Corte transversal del proyecto ganador, mostrando el intersticio ciudad/sitio arqueológico como un territorio en tensión. El nuevo paisaje incorpora un ecosistema y protege el santuario.
Corte transversal del proyecto ganador, mostrando el intersticio ciudad/sitio arqueológico como un territorio en tensión. El nuevo paisaje incorpora un ecosistema y protege el santuario.
Enrique Planas

Lo que hoy es una franja desértica que separa el Santuario de Pachacamac con una ciudad en crecimiento, podrá convertirse, en el mediano plazo, en un espacio público de sorprendente vegetación, sustentada por una inteligente infraestructura hídrica. “The Mantle and the Plinth” (‘El zócalo y el manto’ o ‘El Manto y el Plinto’), proyecto presentado por los arquitectos chilenos Tomás McKay y Pablo Alfaro, junto con el indio Kushal Lachhwani, fue distinguido con el primer lugar en el concurso “Concurso Internacional de Paisajismo y Arquitectura “Parque Pachacamac”, promovido por el Ministerio de Cultura, la Municipalidad de Lima y el Grupo Centenario.

“The Mantle and the Plinth” es el proyecto de los arquitectos Tomás McKay, Pablo Alfaro y Kushal Lachhwanie (Chile-India).
“The Mantle and the Plinth” es el proyecto de los arquitectos Tomás McKay, Pablo Alfaro y Kushal Lachhwanie (Chile-India).

Del 28 de abril al 1 de mayo pasados, el jurado integrado por la historiadora Lucia Allais, el arquitecto paisajista Alan Berger y los arquitectos Paulo Dam, Tom Emerson, y Danilo Martic, revisaron las 116 propuestas presentadas, una convocatoria exitosa tanto en números como en contenido.
En tres días de deliberaciones, el debate del jurado giró alrededor de cinco criterios básicos: La protección del patrimonio, la integración con el entorno urbano, la flexibilidad de la propuesta, sus posibilidades como modelo para otros santuarios arqueológicos y el sistema de gestión que garantice la sostenibilidad del parque.
Para el arquitecto Gary Leggett, director del concurso, las propuestas finalistas coincidieron en proponer proyectos definidos por la sencillez y la inteligencia: “Cada una tenía, a nivel simbólico y práctico, su fuerza particular. Todas concebían el tipo de espacio público que podían construir alrededor del santuario y del vínculo que podría existir entre la ciudad y el mismo espacio”, afirma.

El proyecto ganador integra la ciudad sutilmente con el sitio arqueológico.
El proyecto ganador integra la ciudad sutilmente con el sitio arqueológico.

Como señala el jurado en el acta, las propuestas más exitosas fueron las que, además de proteger el patrimonio, lograron utilizar los sistemas de recolección, distribución, y manejo de agua para crear un hábitat de especies endémicas y proveer a la ciudad con un espacio público atractivo y confortable.
La construcción del parque está pensada como parte de los proyectos diseñados para la celebración del Bicentenario, los cuales ya cuentan con financiamiento del Ejecutivo.

El segundo puesto, “Quipus”, de Metha Arquitectos y Shell Arquitectos, plantea la construcción de un borde muy respetuoso del santuario
El segundo puesto, “Quipus”, de Metha Arquitectos y Shell Arquitectos, plantea la construcción de un borde muy respetuoso del santuario

—Respuestas del sur—
En “The Mantle and the Plinth”, el proyecto ganador, convergen lo social, lo infraestructural, lo productivo, lo ecológico y lo histórico. El arquitecto chileno Pablo Alfaro, miembro del equipo ganador, confiesa que no esperaba que su estudio resultara elegido: “No lo vimos venir (el premio), ya que éramos un equipo “outsider,” trabajando desde San Francisco, compitiendo con oficinas peruanas que están a un altísimo nivel de arquitectura”, señala.
Para Pablo Alfaro, lo que más impactó del sitio arquelógico a su equipo es el fuerte contraste entre su imponente vastedad y aridez, con la densidad y “caos” de los asentamientos urbanos que lo rodean. “De alguna manera, nos enfrentábamos al desafío de lograr conciliar dos polos en conflicto: por un lado un sitio que es sagrado y de alto valor arqueológico en constante deterioro por fuerzas naturales y humanas y, por otro, una ciudad en constante expansión y renovación que pone en jaque la conservación de este sitio”, explica el arquitecto chileno.

En la propuesta “Observatorio Pachacamac”, de El Taller de Arquitectos (Medellín), que obtuvo el tercer lugar, se valoró la manera en que trazó una franja desértica y vegetal.
En la propuesta “Observatorio Pachacamac”, de El Taller de Arquitectos (Medellín), que obtuvo el tercer lugar, se valoró la manera en que trazó una franja desértica y vegetal.

Para el estudio ganador, era fundamental hacer del borde entre estos dos mundos un diafragma que fuera beneficioso para ambos, que transformara las dinámicas urbanas y ecológicas existentes en el lugar en agentes de re-activación que ayuden a la conservación del santuario.
"A nuestra propuesta la llamamos “El Manto y el Plinto” ya que de alguna manera estos dos elementos sintetizan la interacción entre los dos mundos en conflicto que encontramos en Pachacamac; el patrimonio arqueológico vs. la ciudad. Nos parecía que para lograr sinergias positivas entre ambos era necesario incorporar un tercer elemento que en Sudamérica está tan presente, pero sin embargo aún no ponemos en el sitial que se merece: la naturaleza y la ecología", señala.
"Nosotros consideramos que la arqueología no es sinónimo de nostalgia y que la ecología no es antónimo de progreso. El patrimonio arqueológico y el patrimonio ecológico pueden actuar en conjunto con un fin común de restaurar el Santuario de Pachacamac. Por eso proponemos que El Manto y el Plinto conviertan la ecología y el crecimiento urbano en los principales impulsores para proteger el sitio", afirma.

