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Willem Dafoe

Esa venda que cubre la cicatriz dejada por la oreja cercenada de un visionario, o las idas y vueltas de un artista único que cabalgó entre el descontrol mental, la exuberancia vital, la deriva existencial o la búsqueda de esos trazos mínimos y esenciales (el aura zen de los grabados japoneses lo remeció). Ese pintor se llamó (1853-1890). Y los vaivenes de esa hoja de vida han hipnotizado a más de un actor y director en el cine.

Ahora es el turno de "Van Gogh: en la puerta de la eternidad". Este título de invocaciones trascendentales es una señal rotunda de sus intenciones de no caer en las trampas y banalidades de mercado que han reducido el arte del holandés en productos pop y anzuelos decorativos. Hay que tener más respeto con los tormentos de un genio y revolucionario. La película se estrenará este jueves en los cines.

Aquí la misión de mimetizarse con Van Gogh es llevada a cabo por . Es admirable su versatilidad: él ha sido Jesús en "La última tentación de Cristo" o el Duende Verde en "El Hombre Araña". Al estadounidense le sobran experiencias actorales sacudidas por los conflictos del alma. Dafoe también ha encarnado, por ejemplo, al cineasta Pier Paolo Pasolini, un libertario hambriento de libertad y deseo –su homosexualidad llegaba a desasosegarlo– que murió asesinado en circunstancias poco claras (el homicida, Pino Pelosi, falleció en el 2017 sin esclarecer las conjeturas).

Un personaje clave de "En la puerta de la eternidad" es Paul Gauguin (Oscar Isaac), el pintor francés que vivió en Lima, que tenía parientes peruanos y que lo abandonó todo –él creía que, contaminado por la cultura burguesa y occidental, lo que creaba era basura– para irse a vivir en la Polinesia Francesa y estar en contacto con un mundo puro y primitivo. Pero antes de esa decisión radical que finalmente devino en auténticas obras maestras, Gauguin tuvo un célebre encontronazo con Van Gogh en Arlés, en el sur de Francia. Fue un choque entre dos fuerzas de la naturaleza que de la amistad pasaron a los altercados. Una damnificada fue la oreja de Van Gogh. La versión más aceptada es que él se automutiló.

LA VIDA EXAGERADA DE UN PINTOR
Una de las primeras grandes encarnaciones de Van Gogh en el cine se remonta a los años 50 con "Sed de vivir" (1956), también conocida con el título sintomático de "El loco del pelo rojo". El encargado de transformarse en el pintor fue Kirk Douglas, quien hoy ostenta 102 años.

No menos célebre es la conversión del director Martin Scorsese en Van Gogh (sí, el inmenso cineasta ítalo-estadounidense a veces también actúa). Lo hizo en uno de los episodios de "Los sueños" (1990), del senséi Akira Kurosawa. Es justicia poética que Van Gogh haya aparecido en un filme de uno de los más notables cineastas japoneses de la historia. En el capítulo de rigor, un estudiante de arte terminará deambulando dentro de los paisajes deslumbrantes concebidos por el holandés.

El gran Tim Roth, asimismo, pasó por este reto. Él se puso en la piel del pintor en "Vincent y Theo" (1990), del director y maestro Robert Altman. Un sentido retrato del lazo entre el genio angustiado y su querido hermano.

Además, destaca "Loving Vincent" (2017), promocionada como la primera película de animación que empleó en su totalidad pinturas para generar la ilusión de movimiento. Una obra exquisita que se adentra en los hitos de una existencia sobresaltada y en los misterios que rodean a los últimos días de vida de un creador irrepetible.

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