Valdelomar (en primer plano), José Carlos Mariátegui (con corbata negra ancha) rodean a la violinista y bailarina Norka Rouskaya en el Palais Concert. (Foto: archivo BNP)
Valdelomar (en primer plano), José Carlos Mariátegui (con corbata negra ancha) rodean a la violinista y bailarina Norka Rouskaya en el Palais Concert. (Foto: archivo BNP)

La historia es conocida: cerca de la una de la maana del domingo 5 de noviembre de 1917, dos automviles se detienen en la entrada del cementerio Presbtero Maestro de Lima, y descienden cinco tipos sospechosos, una bailarina, su mam y un violinista. Caminan por las avenidas del camposanto hasta que se instalan frente al mausoleo de Ramn Castilla. Forman un crculo de velas encendidas, y cuando consideran que el ambiente es propicio, indican al violinista que interprete la Marcha fnebre de Chopin, al tiempo que la bailarina una suizo-italiana llamada Delia Franciscus, ms conocida por el nombre artstico de Norka Rouskaya se desprende del abrigo y, cubierta solo con una malla, comienza a contonearse. La cosa no dura mucho ms de un minuto: la msica atrae al administrador del cementerio, quien da aviso a las autoridades. Menos el violinista, un tal Cceres, el grupo terminar detenido lo que dure la investigacin. Rouskaya sostendr que lo suyo fue producto de un alto espritu artstico y que logr conmover incluso a los sepultureros, como las performances de Isadora Duncan en el Pre-Lachaise. Ser puesta en libertad junto a su madre, y al da siguiente se ir del pas. El resto de la pandilla permanecer algunos das recluido, mientras los salones, las calles, la prensa y hasta el Congreso tratarn de dilucidar si el acto se trat de una profanacin o una taradez. No voy a hablar del momento en que son la msica de Chopin, en que cesaron los graznidos, en que temblaron asustados los rboles fl acos y genufl exos y en que palpit una angustia nueva en nuestros corazones. No voy a hablar de las actitudes imploradoras, afligidas, flbiles y sollozantes de Norka Rouskaya. No voy a hablar de la armona trgica de su blanca tnica, de su cabellera suelta, de sus ojos lbregos y de su gesto alucinado. No voy a hablar de su llanto ni de su amargura ni de las nicas palabras que pronunci para decirme cunto nos habamos acercado a la muerte y al misterio.

No voy a hablar de nuestra salida del Panten, tan triste, tan callada, tan inefable, escribir cinco das despus uno de los acusados, pese a su mutismo. Ojo al estilo. Se trataba de un moqueguano de 23 aos de apellido Maritegui, con una notable anquilosis en la pierna izquierda y periodista, para ms inri. En su descargo ante las autoridades explicar que l personalmente haba pedido permiso al responsable en la Beneficencia Pblica. El problema fue de coordinacin: al corro de diletantes se les pas la hora, bebiendo y charlando en el Palais Concert.Maldita sea! habra dicho el juez Cebrin, encargado del asunto. No me dir que usted es un colnido!.

Los autnticos decadentes

Y lo era. O lo haba sido. Y la accin tuvo, por supuesto, el aliento decadentista y artificioso de los suyos. Jos Carlos Maritegui participaba de la tertulia de La prensa, pero tambin de la del Palais Concert, una ms bien social y opitica, segn Luis Alberto Snchez. Fue ah, en los salones de ese caf legendario, entre chupitos de ajenjo y orquestas de violinistas vienesas, donde se gest entre 1915 y 1916 el grupo literario ms rupturista conocido hasta entonces en nuestro pas: Colnida, una secuela de la obra de Coln, un pie en un nuevo mundo: el de la nueva literatura (otra vez Snchez). Fue el primer movimiento subversivo de nuestro pas en el siglo XX, el primer llamado contra la retrica de la antigua oligarqua. Propuso una renovacin basada en la frescura de la joven creacin. Promovi la expresin de la provincia y dioun paso fundacional para la consideracin del escritor y el artista como un intelectual con pleno derecho a la libertad del pensamiento y a la originalidad esttica, se lee en el punto uno de un manifi esto fi rmado por los poetas Victoria Guerrero y Roger Santivez, quienes organizan Colnida 100, un evento que este jueves 14 de julio, en el local del FCE de la calle Esperanza, en Mirafl ores, celebrar el centenario.

