MARÍA PÍA BARRIENTOS Redacción online

Desde 1957 El Cortijo conquistó a los limeños a punta de sabor. En el restaurante surcano no solo se disfrutaban carnes, parrillas y célebres pollos a la brasa. También se cocinaban historias, amores, jolgorios y recuerdos. En 1998 cerró sus puertas tras vender el lugar en el que se enclavó. Prometió volver en pocos meses. La espera duró finalmente 14 años. Hoy vuelve renovado, pero conservando su esencia.

Victor Garibay sonríe detrás de la barra del restaurante que hoy se ubica en Barranco. El barman ya no es el muchacho de 16 años que entró a trabajar al restaurante de Eduardo Muelle. Han pasado los años, pero conserva el amor por el restaurante al que llama “mi casa”. Su jefe fue como su padre y antes de que muriera le prometió que apoyaría siempre a su hijo, ‘Yayo’. Cuando este le pidió que volviera no lo pensó dos veces. Regresó a cumplir su promesa.

“Me siento feliz. A la hora de encontrarnos (con los clientes) a veces nos ponemos tristes. Me dicen ‘cholo, te he extrañado tanto’. Hasta hemos llorado”, comenta Garibay. Él no es el único que volvió. Tanto el maitre como algunos de los cocineros también repitieron el plato.

EL SABOR DE SIEMPRE El pollo a la brasa aparece crocante, todopoderoso. Acompañado por papas, chimuchurri de color amarillo, antecedido por apios y rabanitos. Como antes, como siempre. Cada bocado parece trasladarnos en el tiempo.

“Hemos regresado con el mismo cariño, la misma atención y los mismos productos: el pisco sour, nuestros apios y rabanitos, la misma receta del chorizo, las carnes y el pollo. Aunque (a este último) ahora no lo estamos haciendo a la brasa, como se hacía siempre, sino al cilindro, por un tema de logística”, comenta César Barrios, gerente general de El Cortijo.

Fue Barrios quien tuvo la iniciativa de reabrir el restaurante. “Yo lo hacía más por nostalgia”, afirma. Encontró el local en Barranco y se contactó con la familia Muelle. En menos de 24 horas estos tenían ya una respuesta a su propuesta. Era tiempo de regresar.

Hoy luce diferente, pero sabe igual, aunque con el paso de los años para muchos hoy tendrá otro gusto añadido: a añoranza.

¿DÓNDE IR? Montero Rosas 121, Barranco