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Entrevistas y
Perfiles

inicio

Los protagonistas
de la captura

Los captores del terrorista Abimael Guzmán tomaron caminos diferentes. Hoy, 25 años después, uno es congresista del fujimorismo, otro se mantiene alejado de los reflectores y el tercero está bajo un mandato de prisión hospitalaria. A ellos, también se suma una fiscal que logró que el genocida y su cúpula fueran sentenciados.

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“La diferencia con los Colina es clara: nosotros respetamos los derechos humanos”

Marco Miyashiro

Congresista de Fuerza Popular

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“La caída de Abimael Guzmán fue una fiesta nacional, nadie lo creía”

Ketin Vidal

Ex jefe de la Dircote

Benedicto, el héroe podrido

POR FERNANDO VIVAS

La azarosa historia del captor de Abimael Guzmán: de la gloria a las acusaciones por asociación ilícita para delinquir y lavado de activos.

Tengo una teoría sobre la podredumbre de Benedicto Jiménez. Cuando vio que Vladimiro Montesinos y Antonio Ketín Vidal le robaron la gloria de haber sido el captor de Abimael Guzmán, bramó, se jaló las mechas y, en su infinita pica, hizo añicos sus escrúpulos. Despojado de los laureles del bien, podía entregarse, sin remilgos, a los brazos del mal.

La historia está bien documentada. Tras la captura en setiembre de 1992, lo enviaron a una agregaduría militar a Panamá para que no contara la verdad: que la hazaña se hizo con pocos medios, a pesar y a contrapelo de las tendencias que primaban en la policía. Pero Benedicto se encontró en Panamá con el periodista Gustavo Gorriti, que vivía otro exilio, y Gorriti contó la versión benedictina en un artículo para “Selecciones del Reader's Digest” (diciembre de 1996).

Benedicto Jiménez fue capturado en octubre del 2014, tras unos meses de dar brincos en la clandestinidad, acusado de asociación ilícita para delinquir y lavado de activos.

Foto: Lino Chipana / Archivo El Comercio

En Lima, la verdad empezó a abrirse paso de una forma inusitada: ¡en una miniserie estelar! Los guionistas de "La captura del siglo" (América TV, setiembre de 1996) tuvieron como fuentes a los policías del GEIN que Benedicto formó. Un colega periodista, Jimmy Torres, con quien entonces trabajaba en “Caretas”, me pidió que lo ayudara a cumplir un encargo de Benedicto. Este había enviado, desde Panamá, una carta de agradecimiento que debía entregar a Cusi Barrio, el director de la miniserie, a quien yo conocía bien. Lo junté con Jimmy. Los tres leímos, emocionados, la carta en la que Benedicto narraba el robo de su gloria y lo resumía con una frase que quedó grabada: "Le abrimos al general Ketín Vidal la puerta de la historia y él la cerró tras de sí".

La macabra ironía es que, con el paso de las temporadas, la gloria le fue restituida a Benedicto, pero ya era muy tarde. Ya no tenía escrúpulos y usó el reconocimiento público como licencia para el mal. Se le despertó –o se le acrecentó si ya lo tenía despierto– el apetito por el dinero, por el poder (en el 2006, fue candidato al Congreso y a la Alcaldía de Lima por el Partido Aprista), por la asociación ilícita para delinquir. Y para esta última se hizo de un socio de polendas: Rodolfo Orellana Rengifo.

De todas las infamias que la prensa le ha documentado y la justicia ha recogido de mala gana, la que más repele es su presunta delación de dos policías encubiertos del Caso Zevallos, asignados a la DEA (El Comercio, 28/2/2007). Se encontró un correo suyo en el que daba los nombres de los policías a quien era pareja de Lupe Zevallos. Él, que había sido policía, arriesgaba la vida de los suyos y sus familias.

Entonces era jefe del INPE. El gobierno aprista tuvo que defenestrarlo. Pero su asociación ilícita con Orellana ya había comenzado, por lo menos en el 2005, cuando ambos fueron denunciados en un comunicado del Colegio de Abogados de Lima. Y llegó al paroxismo cuando, desde la revista "Juez justo", acosaba y difamaba a los fiscales, jueces, políticos y periodistas que perseguían a su socio. La podredumbre del héroe cubría su cuerpo entero.

