Raúl Pro y alumnos en el taller de escultura.
1935
Fotografía en gelatina de plata sobre papel, 12 x 15,8 cm. Álbum “ENBA, exposiciones escolares”, 1919- 1936.
ENSABAP, Archivo Fotográfico
Raúl Pro y alumnos en el taller de escultura. 1935 Fotografía en gelatina de plata sobre papel, 12 x 15,8 cm. Álbum “ENBA, exposiciones escolares”, 1919- 1936. ENSABAP, Archivo Fotográfico
Czar Gutiérrez

Los pelícanos comían pescado fresco en la Plaza de Armas, la gente se saludaba al pasar, se bañaba sin culpa en la fuente de la plaza San Martín. Agonizaba la Primera Guerra Mundial, pero la gripe española tomaba la posta segando la vida de cincuenta millones de personas en el mundo. Lima inauguraba el puente Balta, estrenaba La Colmena y algunos palacetes propios de la llamada “república aristocrática”, pero seguía sin tener una escuela de arte. Hasta que el 28 de setiembre de ese año, 1918, el presidente José Pardo y Barreda firmó el decreto de su creación.

Fue una especie de bálsamo que cristalizaba el gran anhelo educativo desde el fin de la Guerra del Pacífico. Solo habían proliferado las academias informales y los profesores diletantes. Tomando a la École de Beaux Arts de París como espejo modélico en denominación de origen y orientación pedagógica –expropió sus famosos métodos ‘d’apres nature y de plein air’ (de la naturaleza y al aire libre)–, la abrió oficialmente sus puertas en la cuadra 6 del jirón Áncash.

Semanas antes, el vapor Urubamba había transportado desde París al huancavelicano Daniel Hernández Morillo, primer director que reemplazaba su meteórica carrera de pintor en Francia para orquestar el ingreso de 83 alumnos, origen de la primera constelación de egresados: Julia Codesido, Elena Izcue, Teresa Carvallo, Efrén Apesteguía, Alejandro González, Emilio Goyburu, José Alcántara, Germán Suárez o Jorge Vinatea Reynoso. Nada menos.

—Perspectiva y luz—
La Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes compone, desde sus orígenes, una historia puntuada por giros académicos, disputas intelectuales y crisis institucionales. Cuando asume José Sabogal, por ejemplo, abandona el academicismo francés y se vuelca hacia un indigenismo sensible al pincel de Enrique Camino Brent, Julia Codesido y Jorge Vinatea. Cuando asume Germán Suárez Vértiz, la tendencia es modernista. Con Ricardo Grau, abstracta. Con Juan Manuel Ugarte Eléspuru, la enseñanza adquiere un grado superior.

Sustraída a ser una dependencia más del INC con Velasco, la restitución de su autonomía deviene en una insurgencia de gran calado en colectivos como Paréntesis o E.P.S. Huayco, que resisten artísticamente el bombardeo terrorista. Belaunde restituye su soberanía, hacia los 90 se reorganiza y desde el 2008 egresan artistas con grado universitario. Retrato, paisaje y naturaleza muerta como emblemáticos puntos de partida de una escuela inserta en estéticas contemporáneas, que expande las posibilidades de la imagen y retrata el arte peruano.

De todo lo cual dan cuenta cuatro exposiciones simultáneas que comprometen igual número de salas: las galerías Juan Pardo Heeren y Germán Krüger Espantoso del Icpna exponen “Un siglo de arte desde la escuela nacional” e incluyen la voz y huella de los egresados, mientras que las miraflorinas Raúl Porras Barrenechea y Miró Quesada Garland reconstruyen una trayectoria histórica rica en metodologías, conquistas, saltos y accidentes curriculares.

Del bodegón a la figura humana. Del color y el volumen al movimiento en carboncillo, óleo o yeso, la historia bellasartina acrisola en figuras prominentes: Camilo Blas, Cristina Gálvez, Miguel Baca Rossi, Carlota Carvallo, Julia Codesido, Víctor Humareda, Ella Krebs, Milner Cajahuaringa, Teodoro Núñez Ureta, Tilsa Tsuchiya, Venancio Shinki, Víctor Delfín, Gerardo Chávez o Alberto Quintanilla. Y en la universalidad de sus egresados, todo un horizonte experimental que adhiere la abstracción lírica y geométrica al informalismo, a las vanguardias y al arte cinético.

Todo un siglo con más luces que sombras. Y equilibrando en la sempiterna dualidad del influjo foráneo y el acento local, el auténtico destino del arte peruano.

MÁS INFORMACIÓN:
“Nexos, tránsitos, vínculos: Bellas Artes y su entorno”
Sala Raúl Porras Barrenechea (Av. Angamos Oeste 120). Del 4 de octubre al 4 de noviembre.

 “Del individuo al ser social: colectividades artísticas desde Bellas Artes”
Sala Luis Miró Quesada Garland (Av. Larco 450, Miraflores). Del 18 de octubre al 15 de noviembre.

 “Un siglo de imágenes: 1918-2018”

Galería Germán Krüger Espantoso (Av. Angamos Oeste 160 ). Del 25 de setiembre al 4 de noviembre.

 Galería Juan Pardo Heeren (Jr. Cusco 446). Del 14 de setiembre al 14 de octubre.Más información

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