Este era el panorama ayer a las 9 a.m. en la sucursal de la cancillería abierta exclusivamente para venezolanos en el Paseo de la República. Muchos llegan desde las 5 a.m. (Juan Ponce / El Comercio)
Este era el panorama ayer a las 9 a.m. en la sucursal de la cancillería abierta exclusivamente para venezolanos en el Paseo de la República. Muchos llegan desde las 5 a.m. (Juan Ponce / El Comercio)

El Ministerio de Relaciones Exteriores ha abierto una sucursal en la avenida Paseo de la República, en San Isidro, para atender los pedidos de refugio de los venezolanos. Al día se reciben unas 700 solicitudes. Al iniciar este proceso, todos los extranjeros reciben un permiso temporal de trabajo.

El jueves 11 de enero llegaron cinco integrantes de una familia de Valencia, Carabobo, para tramitar el pedido. Estaban la madre, Lorghina Graterol, de 39 años, y sus hijas, una de 11, y Loryibeth Salazar, de 21. Esta última iba acompañada por su pareja, Alejandro Hernández, de 24, y cargaba a su pequeño de 1 año. Ninguno milita en algún partido político. Sus cartas las han tramitado bajo el mismo formato que otras muchas familias, que como ellos escapan de la miseria.

Llegaron a Lima el 23 de diciembre del año pasado. “Vinimos por tierra desde Venezuela y nos quedamos con una amiga por dos semanas. Ya luego encontramos donde vivir”, cuenta Lorghina.

Encontrar trabajo no les ha sido fácil. “Allá tenía una tienda de peluches. Cuando llegué, fui a varios locales similares para pedir trabajo como vendedora. Querían pagarme 400 soles el mes”, afirma.

La familia ha escuchado que con el carnet de refugiados será diferente. “Con eso podemos trabajar legalmente dos meses y negociar mejor el sueldo”, dice. Si todo va bien, su esposo también vendría al Perú. “Él está en Argentina. Ya tiene un año allá. Los trámites los hizo rápido, pero no logra adaptarse a la vida”, dice.

Ayer, la cola era larguísima. A las 9 a.m., Humberto, de 39 años, se encontraba a la mitad del gusano que se había formado. “Llegué a las 8 en punto, pero había gente esperando desde las 5 a.m.”, cuenta.

Humberto vivía en Punto Fijo, la ciudad más al norte en Venezuela. “Hace cinco meses vendí mi carro y me vine. Comencé a trabajar en una empresa cargando porcelanatos de lunes a sábado hasta las 8 de la noche. No he tenido tiempo de tramitar el pedido de refugio”, dice.

En diciembre consiguió el dinero suficiente para enviarle un pasaje a su esposa. “Llegó para Navidad. Ella es administradora de empresas y yo técnico petrolero. Quisiéramos trabajar en nuestras profesiones. Ojalá esto nos ayude”, señala.

Samantha, de 20, llegó a la cola a las 9:30 a.m. y logró culminar el trámite a las 11 a.m. Lleva tres meses en el país. Es la segunda vez que realiza el pedido. “Gestioné la solicitud de refugio al mes de llegar a Lima y me dieron un permiso de trabajo temporal, pero ya está por vencer. Hoy vengo a renovarlo. Si no, no puedo conservar mi trabajo”, cuenta.

EN CIFRAS

# 70.000 venezolanos han ingresado al Perú desde fines del 2016 por la crisis humanitaria.
21.500 obtuvieron el permiso temporal de permanencia hasta diciembre del año pasado. Unos 5.000 pedidos estaban pendientes de trámite.
5.000 venezolanos cuentan con carnet de extranjería. Llegaron antes de la crisis y siguieron el trámite ordinario.

Ella ha conseguido empleo en una librería-papelería-fotocopiadora. Allí trabaja, a veces, hasta las 10 p.m. En Caracas era estudiante de diseño gráfico. “Pero allá no se puede vivir”, dice. En Lima tiene un primo que ya obtuvo el permiso temporal de permanencia (PTP).
“Gracias a ese permiso, consiguió trabajo en un restaurante pequeño. Apoya en la caja y también organiza la cocina. Él me animó a venir. Vivo con él y su esposa”, cuenta.

—Aprovechamientos—
Más de 70 mil ciudadanos venezolanos han llegado al Perú desde fines del 2016, según la cancillería. No todos han tenido suerte. “Al principio era difícil que tramitaran el carnet de extranjería porque el Estado les exigía presentar un contrato con una empresa formal, y en el Perú lo que abunda es la informalidad”, explica Paulina Facchín, venezolana activista por los derechos humanos.

Entonces, muchos preferían seguir vendiendo tizanas en las calles. Otros acababan en manos de gente que contrata incluso a menores de edad. “Les ofrecían salarios por debajo del mínimo o condiciones similares al trabajo forzado. A algunos los contrataban solo por techo y comida”, añade Facchín.

“Hay que entender que acá 10 dólares son nada. En Venezuela, con eso, puedes comer 15 días”, asegura.

—Salidas legales—
Ante esta problemática, el Ejecutivo dispuso que los venezolanos que hubiesen ingresado al país hasta el 31 de julio del 2017 en calidad de turistas pudieran solicitar el PTP. Con este se hacía posible trabajar legalmente en el país y abrir cuentas bancarias por el lapso de un año. Ese tiempo debía aprovecharse para tramitar el carnet de extranjería.

“Pero para quienes llegaron al Perú después de esa fecha, no se han difundido bien las alternativas y ahora se ven largas filas de venezolanos pidiendo refugio cuando no son perseguidos políticos”, se queja la activista.

Un extranjero puede pedir refugio en el Perú cuando los derechos humanos se ven amenazados en su país. Otra opción legal es solicitar una visa humanitaria.

“Lo que estamos viviendo en Venezuela es una crisis humanitaria. Mi mamá trabaja en un hogar de niños y todos los días llegan más pequeños pidiéndole la olla para lamer. Eso antes era impensable”, asegura. 

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