(Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Jorge Malpartida Tabuchi

Cuando Simón Bolívar llegó a Lima en 1823 para consolidar la independencia del Perú, se hospedó en una vivienda ubicada en la esquina de las calles San José y Aparicio, hoy cruce de los jirones Junín y Azángaro.

Según el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima de la comuna limeña, esta fue la casa de los duques de San Carlos, una familia muy poderosa en América. En el siglo XIX, unos nobles afines a la causa patriótica se hicieron cargo del solar y recibieron al libertador.

Ahora, este inmueble, declarado monumento en 1972, está muy deteriorado. En el primer nivel funcionan restaurantes y en el segundo viven 30 familias hacinadas. Los muros y techos se encuentran descascarados y el patio interior está tapado por maderas viejas. Además, el mármol de las escaleras ha desaparecido y los pasadizos están invadidos por gatos.

En el Centro Histórico existen 660 monumentos históricos. No hay registro de cuántas casonas fueron habitadas por próceres ni cuántas de ellas están dañadas. Pro Lima aseguró que están identificando los inmuebles con valor patrimonial para empezar a recuperarlos.

Pese a esta falta de información, el investigador Marco Antonio Capristán, quien desde hace una década organiza recorridos por el Cercado, dice que es común encontrar inmuebles históricos afectados por comercios cerca de la avenida Abancay y de los jirones Cailloma, Azángaro y Carabaya.

Un ejemplo de ello es la casa en donde vivió Hipólito Unanue mientras estudiaba Medicina en la Universidad de San Marcos. En este predio, ubicado en la cuadra 7 del jirón Huallaga, Unanue se vinculó con intelectuales antes de formar parte de la Sociedad de Amantes del País. Unanue fue ministro de José de San Martín y presidente del primer Congreso Constituyente. Hoy este edificio es una galería en donde se venden piñatas y bijutería.

En el jirón Puno se encuentra la casa de Felipe Santiago Salaverry antes de enrolarse al ejército de San Martín. Hoy está invadida por tiendas de papelería. La estructura del inmueble neoclásico se modificó varias veces. En el segundo piso funciona una distribuidora de material educativo que ha empapelado los balcones con afiches patrios. Sin embargo, en stock ni siquiera tienen láminas con el rostro de Salaverry.

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