(Foto: El Comercio)
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Angus Laurie

El Perú y Chile se distinguen de otros países de América Latina por el nivel de concentración económica en una sola ciudad. Ecuador tiene dos urbes con poblaciones mayores a un millón de habitantes. En Colombia, cinco ciudades tienen un millón o más habitantes. Brasil tiene más de una docena de ciudades grandes.

En cambio, siendo la única ciudad con más de un millón de habitantes, la capital peruana concentra alrededor de 30% de la población y 50% del PBI del Perú. En ese sentido, lo que pasa allí impacta en todo el país. Al afectar el crecimiento económico nacional, las decisiones tomadas y los proyectos desarrollados en Lima, incluyendo transporte público, la planificación de la ciudad o el desarrollo de nueva infraestructura tienen el potencial de mejorar la situación económica para las personas que viven en la sierra o la selva.

Como explicó Richard Webb en una columna de opinión publicada en El Comercio, titulada “David y Goliat”, la ventaja productiva que tiene Lima por su tamaño y las economías de aglomeración que esto genera se están perdiendo en los últimos años “por un mal manejo del transporte urbano”.

Debido a la importancia de Lima para la nación, estas elecciones municipales han resaltado varios temas claves. Primero, Lima es demasiado importante para el país como para tener elecciones municipales sin una segunda vuelta. Según la última encuesta, ningún candidato ha alcanzado ni 20% de la intención de voto. Con tanta fragmentación entre los candidatos, es posible que alguien gane por tomar una posición extremista o marginal como, por ejemplo, ser xenófobo o declarar que en Lima debe decretarse el estado de emergencia para que el Ejército patrulle las calles. El riesgo del sistema actual es que gane la persona con mayor apoyo, pero también con mayor rechazo.

Segundo, aunque la formación del ATU significa que Lima y Callao pueden empezar a desarrollar el sistema de transporte público de una manera integrada, la estructura de gobernanza resulta todavía inefectiva para las otras competencias que tienen Lima y Callao. En comparación con ciudades como Medellín o Quito, a Lima le faltan las condiciones básicas para poder planificar, gestionar e implementar cambios estratégicos y críticos. Como resultado, es casi imposible desarrollar la ciudad de una manera ordenada.

Incluso si, por algún milagro, el electorado eligiera a un buen candidato para ser el próximo alcalde de Lima, es poco probable que esta persona pueda mejorar la situación actual de una manera significativa.

Para el 2022, además de pensar en una segunda vuelta para Lima, la ciudad necesita una reforma de la gobernanza para reducir drásticamente el número de distritos, y para generar una entidad con las competencias, el presupuesto y los instrumentos de gestión necesarios para planificar la gran Lima de una manera holística.

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