Violación de terramoza
Violación de terramoza
Pedro Ortiz Bisso

A una terramoza la violan el piloto y el copiloto del bus donde trabajaba. Ella los denuncia, la policía los atrapa, pero la fiscal aduce falta de jurisdicción y los criminales quedan libres.

¿No es el nuestro un país surrealista, un mal sueño que nunca termina, el vergonzoso imperio de la insensibilidad y la estupidez?

Ser una mujer víctima de la violencia en el Perú es estar condenada a muchas cosas: al sufrimiento, al oprobio, a la impotencia, al olvido. Y acaso a algo peor: la insensatez.

Esa pobre mujer ha sido vejada dos veces. Primero por esa pareja de salvajes que suponía sus compañeros, a quienes probablemente les tenía cierta confianza, la cual fue traicionada con tamaña vileza.

Luego por el Estado, que a través de su sistema de justicia es incapaz de ponerse en sus zapatos y defenderla. ¿Cuesta mucho imaginar lo que representa una violación y sus terribles consecuencias físicas y psicológicas? La vida da un giro dramático, sin retorno. Supone un recuerdo doloroso que la acompañará por el resto de su vida.

¿Cómo no brindarle a la víctima el sostén y los argumentos legales necesarios que le permitan defenderse?

La insensibilidad mostrada por la fiscalía es insana, casi patológica.
No ha sido este, sin embargo, el único caso ocurrido esta semana que debería hacernos reflexionar sobre a dónde diablos está yendo nuestra sociedad.

Un amasijo de metal sostenido sobre cuatro ruedas, sin techo, ventanas ni placa de rodaje, que se enciende con una llave de cuchilla doméstica y usa una piedra como freno, hasta hace unas horas transitaba por Lima sin mayor problema.

Eso que algunos podían llamar una cumbre del ingenio criollo era, por el contrario, un vehículo peligroso, un arma mortal que podía afectar la vida no solo de su conductor, sino de quienes transitaban a su paso.
Su chofer, por lo demás, no contaba con brevete ni SOAT. Usaba este armatoste salido de una película de “Mad Max” para transportar verduras en Carabayllo.

El peor carro de Lima, como fue bautizado por El Comercio, hubiera seguido en lo suyo si #NoTePases no lo ponía bajo el foco de la opinión pública. Solo así la policía se vio en la obligación de detenerlo.
Al chofer –que al momento de la intervención no portaba documentos– se le impuso una multa y se llevó el carro a un depósito municipal.

Listo. Aquí no pasó nada.

Como ocurrirá también con el caso de la terramoza. Nos indignaremos un rato, exigiremos represalias, escribiremos algún irritado post en Facebook que replicaremos en Twitter.

Y así será hasta que ocurra otra cosa. Mientras tanto, seguiremos con nuestras vidas. 

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