Colnida fue ms una eclosin que un grupo literario cohesionado: defendan el modernismo, aun cuando lucan caractersticas formales del pre y del posmodernismo. Admiraban a los simbolistas franceses, a Chocano (?) y a Eguren por igual, a los impresionistas, a los parnasianistas en fin, a todo lo que les sonara a vanguardia, a novedad, a Europa. Maritegui dijo luego que se trat de una insurreccin [] una fuerza negativa, disolvente, beligerante. Sus miembros, poetas, narradores y periodistas, tenan tanto de dandis como de performers, provocadores aficionados a los parasos artificiales y a pater les bourgeois. Pero no solo practicaban el escndalo: en un pequeo aviso aparecido en La prensa el 5 de enero de 1916, anunciaron la aparicin de una revista homnima, quincenal de literatura, arte y ciencias sociales; colaboracin de los ms notables escritores nacionales e hispanoamericanos. La periodicidad se mantuvo hasta el segundo nmero. El tercero sali un mes despus, el cuarto dos meses luego del tercero, y ah se acab. Solo cuatro ediciones, una influencia enorme, una plataforma para la creacin insospechada. Entre sus colaboradores cmplices firmaban Pablo Abril de Vivero (hermano de Xavier), el parisino Alfredo Gonzlez Prada (hijo de Manuel), el puneo Federico More (hermano de Gonzalo, clebre amante de Anas Nin), el arequipeo Percy Gibson (futuro padre de Doris), Alberto Ulloa Sotomayor (futuro padre de Manuel Ulloa Elas), entre otros, todos varones, acaso misginos. Meses despus cerraran el ao con la antologa potica Las voces mltiples. Luego de ello, el grupo perdi potencia y poco a poco alguno de sus miembros comenz su camino por separado, o se afiliara a otras camarillas, o se ira del pas. El impacto en lapequea Lima, sin embargo, se mantendra como para que un ao despus la extravagancia de Maritegui y compaa se asociara con toda razn al movimiento. La mayora de los colnidos sigui reunindose en el Palais Concert, orbitando como planetas o disparados como cometas alrededor de un nico, irrepetible sol. El rey de este movimiento, de esta revista, de esta corte delirante no fue rey sino conde por propia voluntad. Haba nacido en Ica 28 aos antes, y morira en Ayacucho tres despus.

Qu culpa tengo de ser yo? Manuel Miguel de Priego ha demostrado que esa famosa boutade adjudicada a Abraham Valdelomar, que empieza diciendo que el Per es Lima, pasa por elJirn de la Unin y el Palais Concert, y termina afirmando que el pas es l mismo, es falsa. Es decir, ni la dijo l ni terminaba as, pero no por ello deja de ser tambin verdadera. Conde de Lemos, un seudnimo que no esconda nada, apenas un juego de imposturas nacido de un juego fontico con su propio apellido. Un noble y a la vez un muchacho provinciano que no termin la universidad (No me eduqu con libros sino con crepsculos); un diputado aficionado al opio que, cuando dejaba el cinismo de lado, le cantaba a la nostalgia y al pasado; alguien que se empolvaba el rostro y que fue nombrado director del diario oficial a los 24 aos. Un eglatra melanclico. Pocos creadores como Valdelomar. Pocos humanos, en realidad. Algunos exgetas como Snchez en su Valdelomar o la Belle poque han contrapuesto sin real sustento o con miopa al autor su otro gran perfil, aquel que haca de s mismo una expresin ms de su discurso, a la manera de Baudelaire, Wilde o DAurevilly: el dandi, el individuo que una lo tico con lo esttico, que se llenaba de joyas o se disfrazaba precisamente para mostrarse, en una incesante, casi histrica bsqueda de individualidad. Refirindonos a su faceta de escritor, su caso siempre ha sido problemticopara los estudiosos, y esto debido a las exuberantes caractersticas mencionadas de los colnidos, y que su faro representaba. En menos de diez aos escribi centenares de artculos periodsticos, crnicas, ensayos, crticas, biografas; as como novelas pero, sobre todo, notables cuentos de corte neocriollo, costumbrista, poltico, fantstico, futurista; y una poesa posmodernista de alto vuelo lrico: cualquiera que lea Tristitia o El hermano ausente en la mesa de Pascua notar cierta huella en la posterior obra de Vallejo, otro fan. En una carta publicada por Juan Francisco Valega en 1918, Valdelomar solt: Pueden darse cuenta, acaso, los que no trabajan, ni luchan, ni suean, ni esperan, ni crean, ni siembran, ni aman, ni sufren, ni piensan, lo que significa ha-cer en cuatro o cinco aos treinta cuentos maravillosos, doscientas crnicas perfectas, quince o veinte pequeos poemas, cuatro o seis conferenciasfundar una revista de combate y revolucionar en sus tres nicos nmeros [More dirigi el cuarto. N.d.A.]; hacer seis u ocho retratos maravillosos; escribir dos, tres y cuatro artculos diarios en un peridico; colaborar en publicaciones extranjeras; ir una hora diaria, por lo menos, al Palais Concert; y dar, de tarde en tarde, un par de bofetadas; contestar el saludo; hacerse la barba; concederle al sastre dos sesiones semanales y otras tantas al zapatero; dar diario una leccin de esttica, tomando t en el Palais, a cinco o seis discpulos y admiradores or la montona historia de los admiradores, siempre nuevos y cansados, siempre que os dicen las mismas cosas: es usted inmenso, es usted poliforme, es usted desconcertante, etc.?. Olvid mencionar que tambin haca unos dibujos estupendos. En otra carta de junio de ese mismoao le escribi a Maritegui: Sigo siendo feliz! Oh, Jos Carlos, t lo sabes! Tan feliz! Dios que es amigo personal mo, me ayuda y protege y el ngel de la Guarda me tiene una gran estimacin. Diecisiete meses despus, en Ayacucho, aparentemente intoxicado cay seis metros por unas escaleras y se parti la espalda. Convaleci toda una noche y una maana y a las dos de la tarde del 3 de noviembre de 1919 muri. Luego, Alberto Hidalgo se encargara con su habitual mala entraa de propalar la leyenda del silo y la asfixia por enmierdamiento. El Conde de Lemos tena 31 aos. Maritegui falleci en 1930, a los 36. Una noche de junio de 1943, Alfredo Gonzlez Prada bes a su esposa y luego se arroj de la terraza de su apartamento, en un piso 22 frente al Central Park. More, Abril de Vivero y Ulloa Sotomayor murieron de viejos, a aos luz.

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