El candidato de la estrella. El 'sheriff' postuló a la alcaldía de Lima en el 2006 con el Partido Aprista. No pudo derrotar a Luis Castañeda Lossio. Foto: Giancarlo Shibayama/ Archivo El Comercio

Ojalá algún biógrafo acucioso –porque el personaje es digno de tal empresa– establezca si antes de la captura del siglo, Benedicto ya era llevado por el mal. Tiendo a pensar que no, que si tuvo tentaciones, las supo vencer o, en todo caso, no lo llevaron a cometer esas tropelías de las que ya no hay retorno a la bonhomía. Sí he oído y leído al general Ketín Vidal, su consabido enemigo, insinuar que en el ostracismo en Panamá y en los cargos que ocupó después, hubo beneficios salariales y económicos que él supo aquilatar.

Benedicto Jiménez fue el captor de Abimael. No fue el único pero, como jefe operativo del GEIN, fue el autor intelectual. Su compañero en el GEIN, el hoy congresista Marco Miyashiro, lo ha reivindicado, conmovido, como quien dirigió y motivó al grupo y los condujo, generosamente, a la gloria.

La historia lo recordará por lo bueno y por lo malo, pero esa ecuación es muy difícil de resolver, es tarea personal de cada peruano memorioso. Benedicto fue capturado en octubre del 2014, tras unos meses de dar brincos en la clandestinidad, acusado de asociación ilícita para delinquir y lavado de activos. Se había teñido el pelo de azabache, pues había cobrado fama televisiva como viejo detective canoso, un Holmes inofensivo con la inteligencia deductiva como mejor arma; y creía que esa era su imagen indeleble en la retina popular y que nadie lo iba a reconocer como aquello en lo que se había convertido: el renegrido crápula enrolado en la red de Orellana, el héroe podrido.

Benedicto está postrado desde hace unos meses en el hospital de la policía, aquejado –dicen los últimos reportes– de males cardíacos. Ojalá su salud se pueda restablecer, pues la gloria solo existe en su pasado.

La derrota de Sendero en Tribunales

POR RODRIGO CRUZ

Ese sábado 12 de septiembre la fiscal Luz Ibáñez estaba a varios kilómetros de Lima. Se encontraba de nuevo en medio de un operativo con fiscales adjuntos y policías. Tenía que desarticular una de las células más sanguinarias de Sendero Luminoso en Trujillo. Un grupo de terroristas había entrado a una base militar en “La Esperanza” y asesinado a los que ahí descansaban. La fiscal tenía información de que los criminales podían estar escondidos arriba de una colina oscura y alejada. Informantes les dijeron que si subían al Cerro Cabras iban a encontrar una especie de posta médica donde se atendían los senderistas heridos. Solo había una manera de que lo averiguaran.

Esa noche, Luz Ibáñez trepó el cerro con el equipo que la acompañaba. Lo que vio en la cima fue siniestro, pero no menos sorprendente de lo que ya había visto antes: paredes manchadas de sangre, pintas de la hoz y el martillo, los uniformes de los militares asesinados en el piso. Era el típico sello de la brutalidad senderista que ese año, 1992, había alcanzado su máximo de violencia. La fiscal logró algunas capturas, pero el sentimiento de escepticismo no se iba ¿Cómo vencer a esa horda de fanáticos de las que se sabía poco? Sendero era un cáncer que se esparcía.

Hasta que de pronto alguien gritó: “Victoria, victoria”. El operativo se detuvo. Los policías se abrazaron. Una noticia de último minuto llegó desde Lima: el GEIN había capturado a Abimael Guzmán. “Victoria”, repetían alegres los oficiales. Ese 12 de septiembre, Ibáñez después de mucho tiempo sintió un poco de alivio. Sendero podía ser derrotado. “Ese día nos dijimos: la cabeza, al menos, ya cayó, ahora las ramas serán más fáciles”, recuerda la fiscal.

