Mario Benedetti (Foto: AFP)
Mario Benedetti (Foto: AFP)
Mario Fernández

se arrellanaba en la silla de su departamento montevideano de la calle Zelmar Michelini 1337 ese 24 de abril del 2008, cuando dos periodistas de El Comercio lo visitaron. El reloj de la pared marcaba exactamente las 11:00 am. Nos había citado para las once ni un minuto más ni un minutos menos. Un correo del propio Mario y dos más de Ariel García, su ex secretario personal y hoy administrador de la Fundación que lleva el nombre, habían hecho este milagro. Primero hacia la Redacción de El Comercio y después en plena Avenida 18 de Julio cuando desde una cabina telefónica, un día antes, Ariel nos dirigió esta frase: "Mario te espera mañana a las once en punto. En punto por favor, él es muy riguroso en los horarios". Le había preparado una veintena de preguntas y, como le anuncié, le llevaba dos libros: uno de Umberto Jara ("Secretos del túnel") y otro que en Buenos Aires me alcanzó Jorge Barraza ("Historia del fútbol Sudamericano"). El encuentro era ideal, se aprovechó y hoy debo decirlo no sin cierta molestia de este enorme artista literario que con sus versos miles de parejas se terminaron jurando amor eterno.

Hoy 14 de septiembre, Mario hubiera cumplido 98 años y la cita del 2008 parece que haya sido hace poquito. Recuerdo que Mario vestía un buzo deportivo blanco y azul y, sobre la mesa delante suyo tenía varias hojas pequeñas -algunas con muchas correcciones- y un lapicero que siempre lo mantuvo entre sus manos. Las ediciones de los diarios del día a un costado. Su miraba era apacible y hasta hoy me resuenan sus cuatro palabras que repitió como un disco rayado: "Señores, comprendan, estamos trabajando", mientras Ariel buscaba de arreglar el entuerto con ademanes educados de un encuentro que, al menos el propio autor de "La tregua" esperaba fuera muy corto. Es decir de recibir los libros y listo. Un minuto antes Ariel había saltado como un rayo cuando vio los flashes de la máquina de Lino Chipana al tiempo que nos decía: "Entrevistas no, mañana sale en El Comercio y al día siguiente nos van a llover cartas de todo el mundo pidiendo lo mismo. Mario ya no da entrevistas. Aquí termina todo, por favor".

Fue aquí cuando mirando fijamente a Mario y presagiando que la entrevista se nos caía le llegué a decir que las amistades que dejó en Lima cuando pidió asilo político en 1983 al saber de nuestro viaje querían saber de él, de su estado de salud y de su producción literaria a través de las páginas del decano peruano. Y rematé –conociendo que mucho le gustaba el fútbol- que esa noche el Cienciano del Cusco jugaba contra su equipo Nacional por la Copa Libertadores y si tenía un favorito como ganador.

Entonces, las frases entrecortadas de Mario fueron saliendo de a poco como un dique cuando abre sus compuertas. Así los recuerdos que guardaba hacia nuestro país, brotaron como cuando con su pluma rompió el tabú de los poetas románticos de su época. "No puedo negar que fue una etapa difícil en mi vida que pude salvarla, en cierta forma, con amistades peruanas como… (piensa) Thorndike (Guillermo), Oquendo (Abelardo), Lauer (Mirko) y su esposa Lola Salas, Igartúa (Paco), Vargas (Raúl), Neyra (Hugo), Ruiz Durán (Jesús), quién más, quién más… claro Domínguez (el ´Chino’ Carlos) que tomó las fotos; Cevallos (Leonidas), Loayza (Luis). No faltaron las damas. Fue un almuerzo que lo disfrutamos mucho en una calle del distrito de Barranco o Miraflores si mal no recuerdo".

Tras esos recuerdos sobre su permanencia en Perú y ya con una mejor predisposición para contestar nuestras preguntas, le interrogamos:

Esta noche juegan Nacional con Cienciano, por la Copa Libertadores, ¿quién cree que gane?
Solo espero que gane mi Nacional de toda la vida.

