JUAN AURELIO ARÉVALO

¿Cómo nace tu interés por los efectos especiales? Siempre estuve atento al cine desde pequeño, pero nunca lo vi como una profesión. Yo llegué por una cosa fortuita. Vivía en EE.UU., trabajaba en cosas simples, como repartidor de pizza, y me robaron mi coche. Mi novia me prestó el suyo para llevarla a la universidad. En el camino al estacionamiento pasaba por el departamento de animación. Los salones eran de vidrio y mientras la esperaba miraba lo que hacían. Me metí un día, pregunté qué programa usaban y empecé a practicarlo.

¿Hace cuánto tiempo fue esto? Hace 13 años. Los programas han cambiado muchísimo, pero hay herramientas que sigo usando.

¿Cómo se empieza? Yo aprendí de forma empírica. En mi casa. Pero aprendí todas las áreas. Yo no soy muy artístico, pero aprendí el proceso entero: el modelado, la animación, la textualización. Luego decidí que la simulación era lo que más me apasionaba porque yo estudiaba Ingeniería y había afinidad con la física.

¿Cómo llegaste a trabajar en los grandes estudios? Fueron ocho meses en los que estuve encerrado en mi casa, enfocado en esto. Y dos años de reunir trabajos pequeños por EE.UU. buscando que saliera cualquier proyecto. Mi primera película grande fue La era del hielo.

¿Se necesita mucha paciencia? Muchísima. La gente no comprende que uno pasa meses haciendo algo que dura segundos.

¿Por ejemplo? Al final de “Harry Potter y la orden del Fénix” hay un tornado de arena donde desaparece el personaje malo. Yo hice 150 versiones de ese tornado. Múltiples cosas. Había que comprimirlo, hacerlo más rápido, más corto, más largo. Así estuve por tres o cuatro meses todos los días. En “Avatar” me tomó 6 meses determinar cómo hacer las cascadas y un año y medio para completarlas.

¿Qué sientes cuando vas al cine? Me emociono. Pero no veo las películas igual que cualquiera. Veo los efectos y digo: ‘Pude haber hecho esto, pude tener más tiempo en aquello’. Y también hay que tener a la familia atenta para que vean lo que hice. Es cuestión de segundos, tomas el refresco y no lo viste [risas].

Tienes tu estudio y una escuela en línea [VFX Learning] donde la mayoría de alumnos son peruanos Sí, la mayoría de visitantes que nos siguen en Facebook son de Lima. Hay estudiantes de 150 países.

¿Cuál es el beneficio y la principal desventaja de trabajar en línea? Cuando empecé, a mí se me hizo muy difícil conseguir material de calidad. Si yo hubiese tenido minutos al día para hablar con alguien que estuviese haciendo un efecto, hubiera sido muy valioso. Ahora tengo estudiantes de una parte remota de Australia, gente de Zimbabue y ellos tienen acceso a una persona en Londres que está haciendo un efecto para una película. El beneficio es eliminar las fronteras geográficas. Y esto me permite enseñar en español. La contra puede ser la falta de interacción física, pero eso lo soluciono con viajes como este.

¿Qué sientes cuando alguien dice: “Esa película es puro efecto”? Depende del tono. Si la gente la acepta y la va a ver con esa perspectiva, perfecto. Siempre y cuando la disfruten. Yo prefiero que sea puro efecto, así nos mantienen empleados a todos [risas].

¿Hay que tener mucho espíritu de niño para trabajar en esto? ¿No eres en el fondo un niño grande? Sí. Es una emoción que no puedes contar. Legalmente no puedo.

¿Ni a tu familia? No.

¿A tu familia tampoco? Bueno sí, a mi esposa [risas].

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