El 31 de mayo de 1970, un terremoto de 7,8 grados Richter causó el desprendimiento de un bloque del nevado Huascarán, generando un alud que sepultó al pueblo de Yungay, en Áncash. Hoy en día, la antigua ciudad es un Camposanto visitado por miles de turistas.
Sobrevivientes recuerdan con nostalgia, cariño y también tristeza al antiguo Yungay. Pero, en realidad, siguen sobreviviendo a los recuerdos de la añorada tierra y de los seres queridos que ya no volvieron a ver.
Tenía 19 años. Cuenta que en su casa vivían unas 23 personas. Sobrevivió solo él porque había salido a pasear con su enamorada. “. Estaba en la plaza de armas con mi enamorada y vino el terremoto. Vimos cómo se derrumbaba el Huascarán y corrimos a un cerro cercano. Venía una mole botando piedras y chispas. Volteamos y todo estaba blanco, no se vio casi dos días. Nos dimos cuenta que Yungay había sido borrado al 100%. Sueño estar en caminando en el antiguo Yungay, en las esquinas con los amigos.
Tenía 22 años. Se salvó por irse de paseo con un grupo de amigos fuera de la ciudad, en la parte posterior al cementerio. “Atinamos a ponernos en una piedra alta esperando lo que pueda pasar. Pasaban los minutos. Escuchamos que el ruido del alud se alejaba. Nos encontrábamos en una isla. Por todo lado había lodo. Mi papá y mi mamá quedaron en la casa con la intención de dirigirse a mi chacra. No sé si llegaron salir a la chacra o permanecían todavía en la casa, porque después nunca más los he visto”.
Tenía 18 años. Junto al mausoleo construido sobre lo que fue la casa de su hermana, recuerda cómo se salvó: dos días antes se había ido a Lima para ver partidos del mundial de México 70. Murieron 4 de sus hermanos y quedaron 5. Pudo llegar a Yungay tras varios días. “Encontré todo devastado, era increíble, me quedé como un zombi. No tenía reacción para nada. De ahí, cada uno tenía que ver qué hacía por su vida, nos habíamos quedado sin rumbo”.
Tenía 7 años. Su papá y su abuela habían viajado dos días antes. Él y su madre se salvaron por estar en su chacra en una zona alta. “Al tercer día pudimos bajar cuando ya se asentó el polvo y pudimos distinguir que la ciudad ya no estaba, que lo único que flotaba eran piedras, trozos de hielo. Los sobrevivientes empezaron a tratar de poner en buen recaudo a los heridos, que estaban a vista de todos. Y a tratar de enterrar los restos humanos que había y algunos cadáveres que flotaban al margen del aluvión”.
Tenía once años y se salvó con su hermano de un año y medio en un campo cercano a la ciudad. Otro, de 8 años, estaba en el circo del estadio y sobrevivió. Su mamá fue a buscar a otro hijo, pero no volvió. Perdió a cinco hermanos más.
“Veía cómo se caían las casas. La gente corría hacia un cerro, yo no sabía por qué. Corría cargando a mi hermanito de un año y medio. La gente decía ‘miren arriba, se viene el aluvión’. Volteé hacia el Huascarán y vi una nube negra. Al voltear, vi cómo venía el lodo. Llamaba a mi mamá y no estaba. Es muy triste, pasamos por el barro y vimos restos de personas. Cuando uno lo cuenta, se vienen los recuerdos como si fuera ese momento, es difícil controlarse”.
A un kilómetro al norte de la ciudad antigua se ubica actualmente el nuevo Yungay, donde aún viven varios sobrevivientes de la tragedia de 1970. Está ubicada a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, a 55 km de la ciudad de Huaraz, y cuenta con más de 70 mil habitantes. Su alcalde, Enrique Chávez Vara, cuenta que urge cambiar las redes de agua y desagüe, que tienen 45 años, y que su único hospital tiene una infraestructura colapsada, aunque se trabaja en un proyecto para un nuevo nosocomio.
Solo en la Cordillera Blanca hay 14 lagunas que representan un riesgo en caso haya desprendimiento de glaciares. Pero son unas 57 a nivel nacional, principalmente en Cusco, Arequipa, Huancayo y Áncash. Solo en Huaraz hay 50 mil personas en riesgo por los nevados Palcaraju y Pucaranra, que pueden desprenderse sobre la laguna Palcacocha.