¿Pero Cienciano también podría ganarle?
Nunca he sido adivino y como ateo no creo en Dios. Ahora si hay un triunfador, que gane el que juegue mejor. Es lo lindo del fútbol (NdR: Nacional ganó 3-1).

Además de encerrarse a trabajar al lado de Ariel, ¿ya no le interesa ir a los estadios?
No. Leo y alcanzo a ver por la televisión las noticias del fútbol hoy en día y casi todas están referidas a contratos, a cifras de pases; otras a los casamientos de los jugadores o las peleas con el técnico. Cada vez está más alejado el comentario de una buena jugada.

¿A ese extremo ha llegado el fútbol?
Cada vez se está dejando de lado al deporte como juego para pasar a convertirlo en un negocio millonario internacional y no demasiado limpio. Hace algunos años hice un comentario al diario "El País" nuestro donde expuse la forma como es considerado hoy un futbolista profesional.

¿Y cómo es considerado, según usted?
Casi como una pieza digamos de consumo, puramente mercantil. Hay mucho en juego, mucho dinero, cantidades millonarias que se pagan y que los dirigentes buscan recuperar muy rápido. Denigrante porque el espectáculo futbolístico quedó al lado.

¿Aun así no se habrá olvidado del equipo 'tricolor' del Nacional?
Sigo a mi Nacional, pero he decidido no ir más a los estadios. A ese enorme comercio del fútbol se suma la violencia entre hinchadas y las barras bravas y esto aleja de la cancha a quienes concurren a ver una sana y leal competencia. Yo, al menos, iba a disfrutar. Hoy ya no.

Le cuento Mario que en el año 2000 en la casa de Asunción de don Augusto Roa Bastos, al preguntarle por nuestro poeta César Vallejo me respondió que su poesía es como un sueño de palabras que expresa una realidad concreta y dura que hace de su sufrimiento un tema de esperanza, ¿para usted qué representó Vallejo?

(Benedetti mira a Ariel, se toma la barbilla y responde) No lo afirmo aquí. Siempre lo dije por dónde caminé por la vida: si lo de Neruda funciona hasta hoy como un paradigma literario, lo de Vallejo –así sea analizado a través de sus poemas- funciona como un paradigma humano, ¡y en qué dimensión!

Le alcanzo al final una opinión al vuelo sobre Mario Vargas Llosa y responde: "Su talento está demás subrayarlo y para suerte nuestra su obra va a continuar situada en forma permanente a la izquierda de su autor".

Cuando falleció Benedetti en el 2009, el Nobel peruano dijo esto de él: "Mario fue un hombre comprometido y honesto, y que no medró con sus ideas políticas…"

Y sin esperar Benedetti otra pregunta respetuosamente nos añade: "Yo mientras tanto sigo escribiendo, cuando me dejan" en tono acentuado esto último y vuelve a mirar a Ariel como dando fin a la función.

Casi enseguida procedió a estampar su firma en los libros que Lino Chipana y yo le habíamos llevado. De vuelta a Lima dio motivo para dos anécdotas. Pero antes, al terminar de firmarlos como dándose un respiro nos dijo su última frase: "Hoy he firmado más libros que una feria a estos señores peruanos pero, en medio de todo, la hemos pasado bien. Muchas gracias".

LA ANÉCDOTA
Dentro de sus libros y que Mario Benedetti tuvo a bien firmarnos muy de prisa, hubo dos hechos inolvidables: fue cuando Lino Chipana le dictó el nombre 'Mandruka' (por Manuel García Miró). Benedetti ya fastidiado como estaba le respondió "¿Mandruka? Qué tal nombrecito, ¿cómo debo escribirlo?". Y ya en Lima, en la Redacción de El Comercio, cuando le hice entrega de un libro a Renato Cisneros, corrió hacia su computadora, buscó en Google el título, firma del autor uruguayo, y cuando vio que era la misma del libro, me abrazó y, al tiempo que me agradecía, sonriendo me dijo: "Pensé que se la habías falsificado".

Contenido sugerido

Contenido GEC