"El Plinto es un paseo urbano activo que protege el sitio de la expansión urbana, conectando y revitalizando una serie de espacios públicos actualmente en estado de abandono. El Plinto actúa además como un colector de agua de regadío para el sitio, alojando bajo tierra un sistema de pequeños estanques de tratamiento y reciclaje que limpian las aguas servidas del barrio. En esta intervención se crea una secuencia de espacios que crean diversas infraestructuras de carácter comunitario, donde los barrios aledaños ganan un espacio urbano de calidad con instalaciones para una plena expresión cultural y desarrollo social. Es en el Plinto donde la población y el sitio arqueológico encuentran un lugar común, donde se valora el pasado y se disfruta el presente", explica el arquitecto chileno.

Por otro lado, el Manto es una capa vegetal compuesta por distintas especies xerófitas, que actúan como una defensa ecológica ante las fuerzas de la naturaleza (erosión, radiación) para proteger la valiosa capa de arena que actualmente cubre el patrimonio arqueológico bajo la superficie. El Manto utiliza el agua que es reciclada en el Plinto, moviéndola a través del parque y convirtiéndola en niebla por medio de un novedoso sistema de nebulizadores, para crear un “Tilandsial,” un ecosistema desértico típico de la costa peruana.
"El Parque Pachacamac será un prototipo para futuros espacios públicos donde valores históricos, sociales, ambientales y paisajísticos puedan convivir en beneficio de todos. Esa suma de valores es lo que nosotros entendemos como el Santuario de Pachacamac", afirma.

La experiencia del arquitecto chileno para intervenir en el desierto de Pachacamac tiene su origen en su trabajo en la costa del Desierto de Atacama, realizada para su tesis de arquitectura entre el 2007 y el 2008, además de un viaje experimental de “landart” que realizó con artistas y académicos chilenos y norteamericanos llamado AtacamaLab.
"El proyecto se enmarcaba en las tesis de un centro de investigación de la PUC Chile llamado “Centro del Desierto de Atacama” que investiga el potencial de desarrollo en zonas áridas utilizando nuevas tecnologías de bajo costo, especialmente “atrapanieblas” que también son comunes acá en el Perú. Durante esos años me tocó viajar varias veces a un sitio llamado Alto Patache, que es un “oasis de niebla” ubicado en los acantilados costeros al sur de Iquique. Junto a este oasis de niebla habían varios “tilandsiales” que crecían gracias a la humedad de la neblina que penetraba por ciertos portezuelos desde la costa hacia el desierto. La tesis buscaba aprovechar esta neblina creando una red de atrapanieblas y varios estanques de captación que permitieran regar un parque educativo para que la comunidad aprenda de estas innovadoras tecnologías en zonas áridas".

"Cuando comenzamos a trabajar en el proyecto en Pachacamac nos dimos cuenta de que los tilandsiales son ecosistemas típicos en todo el desierto de la costa Pacífico de Sudamérica, y que especialmente en Perú alcanzan grandes niveles de bio-diversidad. Si bien mi tesis proponía capturar agua de niebla para luego regar el parque durante el verano, acá en Pachacamac el proceso es distinto, ya que la cota inferior de las nubes sólo alcanza a la parte más alta del sitio. Por lo tanto decidimos no “capturar” niebla del aire, sino que “producirla” al reciclar el agua que proviene de los asentamientos humanos y luego transformarla en neblina mediante nebulizadores ubicados en zonas estratégicas del sitio. Tuvimos la grata sorpresa de encontrarnos con varios grupos de tilandsias cuando recorrimos las ruinas el día de la presentación", afirma el arquitecto.

El proyecto es producto del esfuerzo colectivo de los arquitectos chilenos Pablo Alfaro, Tomas Mckay (Chile) y Kushal Lachhwani (India), algo crucial para abordar toda la gran complejidad del proyecto para el Santuario. "Nuestro equipo es como el Plinto, tiene una estructura horizontal", señala Alfaro. "Tomás es un arquitecto con mucha experiencia en proyectos de parques de gran escala en Chile, habiendo colaborado en el diseño del Parque Bicentenario en Santiago y el Parque Kaukari en Copiapó junto al premio nacional de arquitectura Teodoro Fernández. Su perspectiva con un foco en lo social fue crucial para desarrollar el Plinto como un borde que se centra en beneficiar a la comunidad. Para Tomás, la arquitectura sudamericana tiene un rol social incorporado. Es a través de la arquitectura de los espacios y edificios públicos por donde se puede nivelar, y se ha nivelado, la desigualdad social que persiste. La capacidad de diseño tiene entonces para nosotros un deber social ineludible, lo que no es una carga, sino por el contrario una lindísima oportunidad y subraya la vocación gratuita de la buena arquitectura, cada vez más escasa".

"Por otro lado la experiencia de Kushal desarrollando proyectos de paisaje tanto en India como en Tailandia y China fue clave a la hora de desarrollar propuestas innovadoras para los sistemas de agua del parque utilizando tecnologías de bajo costo y rápida implementación que están al alcance de países en desarrollo. Esto es muy relevante, ya que nos interesa que el Parque Pachacamac sea un lugar para la innovación que capitalice en todo el gran conocimiento e innovación tecnológica que las grandes culturas andinas que aquí sucedieron desarrollaron en torno al agua. Cuando recorrimos las ruinas íbamos con nuestros mejores zapatos ya que luego teníamos que asistir a la premiación. Volvimos con los zapatos y las piernas llenas de tierra y polvo, pero pensamos que es un buen signo. Queremos hacer un proyecto para Pachacamac con los pies en la tierra", añade.

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