(Fuente: Difusión)
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Sebastián Pimentel

Junto con Quentin Tarantino, David Fincher, y Paul Thomas Anderson, James Gray representa lo mejor del cine norteamericano surgido en la década del 90. Basta ver “Los amantes” (2008) para notar la elegancia de sus dramas, tejidos con la sutileza del mejor cine clásico y de referencias exquisitas: desde el Alfred Hitchcock de “Vértigo” (1958) hasta las suntuosas tragedias del italiano Luchino Visconti.

La que ahora nos ocupa es una cinta de época, aunque no es la primera vez que Gray hace notar su gusto por la ambientación histórica. En “The Immigrant” (2013), un proxeneta se enfrentaba con su primo en torno a una joven polaca recién llegada a la tierra prometida, la Nueva York de los años 20. En el mundo de Gray, los protagonistas se pelean con hermanos, primos, padres. Es una poética que se basa en la tensión de dos fuerzas que no siempre van juntas: la tradición familiar y la pasión personal.

En “” se cuenta la historia real de Percy Fawcett, uno de esos hombres indómitos que, desde Lope de Aguirre hasta Roger Casement, construyeron su propio mito en la Amazonía, a inicios del siglo XX. Todo empieza cuando la corona británica le pide explorar las zonas por entonces no delimitadas entre Bolivia y Brasil, territorios todavía desconocidos para la civilización occidental.

Gray filma con lánguida cadencia y con los claroscuros de algunas pinturas de Rembrandt. Vemos composiciones de caballeros británicos en caza de algún venado, y bailes aristocráticos que no dejan las formas del siglo XIX. De esa civilización tan ataviada a las junglas amazónicas del Mato Grosso, el señor Fawcett es interpretado con energía y carácter por Charlie Hunnam. Lo acompañan Henry Costin (Robert Pattinson) y, luego, su propio hijo Jack Fawcett (Tom Holland).

En lugar de un espectáculo pintoresquista, tenemos imágenes inquietantes por las incógnitas que esconden. Percy Fawcett está poseído por la visión de una ciudad que suponemos imaginaria. La aparición definitiva se escapa siempre de sus búsquedas. Restos diseminados, antiguas crónicas jesuitas, objetos arqueológicos lo llevan a perseguir una entidad invisible que proporciona mucha ansiedad y cierta fatalidad a lo que vemos.

Basado en la novela homónima de David Grann, el guion se ciñe a la biografía de Fawcett, a sus viajes entre Inglaterra y Sudamérica. Contraste poético y a la vez reflexivo, sobre todo cuando estalla la Primera Guerra Mundial. Mientras Fawcett sobrevive y capitanea las trincheras de los aliados, emergen sus evocaciones mentales de la selva. Es entonces que el salvajismo arcaico de las tribus amerindias parece ser superado con creces por las bombas y la sangre de la moderna guerra europea.

Pero lo de Gray va más allá de este cuestionamiento de la civilización occidental. Regresan, renovados, temas de sus anteriores películas: el tormento que divide la conciencia del hijo respecto a seguir o no a su padre, por ejemplo. Pero también la impotencia frente a una aventura que se vive como imperativa, y que siempre está dando nuevas razones, visiones o signos que avivan el sacrificio.

El de Fawcett es un viaje entre dos mundos: el de Europa y el de la jungla americana. Pero también es una constante permutación de tiempos, ya que el héroe recuerda siempre una tierra ausente, ya sea la de su nacimiento o la de su destino. Por otro lado, la coda del filme nos hace pensar que, más que la historia de un loco, se trata de la vida de un visionario. Los lazos familiares, rotos y luego reconciliados cuando el hijo insiste en emular al padre, reafirman un aprendizaje doloroso y, sin embargo, lleno de una silenciosa sabiduría. Valgan estas líneas para rozar el valor de una de las cintas más bellas y conmovedoras del año.

Calificación: 4 estrellas (de 5)

DATOS

Título original: “The Lost City of Z”.
Género: Drama, biografía.
País y año: EE.UU., 2016. Director: James Gray.
Actores: Charlie Hunnam, Robert Pattinson, Sienna Miller.

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