"Aliados": nuestra crítica del nuevo filme con Brad Pitt
Sebastián Pimentel

Marruecos, 1942. Segunda Guerra Mundial. El recuerdo de “Casablanca” (1942) y de “Bastardos sin gloria” (2009) ronda la primera hora de “Aliados”, la más reciente película del cineasta Robert Zemeckis. Allí, es Max Vatan, oficial de inteligencia canadiense que simula ser un empresario francés y debe unirse en una misión con Marianne Beauséjour (Marion Cotillard). Ella, agente de la resistencia francesa, debe actuar como esposa de Vatan. El objetivo de la pareja encubierta: dar un golpe a los altos mandos nazis.

Aunque Zemeckis está más cerca de Michael Curtiz –director de “Casablanca”– que de Tarantino, sigue en mayor medida la senda de Steven Spielberg, su verdadero maestro. Para él, el cine debe ser una aventura peligrosa y sin embargo muy poco realista, casi fantástica o maravillosa. Como si la textura de los sueños revistiera una odisea donde el héroe se juega la vida a la vuelta de la esquina. Una belleza al borde del cliché, si no fuera por esa cámara de movimiento envolvente que ayuda a penetrar un tiempo mágico.

Pero lo más interesante de este realizador clave del cine norteamericano contemporáneo –Zemeckis fue uno de los primeros en experimentar con la animación digital– es la pregunta que siempre sobrevuela su obra y lo fascina. En sus trabajos, un acontecimiento parece dividir la vida de sus personajes en dos partes bien diferenciadas. En el caso de Vatan y Beauséjour, se trata del fin de su misión en el norte de África, y el paso a una supuesta vida de auténtica unión romántica en Inglaterra.

Podemos ver ejemplos de este procedimiento recurrente de Zemeckis: el Marty McFly de “Volver al futuro” (1985) viaja al pasado y, tras varios tropiezos, debe recomponer el primer encuentro de sus padres. ¿Qué identidad debe fingir Marty al conocer a sus padres en el pasado? ¿Quién es Marty finalmente? En “El vuelo” (2012), un piloto de avión se convierte en héroe al salvar a sus pasajeros tras un accidente. Sin embargo, en su nueva vida tras el siniestro, el piloto se encuentra ante una identidad pública que es cuestionada por su alcoholismo privado.

La pregunta de Zemeckis apunta con certeza a una identidad que se derrumba, y a una existencia que debe construirse una y otra vez desde sus restos. Como en el final de “El vuelo”, cuando el hijo del piloto le pregunta a su padre, ya en prisión, “¿quién eres?”. A lo que este responde: “Esa es una buena pregunta”. Una réplica que también hubiera podido firmar el niño grande de “Forrest Gump” (1994) o el sobreviviente de “Náufrago” (2000). En “Aliados”, los agentes pasan del mundo exótico en el que se enamoran –cuando tienen prohibido hacerlo– al de la capital inglesa, donde forman una familia. Sin embargo, ¿ambos conocen realmente la identidad del otro?

Es verdad que en este filme hay acción y suspenso, pero lo más interesante tiene que ver con los problemas morales y cómo los sentimientos se interponen en los caminos del deber y la razón. Detrás de la aventura de Hollywood se esconde un secreto cuestionamiento existencial. En ese propósito, Beauséjour es el personaje más complejo, frente a un Vatan que debió ser más conflictivo y vulnerable. Pese a ello, “Aliados” se atreve a conmover y a hacer pensar desde una profundidad subterránea. Y se alinea, con la citada “El vuelo”, entre los títulos más logrados de la extensa filmografía de su autor.

FICHA
Título original: “Allied”.
Género: Drama, thriller, romance.
País: Estados Unidos, 2016.
Director: Robert Zemeckis.
Actores: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris.
Calificación: 3/5.

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