Tercer Festival Internacional de Música Contemporánea La Trenza Sonora, mediante elementos que reflejan sus intenciones: eliminar las fronteras entre los músicos vanguardistas, y reunirlos en el acto feliz de llevar la música al límite. Durante esta semana se encontrarán artistas formados en conservatorios con jóvenes que practican la música experimental.

“A veces el arte es muy elitista, ¿no? —nos dice Abel Castro, director del festival—.  Lo que queremos es cambiar esa idea”. Esto nos lleva a preguntarnos de qué hablamos cuando decimos “música electroacústica” y “arte sonoro”. Y qué encontraremos realmente en este festival. Aunque la mejor forma de explicarlo es experimentándolo (el festival mantiene su entrada gratuita a todos los eventos), podemos decir que la electroacústica es el lado experimental de la música electrónica, que lleva al límite cómo se pueden producir sonidos a través del uso de nuevas tecnologías: explorar lo que pasa cuando el sonido se vuelve electricidad, y viceversa. Un ejemplo es la propuesta del propio Abel Castro, quien ha creado un instrumento que consiste en prótesis electrónicas colocadas en distintas partes de su cuerpo. Al momento de gesticular o moverse, estas prótesis generan sonidos que salen por diversos parlantes colocados alrededor de la sala.

Muchas de las propuestas del festival se alinean con la idea de integrar el sonido con la visualidad, como los artistas que han llegado a trabajar el sonido a través de las canteras de las artes visuales. Un ejemplo es el trabajo conjunto del matemático Michael Hurtado y la artista Paola Torres Núñez del Prado, quienes con su instalación sonora “Tra-ns-ducciones” nos muestran un conjunto de arena blanca que se mueve gracias a las vibraciones generadas por un software matemático, produciendo distintos diseños inspirados en los kené de la comunidad shipibo-koniba.

Este tipo de experimentación, como reconoce Castro, está lejos de lo que muchos consideran música, pero él confía en que el público se relacione con esta nueva experiencia. Cuenta que, en ediciones anteriores, han invitado a artistas de la Escuela Nacional de Folklore, quienes ya están integrando elementos experimentales a su propio trabajo.

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La búsqueda de novedad y ruptura no se detiene ahí. En su afán de diálogo abierto, el festival contará también con invitados de España, Ecuador y Chile, algunos de los cuales se presentarán utilizando instrumentos de su propia invención. Quizá el ejemplo más simbólico sea el encuentro entre el ensamble KLEM (un renombrado conjunto de música electroacústica de Bilbao) y el compositor peruano Jaime Oliver, conocido por su experimentación con software sonoro. La obra que presentarán, “Memoria de las sombras”, utilizará instrumentos construidos para este evento, como planchas metálicas y ventiladores modificados.

Desde su primera edición, La Trenza Sonora ha abierto fronteras y se ha relacionado con festivales similares en otros países, como Argentina. “Un problema común —comenta Castro— es que hay mucha gente joven que está componiendo obras interesantes, pero que no encuentran el espacio indicado para ejecutarlas, entonces tienen que irse al extranjero para poder producirlas. Por eso siempre invitamos a nuestros festivales a compositores nuevos ”.

Del 6 al 8 de julio, desde las 19:00, en el auditorio del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social - LUM (bajada San Martín 151, Miraflores), nos encontraremos con estas nuevas propuestas. Entre otros participantes, podremos escuchar al ecuatoriano Mauricio Proaño (un guitarrista académico que se aventura con una obra de video y electroacústica, “Concierto para hexápodos”), o al compositor español Íñigo Ibaibarriaga (quien nos trae “Butoh”, una composición entre creación electroacústica para saxo y video-danza, hecha en colaboración con el recientemente fallecido Ko Murobushi).

Con más de 20 músicos que entrelazan influencias, La Trenza Sonora promete consolidar en esta tercera edición lo que se propuso desde su nacimiento: ser un lugar de encuentro.

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