Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata
Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata

Sumergido en un océano de pulpa y celulosa —libros, periódicos, revistas, folios sueltos y papeles flotando en perfecto desorden—, José Luis Ayala (Huancané, 1942) bucea por el tiempo y la memoria. Un bloque sólido compuesto por narrativa, poesía y ensayo en 75 libros propios sitúan al escritor oriundo de la nación aimara en el pináculo de los creadores vivos procedentes del lago sagrado. Heredero de Oquendo de Amat y de la Generación Orqopata, Ayala tenía 16 años cuando conoció al más dotado de estos últimos.

Gamaliel Churata era un anciano de mirada penetrante que inmediatamente me habló del positivismo de Comte. Cuando supo que yo quería ser poeta, me dijo que anduviera con cuidado porque aquí ser inteligente era muy peligroso”. Gira por la estantería y regresa con los tres libros dedicados al más revulsivo de sus coterráneos: una réplica de “El pez de oro” (1987), la reedición crítica del mismo libro (2011) y el excepcional tomo que acaba de salir del horno.

—Área experimental —
Extraordinario ser humano, intelectual nato, defensor del campesinado y artista revolucionario, un designio fatal sombrearía la vida de Arturo Peralta Miranda (1897- 1969). Suele ocurrir con los grandes en su encuentro frontal con la belleza, esas heridas hondas de los cristos del alma que canta Vallejo. Expulsado del tercero de primaria por su maestro José Antonio Encinas, jamás regresaría a la escuela. Errabundo, finalmente ancló como director de la Biblioteca Municipal de Puno.

Allí fermentaría una obra maestra. De su oceánica cultura da cuenta su libro insignia, híbrido monstruoso edificado entre 1927 y 1957. Poesía, cuento, ensayo y novela concurren en un volumen múltiple y omniabarcante, edificado en la línea del florentino Giovani Papini (1881 - 1952) en su propósito de construir un diccionario que contenga todo el conocimiento humano. Churata lo hizo a partir de América Latina.

Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata
Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata

Religión, magia, filosofía y narración oral estallan en forma de prosa poética y escritura automática para un texto sin ataduras lingüísticas, escrito desde el ayllu. Aculturación, transculturación y diglosia en diferentes idiomas. Quechua, aimara y modismos en español oscurecían su lectura hasta que Ayala lo “tradujo”. Así, una obra virtualmente inaccesible se abrió al gran público para ser estudiada por la Academia norteamericana, que frecuentemente lo invita para recibir más luz.

—Tragedia andina —
Otra sería la suerte de Arturo Peralta, el hombre: Sánchez Cerro lo expulsa del país en 1936 y se refugia en Bolivia. La Paz como tabla de salvación y campo de experimentación. Allí funda colectivos, dirige periódicos, asesora a los presidentes Paz Estenssoro y Toro Ruilova, que con un decreto convirtió a Bolivia en un país socialista. Cada golpe de Estado es también una tragedia personal. Pero consolida una familia y nunca deja de escribir.

Sobrevive, incluso, al vuelco de un camión cargado de mármol que contenía sus últimos ahorros. Y al espectacular suicidio de su socio Huayna Choquehuanca: imposibilitado de pagar sus deudas, reunió a los 10 acreedores del periódico que fundó con Peralta y se disparó en la boca. Pese a semejante gesto de honor, el escritor fue culpabilizado. Entonces regresa al Perú después de 40 años. Encuentra un trabajo en la Corpuno, pero el prefecto Gustavo Salcedo y el funcionario Hugo Salazar Dueñas lo despojan hasta de su escritorio.

Viejo, cansado, y maltratado, intenta curarse en salud en los baños termales de Yura. Enfermo e impago, llega a Lima para su calvario final: sin ningún ingreso fijo —excepto eventuales colaboraciones en diarios o la corrección de una efímera revista de pesquería— es auxiliado por sus hijos Fedor y Amarat. El ocaso lo encuentra en las escaleras de la catedral recibiendo el almuerzo que le llevaban sus dos hermanas monjas. Pero un día desaparece. Encuentran su cadáver de tres días, había muerto de pulmonía.

Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata
Pasión y muerte del vanguardista puneño Gamaliel Churata

—Desde la médula —
De todo lo cual da cuenta “Innata vocación del escritor Gamaliel Churata” (Pakarina Ediciones, 2017), libro que acaba de editar José Luis Ayala. Una prosa solvente y testimonial da cuenta de la trayectoria de un creador maltratado hasta el final de sus días. Un anciano desvalido que, incluso, tenía que empujar la silla de ruedas de su hijo Teófano, ese paralítico al que un primo suyo le robó los 11 libros inéditos que Churata cargó hasta Lima.

Ayala está embarcado en el rescate judicial de esos inéditos de valor incalculable que la ignominia no quiere devolver. Mientras, va sacando a la luz los que posee en calidad de albacea. Como Heraud, Romualdo o Ramírez Ruiz, Churata compuso una existencia trágica, fecunda y ejemplar. Por eso el Congreso de la República, en un acto sin precedentes después de la pensión para Georgette Vallejo, el 3 de febrero del 2012 le pidió perdón a su hija Estrella Peralta a nombre de la nación.

“Churata escribe desde la ‘taypi qala’, desde la piedra del centro donde descansan las columnas que sostienen el universo según la mitología tiahuanaco”, dice Ayala, protector de un legado formidable. Su audacia para procesar la riqueza semántica configura una singular creación lingüística aleatoria. Churata inventa no solo una forma de escribir sino también de leer. Cosmogonía, magia y dialéctica andina en un caleidoscopio que no deja de deslumbrar.

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