Marco Aurelio Denegri. (Foto: El Comercio)
Marco Aurelio Denegri. (Foto: El Comercio)
Marco Aurelio Denegri

Desde 1956 –hace nada menos que sesenta y un años–, yo frecuentaba la librería de don Juan Mejía Baca, que estaba en pleno centro de Lima, en la calle de los Huérfanos, séptima cuadra del Jirón Azángaro; y hasta hoy recuerdo el número del establecimiento, 722. 

Mejía Baca era afable y educado y, a un tiempo, recto y pasional; me honró con su amistad y siempre lo recordaré. Un día, no sabría decir exactamente cuándo, pero desde luego antes de la muerte de Porras, ocurrida en septiembre de 1960; un día, Mejía Baca me enseñó las fotografías que Pestana le había tomado a Martín Adán. Viéndolas, le manifesté a don Juan cuánto me hubiera gustado estar en la librería cuando Pestana fotografiaba a Martín Adán. Yo no conocía personalmente al poeta y me hubiera gustado conocerlo. 

“Para eso –me dijo Mejía Baca– habría tenido que venir un domingo. Esas fotografías de Pestana son dominicales. Pestana las tomó un domingo, cuando no había nadie en la librería. Rafael [nunca le oí decir Martín a Mejía Baca] se deja fotografiar, aunque en realidad no le gusta, con la condición de que no haya gente, quiero decir, circunstantes que lo importunen con sus preguntas y con su asedio. No le gusta que lo entrevisten ni que se entrometan en su vida.” 

De modo, pues, que Rafael de la Fuente Benavides, alias Martín Adán, no era entrevistable, o en todo caso, como dice Lauer, “conversar no era su fuerte”. (Cf. Piñeiro, M.A.: E., [9].) 

—Consciente— 

Del latín cónsciens, y éste de conscíre, saber perfectamente. 

“Cónsciens Christus quid esset.” 

Frase del célebre apologista Tertuliano, según la cual Cristo era consciente de su esencia, sabedor de su naturaleza; sabía muy bien quién era él; no lo sabía simplemente, sino perfectamente: era cónsciens. 

Los seres humanos, en general, sienten, piensan, quieren y obran con absoluto desconocimiento de lo que hacen. 

No son, pues, conscientes, sino todo lo contrario. Ahora bien: ante inconsciencia tamaña, debemos repetir lo que decía don José Ortega y Gasset: 

“Es menester que la gente deje de ser bestia.” 

Será dificilísimo que la gente deje de ser bestia, porque los seres humanos no son simples tenedores o tenientes de la bestialidad, sino acaparadores de ella. En efecto, se apropian de gran parte de la bestialidad y si pueden de toda la bestialidad y la retienen y conservan y por añadidura la ostentan. 

Katia Fernández Laguna, en su libro Éxtasis, dice: 

“El hombre es el animal que acapara el concepto de BESTIA.” 

(Las mayúsculas y negritas son de la autora. Yo, naturalmente, apruebo el resaltamiento.)“

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