Ignacio Medina: lee aquí su crítica sobre Osteria Convivium
Ignacio Medina: lee aquí su crítica sobre Osteria Convivium
Ignacio Medina

Recuerdo el nacimiento de la Osteria Convivium, hará cosa de año y medio. Era un local frío e impersonal con una carta manejable, enmarcada por la cercanía; una cocina sencilla y sin golpes de efecto. Verduras a la plancha, olivas rellenas, buenos platos de pasta, alguna pizza… Todo resumido en una veintena de referencias servidas en raciones de formato controlado; nada que ver con los abrevaderos habituales. No hace falta más en un comedor que se quiere cercano y sin tensiones. La normalidad también es un valor. Lo veía entonces como el hermano chico de Simposium, situado pared con pared, y me pareció una alternativa sin complicaciones, aceptablemente resuelta y por lo tanto recomendable. La versión moderna de la casa de comidas italiana, que es lo que viene a significar osteria.

Lo normal es que la búsqueda de nuevos restaurantes te aleje de los que ya has visitado, y no me vuelvo a fijar en Convivium hasta año y medio después. Paso por delante y veo que todo ha cambiado. Donde antes era frialdad hay un espacio cálido y agradable, el mobiliario cubre los vacíos y los colores dan vida al comedor. Desde afuera veo una barra con dispensadores de vinos por copas y aunque también estaba en el antiguo local me anima a pensar que el asunto sigue mejorando. Hasta que llego a la mesa. La reforma del local también ha traído cambios en la cocina. La carta ha saltado de una veintena de propuestas a más de sesenta y donde antes hubo cuidado y atención ahora parece imponerse el descuido. Lo veo con el primer plato que llega a la mesa. Es una fritura de calamar y zucchini absolutamente decepcionante. Sobre todo los calamares –lacios y secos, demostrando que han sido recalentados– y una salsa con mayonesa disfrazada de no sé qué. Los zucchini son medianos e intrascendentes y la salsa de tomate es de las buenas; casera, trabajada y seria.

Es el principio de un recorrido por una cocina que parece sumida en una rutina de la que apenas sale con los platos de pasta. Son el fuerte de la casa y aseguran una buena experiencia. La evidente calidad del producto y el magnífico punto de cocción son bases incontestables. Los rigattoni –macarrones grandes, estriados– con salchicha no decepcionan. Junto a un correcto vitello tonnato son las excepciones a una dinámica que se confirma plato a plato. Nada es descaradamente malo, pero tampoco llega a donde debería estar. Las albóndigas muestran una extraña textura pastosa, el suplí tiene tanto queso que oculta incluso la textura del arroz, la pizza margarita se asienta sobre una masa elástica y poco grata, los langostinos del risotto al azafrán son tan duros y secos que trastocan el plato... La sequedad del producto nace por lo general del exceso en la cocción y se repite en la costilla de ternera a la milanesa y en el pez espada a la plancha.

AL DETALLE
Calificación: 1.5 estrellas de 5
Tipo de restaurante: italiano.
Dirección: Santa Luisa 122, San Isidro.
Teléfono: 221 -8511.
Tarjetas: todas.
Valet parking: sí.
Precio medio por persona (sin bebidas): 90 soles.
Bodega: cara pero muy buena.
Observaciones: cierra sábado mediodía y domingo.

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