CATHERINE CONTRERAS
La Panamericana es una vía que hermana. Y lo es no solo porque conecta el continente de norte a sur, sino que también estrecha lazos culturales y culinarios entre Chile, Perú y Francia. Lo sentimos así cuando llegamos a Entre Ríos, el restaurante del empresario vitivinícola y gastronómico francés Dominique Massenez, dueño de una mansión culinaria ubicada en el kilómetro 110 de la carretera Longitudinal Sur, en la comuna de Rengo, valle de Cachapoal, dos horas al sur de Santiago.
Massenez llegó hace 23 años a Chile, cuando la producción local de vinos solo se diferenciaba entre tintos y blancos, “los primeros correctos, los segundos intomables”, recuerda este francés de Estrasburgo (Alsacia) que inmediatamente decidió invertir comprando tierras para hacer sus propios mostos. De raza le venía al galgo, pues su familia creó en 1870, en Bassemberg (este de Francia), la destilería G.E. Massenez, productora de espirituosos.
Así nació Chateau Los Boldos, en Requinoa, al pie de los Andes. “En el año noventa me convertí en el segundo inversionista extranjero en Chile, en la parte vinícola. Compré una viña abandonada llamada Santa Amalia. Le cambié el nombre para hacer vinos de calidad”.
Pero Massenez se cansó. La vendió al grupo portugués Sogrape. Años más tarde volvió al ruedo: montó una viña boutique llamada Donum Massenez, cuyos vinos maridan la propuesta de su restaurante.
Copa y plato Casi en medio de la nada, una casona de techos verdes invita a hacer una parada. Se trata del restaurante Entre Ríos, uno de los más clásicos décadas atrás, y que Dominique Massenez decidió reflotar, pero a su estilo.
Elegante y lujoso (cuenta con una boutique de vinos con 500 etiquetas de todo el mundo, una sala de catas y comedores para 150 personas), Entre Ríos cumple este mes un año de creado. Pero la sorpresa es que luce en su carta sabores de nuestra cocina, ejecutados por 12 cocineros, seis de ellos peruanos.
“La gran cocina latina es del Perú”, considera Massenez, un enamorado de nuestros sabores, al punto de ensalzar casi por igual platos galos y peruanos. Por ello será que entregó la dirección de los fogones a Roger Jara Cotrina, quien pasó por Malabar y fue reclutado al cerrar Fusión (San Isidro). Con él viajaron a Chile Elsa Tafur y Jorge Astengo, entre otros compatriotas que hoy se esmeran por igualar la reputación que el original Entre Ríos dicen que tuvo en los ochenta.
Siguiendo la propuesta de alta cocina pensada por Massenez, ellos ejecutan tanto un cebiche o un ají de gallina como un boeuf bourguignon o un huevo meurrette. Para algunos puede sonar a arroz con mango, pero tienen acogida.