ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI

Posiblemente pocos lo recuerden, pero Santiago Roncagliolo (Lima, 1975), el autor de novelas como Abril rojo u Óscar y las mujeres, debutó editorialmente publicando cuentos para niños. Sus dos primeros títulos fueron Rugor, el dragón enamorado (1999) y La guerra de Mostark (2000), relatos infantiles. Cuando escribes novelas señala Roncagliolo, estas se lo tragan todo y la gente olvida otras cosas que haces. Pero (la narrativa infantil) es algo que me gusta hacer. Roncagliolo tiene un poderoso incentivo para seguir escribiendo en esta línea: sus dos hijos, Mateo (5) y Alicia (2).

¿Cómo así entraste al género infantil? Porque me parece un ejercicio de higiene mental. Los niños son un público que se entrega a los libros de manera muy pura. Les gusta que tengan imaginación, sensibilidad y emoción. Escribir para niños te recuerda de qué se trata esto, en el fondo: una historia debe emocionarte y hacerte imaginar.

¿Qué autores de literatura infantil leíste alguna vez? Yo sigo leyéndolos. Mi favorito es Roald Dahl, un autor políticamente incorrecto. Tiene brujas muy malas, castigos horribles para los niños que se portan mal, padres espantosos. Cuentos como esos ya no se pueden escribir. Nadie te permite ser tan incorrecto.

Un autor muy diferente a los que conociste de niño. No creas. Empecé a leer a Dahl de niño. Mi padre tenía sus viejos libros infantiles consigo, así que comencé a leer novelas a los 8 años, cosas como El corsario negro, de Salgari, pero a la vez a Roald Dahl o García Márquez.

Tus personajes son animales, lo que es una larga tradición. ¿Por qué los elegiste? Porque este libro nación llevando a mis hijos al zoológico. Vivimos muy cerca de uno, en Poblenou (Barcelona), y cada vez que veía un animal les inventaba un cuento. Algunos eran divertidos: la nutria era una deportista de élite y el hipopótamo quería ser bailarín. A partir de eso fui trenzando esta novelita, El gran escape.

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Lee el primer capítulo del El gran escape aquí