"Adiós a la revolución": nuestra crítica al libro de Francisco Ángeles

Cuando a principios de 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas y ocupó varios poblados del estado de Chiapas, Carlos Fuentes escribió –sin ocultar su admiración– que estábamos ante la primera guerrilla posmoderna. No se trataba de una excepción: así como él, muchos intelectuales fueron subyugados por las románticas proclamas del megalómano subcomandante Marcos, quien encarnaba la posibilidad de que el ímpetu revolucionario –tan de capa caída en ese entonces– renaciera de sus dispersas cenizas.

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De esa fascinación se ha servido Francisco Ángeles (Lima, 1977) para concretar "Adiós a la revolución", una de las novelas más valiosas entre las que se han publicado en esta década. Ya había exhibido agilidad y destreza narrativa en su anterior ficción, "Austin, Texas 1979" (2014); destacaba especialmente la segunda parte del libro, enfocada en la relación idealizada y melancólica de un profesor de universidad norteamericana con una joven y brillante alumna. No solo sobresalía la pluma de Ángeles –nerviosa, plástica, pigliana– sino también cómo esta era capaz de proyectar con hondura, dentro de su ritmo sincopado, la derrota de las esperanzas humanas, la desolación de quien sabe abolida la época más prometedora de su existencia o los bajorrelieves del sacrificio y el dolor.

En su nuevo libro, Ángeles retoma la pasión entre un maestro y su alumna, complejizándola al máximo y conduciéndola a extremos insospechables. La trama puede resumirse así: Emilio, profesor de artes desengañado de toda utopía, conoce a Sophia, una bella e inquieta alumna con la que tiene una tórrida aventura cuyo final desencadena el desplome de su matrimonio, la pesadilla de la adicción a los fármacos y una terrible depresión de la que solo saldrá cuando se entere, unos años más tarde, de que su exdiscípula ha sido detenida junto a otros miembros del EZLN. Ese descubrimiento lo motivará a buscarla hasta el sur de México y aspirar a una última chance de dejar atrás un pasado que le atormenta.

Si el desarrollo de la historia funciona a través de una estructura policial de múltiples pesquisas, el combustible que la anima es el furor sexual, cuyas manifestaciones alcanzan turbulentos picos expresivos, como ocurre en la escena entre Emilio y Sophia de las páginas 128-132. En un medio literario como el nuestro, donde las acciones eróticas suelen decepcionar por su pobreza imaginativa y sus vacilaciones, Ángeles hace de cada párrafo dedicado a este asunto una aventura sensorial, un vértigo que se amalgama con mucha coherencia a las disquisiciones ideológicas e históricas que surgen en el periplo de Emilio. "Toda revolución política es en el fondo una revolución sexual", proclama el narrador en las primeras líneas; esa dualidad otorga una lectura en distintos niveles de los episodios y reflexiones que perfilan el relato.

Otro acierto es la solidez de los seres que habitan un San Cristóbal de las Casas tan turístico como siniestro, que recuerda a esas turbias ciudades mexicanas en las que se movían las criaturas de William Burroughs. Personajes como el impredecible Licho Best, el misterioso Maestro de la Universidad Campesina o el Noventero –sin duda el más divertido de todos, una parodia sin contemplaciones de los tics culturales de la generación del autor– iluminan o confunden, según la circunstancia, la indagación de Emilio, dotando a la urbe de una atmósfera carnavalesca y hostil, crispada e incitante a la vez.

Juan Rulfo, al comentar "Los juegos verdaderos" de Edmundo de los Ríos, sostuvo que ese libro inauguraba la literatura de la revolución en América Latina. La excelente novela de Francisco Ángeles sigue esa senda difícil y vibrante; la diferencia es que la recorre con ese dulce escepticismo que solo los que crecieron en los años noventa pueden hacer suyo.

DATO
​4.5/5
Autor: Francisco Ángeles.
Editorial: Literatura Random House.
Año: 2019.
Páginas: 362.
Relación con el autor: cordial.