La fiscal superior Luz Ibáñez en su despacho en el Cercado de Lima. Sobre el escritorio, la histórica sentencia de cadena perpetua que logró contra Abimael Guzmán y la cúpula de Sendero Luminoso, emitida un 13 de octubre del 2006

Foto: Hugo Pérez / Archivo El Comercio

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“Jamás podrá prosperar ningún reclamo de los terroristas ante ningún organismo internacional”

Luz Ibáñez

Fiscal Superior a cargo del juicio contra Abimael Guzmán y la cúpula de Sendero Luminoso

En el sexto piso de un edificio antiguo del Cercado de Lima, queda el despacho de la fiscal Ibáñez. El ritmo en el interior es acelerado. Fiscales y asistentes caminan de un lado a otro llevando papeles o contestando los teléfonos. Pareciera que trabajan bajo la urgencia de crímenes cometidos hace unas horas. Pero no es el caso. Desde el 2004, la fiscalía de Ibáñez está abocada a investigar las violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad ocurridos en las últimas décadas. Y eso, en un país como Perú, es como redescubrir la historia con cada expediente.

Hace unas semanas, el equipo de la fiscal logró otra sentencia histórica. Luego de doce años de litigio, el Poder Judicial condenó a dos altos mandos del Ejército por homicidio y detención arbitraria en el Caso Cabitos: un macabro cuartel en Ayacucho, donde en la década de los ochenta se torturó y asesinó a decenas de campesinos en el contexto de la guerra contra Sendero.

Así son los casos que llegan al despacho de la fiscal Luz Ibáñez. Y es por la sensibilidad de sus denuncias, que a la fiscal le es difícil reconocer que, en sus más de treinta años de carrera en el Ministerio Público, haber logrado en el 2006 la cadena perpetua de Abimael Guzmán y la cúpula de Sendero en un tribunal civil es el triunfo profesional más importante de su vida.

Ibáñez nos recibe en su oficina con un vestido morado y una flor celeste en el pecho. Es el mismo atuendo que luce en un folleto de una campaña que inició hace pocos meses y que la tiene entusiasmada. El Estado Peruano la presentó en julio como candidata a jueza de la Corte Penal Internacional de La Haya. En diciembre, de conseguir el voto mayoritario de los 124 Estados miembros, la fiscal podría convertirse en la primera peruana en llegar a ese máximo tribunal.

Ibáñez está en busca de respaldo. Acaba de venir de Nueva York hace unas semanas. Allí pudo conversar con representantes de 51 países, quienes le mostraron su disposición de apoyarla. La fiscal confía que su experiencia es la mejor ventaja que tiene para ganar. No hay otro en la terna que pueda decir que derrotó jurídicamente a una amenaza de la magnitud de Sendero Luminoso.

La fiscal tiene en la pantalla de su computadora la primera página de “Campo de batalla”. Es el libro que está terminando sobre el juicio a Guzmán y la sentencia condenatoria que consiguió, la cual fue ratificada en su totalidad por la Corte Suprema. La condena, durante esta entrevista, está sobre su escritorio. En otros días está en uno de sus estantes. Siempre a su alcance.

En noviembrendel 2004, Guzmàn y la cúpula de Sendero estuvieron sentados por primera vez en el banquillo de los acusados de un juicio civil. Sin embargo, los terroristas aprovecharon la atención mediática para lanzar propaganda senderista. La audiencia terminó siendo suspendida. Foto: AP

En enero del 2003, Abimael Guzmán tuvo una rendija de libertad. El Tribunal Constitucional (TC), en una controvertida resolución, derogó parte de las leyes antiterroristas de la década del noventa que permitieron que el fuero militar condene al cabecilla de Sendero y sus secuaces, un mes después de ser capturados, a cadena perpetua por traición a la patria y terrorismo agravado.

El TC le había dado la razón en parte a una demanda presentada por seguidores del líder terrorista y familiares de condenados por el tribunal castrense, quienes alegaron que los juicios efectuados eran inconstitucionales porque se había procesado a civiles como si se tratasen de militares. Según los demandantes, la condena del fuero militar contravenía los tratados internacionales.

La sentencia del TC no declaró a Guzmán ni a la cúpula de Sendero inocentes, pero sí ordenó que se hiciera un nuevo juicio. Esta vez bajo los estándares de un tribunal civil. En consecuencia, le dio un plazo al Estado para que adecue una nueva normativa antiterrorista. Así, en marzo del 2003 se anuló la condena a Guzmán y se envió el expediente la fiscalía para que aliste su acusación.

El primer intento fue bochornoso y breve. El 5 de noviembre del 2004, la cúpula de Sendero por primera vez estaba sentada en el banquillo de un tribunal civil. Era un acontecimiento histórico en la Base Naval del Callao. Sin embargo, la situación de salió de control: los terroristas aprovecharon la atención mediática y lanzaron arengas lo que provocó que se suspendiera la audiencia.

