“Verde que no es verde”, por Angus Laurie
“Verde que no es verde”, por Angus Laurie
Angus Laurie

Hace una década, la ONG Demos realizó una investigación sobre Barcelona y Londres. Se pidió a los residentes de cada ciudad sus percepciones sobre la otra. En términos de espacio público, los residentes de Barcelona mostraron envidia por los grandes parques verdes de Londres; mientras que los londinenses sintieron lo mismo por las plazas públicas de Barcelona y su vida urbana, activada por cafés, bares y restaurantes. Se concluyó que ambos tipos de espacio público tienen un rol importante.

Hablando sobre su formación como urbanista, el danés Jan Gehl cuenta que fue educado en una facultad de arquitectura en la década de los 60, cuando el paradigma moderno estaba en apogeo. Según él, la ciudad modelo de esa época era una con autopistas y parques verdes. En cambio, las plazas y calles eran vistas como formas obsoletas del espacio público. Gehl otorga crédito a sus amigos psicólogos y sociólogos, quienes le enseñaron que las plazas y calles cumplen un rol social muy importante, y que la ciudad moderna estaba olvidando a las personas. Así fue que empezó su trabajo, tratando de recuperar estos espacios para las personas.

Actualmente en Lima, como en Europa o en Estados Unidos en la década de 1960, las políticas de planeamiento urbano dan privilegio a las carreteras y grandes áreas verdes. A pesar de que las plazas del Centro Histórico y las calles peatonales como Jirón de la Unión, Ica, Áncash y Carabaya son unos de los espacios públicos más exitosos en nuestra ciudad en términos de su uso y de articulación social, hay poca voluntad para crear más de estos tipos de espacio.

Es cierto que Lima tiene un gran déficit de áreas verdes, con el 30% del mínimo necesario según la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero, al mismo tiempo, Lima es una de las ciudades con más estrés hídrico en el ámbito mundial. En este sentido, es importante pensar en áreas verdes que puedan responder al déficit de espacios verdes sin aumentar el riesgo de falta de agua.

Los jardines laterales de las calles, por ejemplo, están formados por franjas de dos metros de ancho, que discurren paralelas a las veredas. En el mejor de los casos, poseen césped y funcionan como inodoros para los perros. También, algunas han sido reemplazadas por estacionamientos de autos o han terminado siendo áreas con tierra polvorienta.

En vez de pensar las áreas verdes solamente como grass, se deberían contar las calles y plazas arborizadas, incluso las que tienen superficies pavimentadas. Al final, estas pueden ser más flexibles y permiten una mayor variedad de actividades. En vez de grass en zonas inaccesibles a peatones, como en las bermas de las avenidas, podríamos experimentar con otros materiales como canto rodado, que no falta en Lima y que puede funcionar como una cobertura mucho más sostenible.

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