ÓSCAR BERMEO OCAÑA

Han pasado catorce años desde su primera vez. En Pantaleón y las visitadoras, Angie Cepeda no solo realizó su primer papel protagónico en el cine, también afianzó sus intuiciones: estaba hecha para la pantalla grande.

Esa película me cambió la vida. Tuve muchas oportunidades después de ella, anota con certeza la colombiana. Efectivamente, luego de la cinta de Francisco Lombardi, la actriz fue requerida para muchos proyectos de impacto continental. Su carrera, vinculada en los inicios a las telenovelas, giró hacia las películas y series con proyección internacional. Y, sin querer, se fue alejando de nuestro país.

Ya convertida en una estrella latina, Angie vuelve a poner la atención en el Perú. Un guion la trae de vuelta. El elefante desaparecido, un sólido ‘thriller’ con personajes atormentados por el abandono, fue el móvil que escogió para reencontrarse con el país que la cobijó años atrás. “Ya no me ubico en las calles como antes, pero tengo esa sensación de haber vuelto a un hogar, donde me siento protegida, feliz. Pese a que no venía hace cinco años, siento una conexión constante, señala.

Lleva tres días en Lima, pero pareciera que hubiesen sido más. Ya se reencontró con viejas amistades, la comida, los flashes, las cámaras y quedó lista para sumarse al rodaje de la cinta de Javier Fuentes-León. La oportunidad es propicia para volver a compartir roles con Tatiana Astengo y Salvador del Solar, dos actores que también formaron parte de la recordada historia de Pantaleón Pantoja.

En una nutrida conferencia de prensa, expresa su alegría por el reencuentro y dedica frases a cada uno: “Conocer a Salvador hace que todo el trabajo sea más fácil”; “Tatiana es una gran actriz, además tiene un cuerpo divino, los años no pasan por ella”, dice.

Pero Angie en esta conversación ahonda más en su rol. Vio en Nueva York Contracorriente” y se enamoró del estilo narrativo de Fuentes-León. Soy su fan”, dice; y luego describe su nueva interpretación. Mara, mi personaje, tiene una relación tormentosa con su pareja, que fallece en un accidente de tránsito. Sin embargo, nunca se encuentra el cuerpo, entonces surge la posibilidad de que esté vivo. El pasado la atormenta en la ficción, pero en la vida real Angie quiere vivir el presente.

Dice que cada vez le resulta más difícil enfocarse en el ahora. Creo que mucha gente me considera extrovertida, pero las apariencias engañan. Mi mundo interno no tiene nada que ver con lo que la gente piensa de mí, asegura con seriedad.

Reconoce ser muy reflexiva, y que esa exploración interna ha aumentado con los años. Intento mostrarme como soy, pero evidentemente no voy a compartir al mundo mis secretos, ni ciertas debilidades. Vivimos en una sociedad donde tenemos que mostrarnos como poderosos, anota.

Sin embargo, luce segura, cómoda. Quizás por ello se anima a hablar con soltura de sus deseos de incursionar como productora, de su soledad, de la maternidad y de no temer cumplir 40 años. Suena madura. La visita recién empieza. Angie siempre da que hablar.