“Para mí es importante innovar y correr riesgos al escribir”
José Silva

Doce años después de su debut literario con la elogiada "Casa de Islandia", se arriesga nuevamente y publica una novela que ahonda en lo emocional y psicológico. En “La fiesta del humo” (Peisa, 2016), Benjamín (Benji), un peruano que radica en Estados Unidos  se refugia en una terapia psicológica para intentar desprenderse de los recuerdos personales y familiares que parecen seguirlo a donde vaya. ¿Hasta qué punto somos responsables de los errores de nuestros seres queridos? Parece ser una de las preguntas que quedan flotando en el lector de esta obra.

-Probablemente un escritor arriesga un poco más en sus inicios. Siete libros publicados después, ¿cuánto cambió el Luis Hernán escritor en este tiempo transcurrido desde tu debut literario?

Intento que cada libro sea una experiencia completamente diferente, un reto, un ejercicio y un experimento también. A veces sale bien, otras quizás no tanto, pero para mí es importante la innovación y el correr riesgos. “La fiesta del humo” es completamente diferente a los previos, especialmente porque me meto con el tema del psicoanálisis. Este es un tipo de experiencia que no traté antes y que tiene una serie de consecuencias en la forma de la novela, que responde a la interacción entre la terapeuta y el protagonista, un peruano que vive en Estados Unidos y busca algún tipo de solución para una serie de males que lo aquejan producto de su vida en el Perú.

-El protagonista, Benji, que parece tener varios desequilibrios o culpas, ¿surgió exclusivamente para esta historia o ya te venía rondando hace un tiempo?

Quizás para los que han leído libros míos en el pasado Benji es algo familiar, pero la verdad es que solamente existe en esta historia. Él es un peruano de aproximadamente 35 años de edad y que es heredero de una historia familiar de mucha violencia y corrupción. En su familia hay un caso que tiene que ver con corrupción ocurrida en los noventa en Perú. El protagonista ha vivido bajo el contexto de una familia muy problemática, ligada a los negocios y a la política en el Perú, y que intenta, años después, acercarse a ese pasado difícil, mirarlo de frente, sin ponerse del lado de quien intenta defender su pasado familiar sino más bien de quien intenta conocerlo de verdad y, si hay alguna culpa personal o familiar que espirar, hacerlo de forma honesta a través del análisis.

-Hablemos sobre la terapeuta, Clara. ¿Qué tan difícil fue crear a este personaje?

Fue un reto complicado y satisfactorio. Ella aparece constantemente pero solo como una voz. Primero aparece descrita pero luego queda solo su voz, que se le va presentado a Benji y por ende al lector. Y lo hace con preguntas, reflexiones, pronunciamientos muy cortos. A veces parece ser una entrevista lo que le hace a su paciente, pero en otras ocasiones parece más una exposición de cómo funciona el psicoanálisis. Yo hice mucho trabajo de campo, porque he tenido la experiencia personal de ser psicoanalizado, y eso me permitió conocer cómo es que funciona el proceso, cómo se da la sesión, qué tipo de conexión existe. Esto es lo que he intentado representar en la novela mediante la conversación entre estos dos personajes.

-El sentimiento de culpa está muy presente en la novela. ¿Hasta qué punto un hijo debe asumir el pasado de sus padres o el de su familia o quizás dejarlo ir?

Esa es la pregunta más importante que la novela plantea frente a este pasado familiar complicado, oscuro y lleno de actos y situaciones incorrectas. ¿Cómo puede un hijo reaccionar frente a esto y procesar la situación? Es algo que me pregunto constantemente porque creo que en el Perú, la gente de mi edad tiene una herencia muy difícil y nos preguntamos ¿cómo hacer que la sociedad peruana alcance un bienestar o felicidad contando con un bagaje tan pesado? La solución creo que no es olvidarlo, sino trabajarlo y confrontarlo. En la novela, el protagonista tiene muchos sueños, reflexiones absurdas, una serie de proyectos. Intenta de alguna forma, tanto en su vida cotidiana como en sus sueños, salir de este pasado. Tantea. Si lo consigue o no, pues hay que leer la novela para saberlo.

- En tu novela el idioma de los personajes es el inglés, pero el relato está escrito en castellano.  ¿Cómo fue el proceso para mantener la coherencia al escribir?

Es una pregunta clave porque la novela está siempre partida en dos. Tiene dos partes, dos personajes, dos países, dos realidades (los sueños y la vida cotidiana) y también dos idiomas (inglés y español). En la novela, el español es la lengua en la que está escrita, sin embargo, detrás hay una sombra del inglés porque los diálogos que ocurren en la novela son cosas que muchas veces he escuchado decir a mi alrededor y que he intentado traducir sin traicionar ese origen. El lector de “La fiesta del humo” se dará cuenta de que cierta manera de articular el lenguaje no corresponde únicamente  aun español estándar, limeño o peruano, sino más bien a dos lenguas en contacto.

-¿Por qué Benji necesita, durante la novela, contar su propia historia a través de otro relato interno?

La primera parte de la novela es una experiencia de terapia, donde el protagonista habla con su psicoanalista. La segunda es una especie de relato largo que Benji escribe a raíz de sus sesiones. De alguna forma él piensa que no puede alcanzar a decir lo que busca únicamente mediante la interacción con su psicoanalista. Él se da cuenta que ese es un primer para luego pasar hasta otra forma de comunicación, que es la que uno entabla consigo mismo cuando escribe y cuando le da lo escrito a alguien más. Me parece que el psicoanálisis y la literatura se complementan, son dos formas de conversación.

-¿Está algo desgastada la autoficción en la literatura contemporánea?

 No me parece. Creo que la autoficción no se inventó en el Perú hace poco, sino que es una corriente bien establecida. Me parece muy interesante como veta de exploración. Yo mismo podría insertar cierta parte de mi obra en esa línea. Ese juego entre la verdad y la ficción, esos personajes que son versiones distorsionadas de quien escribe. No es autobiografía ni ficción sino una especie de intermedio. En Perú han salido muchos libros de este perfil y creo que eso es bastante rico porque permite un acercamiento distinto a la realidad. La ficción pura a veces no nos da lo que buscamos. Y creo que en la situación actual peruana, la literatura sirve para explorar el pasado reciente, para conocer la realidad y más aún, la autoficción quizás está más cerca de esa cotidianidad.

-Además de mejorar tu redacción, ¿te planeas retos para mediano o largo plazo?

Sí. La escritura se va mejorando siempre. Quiero creer que hay un progreso o una evolución. Los retos tienen que ver con los proyectos que me van surgiendo. No soy un escritor con un programa demasiado detallado a largo plazo, sino más bien uno que actúa bajo el influjo del inconsciente, del azar, de las ideas que se van imponiendo en determinados momentos y que producen una obra. Si tengo alguna meta pues es seguir escuchando esa voz interior que me va dictando ciertos temas, aventuras de escritura y espero poder llevarlas a su mejor forma posible para poder comunicarlas al lector.

-Finalmente, ¿te imaginas una vida de nuevo en el Perú?

De imaginarla, por supuesto. Eso no se puede negar. Pero mi vida ahora mismo está en Estados Unidos. Vivo en Vermont, soy muy feliz allá. Mi vida personal y profesional está bien instalada allá. No tengo planes para regresar por el momento pero la puerta siempre está abierta. Si es que en algún momento se da la ocasión de volver, los amigos me recibirán. Sin embargo, no es un plan que yo tenga. Me gusta vivir un poco entre los dos países. Vengo con frecuencia al Perú, paso tiempo aquí y me siento incorporado a esta sociedad.

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