Un bebé de meses que come poco, que vomita, que tiene alteraciones del sueño y que no gana peso. Cuando el pediatra descarta una causa orgánica es necesario analizar otros factores, como el nerviosismo que la madre puede transmitirle durante la lactancia.

El Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid presta atención a estos trastornos de la conducta de forma integrada, ya que la alimentación es un proceso en el que las habilidades motrices, sensoriales y de interacción psicológica maduran influyendo unas en otras.

“Poco a poco se ha ido creando un cuerpo de doctrina en el que están reconocidos estos trastornos, aquellos ligados a factores que pueden darse tanto en niños con enfermedades del cuerpo como los que no son orgánicos, pero que tengan que ver con la relación con la madre o con el entorno”, indica Consuelo Pedrón, coordinadora de la Unidad Funcional de Trastornos de la Alimentación del Hospital Niño Jesús, en Madrid.

La pediatra cita trastornos “como la deprivación materna o una madre muy nerviosa por lo que le hubiera podido pasar durante el embarazo o la lactancia, que no es capaz de hacer frente a esas cosas que le estaban ocurriendo y esa sensación de inquietud se la transmite al bebé”.

“Muchos niños no tienen nada indica y ahí es donde tenemos que trabajar con la familia, con la madre, y hacerle ver desde el punto de vista médico que el niño no está gravemente enfermo”.

Una intervención temprana en estos trastornos de alimentación en los primeros años de vida es fundamental para la prevención de posibles alteraciones en el desarrollo emocional del niño y en la construcción de un vínculo afectivo estable con sus padres. El papel del psicólogo es clave para tratar al niño.

AVERSIÓN ALIMENTARIA Otro de los problemas comunes en niños es la aversión alimentaria: niños que solo comen, por ejemplo, puré de un mismo color, de un sabor o de una textura concreta o, incluso, que no mastican.

La doctora explica que muchos de estos casos son niños con problemas neurológicos y, algunos, con trastornos del espectro autista que pueden empezar a manifestar esa conducta a partir de los 12 o 18 meses.

La pediatra critica la actitud de algunos padres ante el temor de que su hijo se atragante, por lo que retrasan el momento de comenzar a introducir los sólidos en la alimentación, que se debe acometer entre los 7 y 10 meses.

“También puede ser cuestión de comodidad para algunos, el niño a los 2 años no tiene que tomar biberón y renunciar a la cena, sino que tiene que tomar la cena (sólida) y completarla con un vaso de leche”, señala la especialista.

Para Consuelo Pedrón, los padres deben asumir su papel de educadores y cree que los casos de trastornos alimenticios en niños “han aumentado porque vivimos en una sociedad más estresada, con menos núcleo familiar, aplicamos menos el sentido común”.