El juez Dante Terrel, diez días después del vergonzoso incidente en la Base Naval y con apenas tres audiencias realizadas, decidió anular juicio al considerar que este no podía seguir. Dos vocales del tribunal antiterrorista (José de Vinatea de Vara y Carlos Manrique Suárez) se habían abstenido de seguir con el proceso porque dijeron que en anteriores casos ya habían adelantado opinión.

La Corte Suprema decidió darle el juzgamiento de la cúpula senderista al presidente de la Sala Nacional de Terrorismo, Pablo Talavera. En ese contexto, se reveló el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que dio más detalles sobre las atrocidades de Sendero. El juicio a Guzmán se reactivó diez meses después de la primera audiencia, curiosamente un 12 de septiembre.

Ibáñez recuerda ese día como una “pelea campal”. “Desde que sonó la campana, los abogados de Guzmán empezaron a insultarnos. Nos decían epítetos de todo tipo: ‘Fiscal fachistoide’, ‘fiscal siniestra’. Por supuesto, pedí a la Sala que llamara a la orden. Estaba segura que me iban a aplicar una estrategia de guerra. Fui preparada para eso”, dice la magistrada.

Pero lidiar con la defensa de los senderistas no fue lo más difícil, sino armar una acusación sólida, de tal manera que fuera difícil de refutar en juicio. El reto de la fiscal consistió en concatenar cada atrocidad que cometió un miembro de Sendero con la orden de su dirigencia. Probar en juicio que Guzmán estuvo detrás de cada muerte y que su partido no era más que una organización criminal.

La condena del fuero militar no era un punto de apoyo. Ibáñez recuerda que esa primera sentencia tenía a lo mucho treinta hojas y que le faltaban pruebas vitales. Se tuvo que reconstruir el caso. Juntar todas las denuncias y armar un solo “expediente de hechos”. La fiscal no bromea cuando dice que prácticamente tuvo que tumbarse un museo para conseguir evidencia.

Los deudos de las víctimas de la masacre de Lucanamarca claman justicia en el inicio del juicio contra el terrorista Abimael Guzmán y su cúpula en el 2006.

Foto: Hugo Pérez / Archivo El Comercio

Ese museo fue el dte la Dircote. Habían pasado más de diez años de la captura del cabecilla de Sendero y las banderas senderistas, manuscritos, videos, audios no estaban en un expediente, sino en anaqueles. La fiscal pidió autorización y se llevó consigo lo que necesitaba. De esta forma, se empezó a recabar documentos y testimonios que se utilizaron a lo largo del juicio.

“Guzmán siempre decía en su defensa, ¿por qué estoy sentado acá, en el banquillo, si yo nunca he disparado una bala, si yo soy un filósofo? En este nuevo juicio teníamos que ser contundentes y para eso necesitábamos pruebas. Recabamos por ejemplo un archivo en el que Guzmán le reclama a sus seguidores en un Congreso de Sendero por qué no se mató a más dirigentes”, dice Ibáñez.

En total, la fiscal acumuló en el expediente, de más de dos mil tomos, 78 atentados en los que se pudo acreditar la orden de Guzmán. Entre ellos, asesinatos selectivos a autoridades, ataques a pueblos y embajadas. Uno de los testimonios claves fue el de Oscar Ramírez Durand, “Feliciano”. Él declaró que Guzmán fue quien dio la orden en masacres como la de Luccanamarca.

El caso se planteó de la siguiente manera: Sendero Luminoso no era un partido político, sino una organización criminal con una cúpula, mandos medios y operadores que finalmente eran los que ejecutaban las órdenes de arriba. Ningún crimen ocurría sin la anuencia de sus cabecillas. El 13 de octubre del 2006, el Poder Judicial emitió la nueva sentencia de cadena perpetua contra Guzmán y la cúpula de Sendero. En el 2007, la Corte Suprema ratificó en todos sus extremos.

“No creo equivocarme si el juicio contra Guzmán fue uno de los más garantistas que hubo. Guzmán y sus abogados tuvieron tiempo y espacio para defenderse. A veces parecía que la fiscalía era la que estaba recortada. Pero por esa misma razón jamás podrá prosperar ningún reclamo de ellos ante ningún organismo internacional”, recuerda la fiscal.