Renzo Babilonia nos habla sobre su libro “Guerra y fotografía”
José Silva

Renzo Babilonia Fernández-Baca, fotógrafo e investigador de la historia de la fotografía, presentó hace unos días su más reciente libro “Guerra y Fotografía. Perú, 1879-1929” (Instituto Riva Agüero, 2016).

La publicación --que consta de dos capítulos repartidos en 100 páginas-- tiene como base una exposición del mismo nombre realizada en la Casa O´Higgins en los meses de febrero y marzo del año 2014.

El objetivo de “Guerra y Fotografía. Perú, 1879-1929” es resaltar a la fotografía como fuente histórica y como herramienta fundamental para rescatar a personajes que si bien fueron parte de uno de los momentos más trascendentales de nuestra historia republicana (la Guerra del Pacífico), terminaron siendo injustamente olvidados.

Aquí nuestra breve charla con Renzo Babilonia sobre su libro.

-¿Por qué durante la Guerra del Pacífico nuestras autoridades no consideraron prioritario contratar a un fotógrafo oficial?

Esto para nosotros no era desconocido. En 1866, Courret documenta el Combate del 2 de mayo. Un año después, cuando el presidente Prado va a la guerra (civil) contra los hermanos Diez Canseco en Arequipa lleva también un fotógrafo. Es decir, como país conocíamos la importancia de la fotografía de guerra. Ahora, ¿por qué no se dio en la Guerra del Pacífico? Tal vez por dos razones. Primero porque veníamos perdiendo. Tal vez no se quería documentar ese drama. En segundo lugar, que no haya existido una visión fotográfica oficial de lo ocurrido es también una demostración de que el país no estaba preparado para la Guerra del Pacífico. En cambio, Chile, se arma desde el frente militar y desde el propagandístico. Trajeron al fotógrafo norteamericano (Eduardo Clifford) Spencer, que documenta la guerra desde el punto de vista chileno. En Perú sí había fotógrafos entonces, pero no fueron parte de un registro oficial.

-¿Por qué fue importante para Chile, rival de aquella época, tener esta visión fotográfica de lo que venía ocurriendo en el conflicto?

La guerra se libra en dos campos: el militar y el propagandístico. Tal es la importancia de la fotografía en Chile que, en el mismo mes que se toma Lima, ocurre en la ciudad de Santiago una exposición fotográfica con las mejores tomas de su campaña militar del 79 y 80. Es decir, Chile reconoce la importancia de la fotografía y de los grabados que se publican en los periódicos, como una herramienta de propaganda u operaciones psicológicas, como se llamaría en la actualidad. Eso permite reforzar su esfuerzo en la guerra. En una confrontación dura para ellos, en la que murieron miles de sus soldados, la foto es una forma de expresar que los hechos son más sencillos de lo que en verdad está ocurriendo. Esto es igual a lo que ocurre hoy en Estados Unidos, con toda la propaganda que hace con sus películas. En el siglo XXI se justifica una guerra a través de películas. ¿Cómo se hacía esto en el siglo XIX? A través de las fotos. Al final, una foto --como dice Jhon Foncuberta-- nunca dice la verdad, sino que es el punto de vista de su autor. En el caso de la fotografía de guerra esto se nota mucho más.

-Usted ha dividido su libro en dos partes. La primera durante la guerra y la segunda con el post, en donde ya se muestra la desolación de zonas arrasadas por el enemigo.

La riqueza del archivo fotográfico chileno está justamente en las tomas de los fotógrafos que acompañan al Ejército de dicho país. Hay fotos de este libro que ya fueron vistas en “Autorretrato” de Guillermo Thorndike. Ese fue uno de los grandes libros de fotografía peruana. Pero al incluirse leyendas del siglo XIX, las fotos quedan prácticamente como verdaderas. No se reconoce esta intencionalidad aparte, que es la que transmiten las fotografías de aquel que invade un país. En el segundo capítulo hay fotos tomadas por peruanos o por neutrales durante el proceso de reconstrucción nacional. Se ve cómo los héroes van envejeciendo. Incluso tenemos fotos que muestran el trato que da el país a aquellos que defienden su causa. Es algo difícil.

-También su libro incluye una parte que podría denominarse ‘Tacna digna’, cuando se da el plebiscito que finalmente permite el retorno de dicho territorio a Perú. Son fotos muy emotivas y con un valioso significado.

Exacto. Y por eso cambié la fórmula. Porque si mi libro solo trataba sobre fotos durante la Guerra del Pacífico, podía acabar en Huamachuco o en Ancón. Pero al terminar en 1929, con el retorno de Tacna al país, pues se convierte en otra historia. Y esta termina cuando retorna una de las cautivas al Perú. Creo que estamos ante un homenaje a todas esas personas que por más de 50 años soportaron una ocupación, que probablemente fue más difícil que la propia guerra.

-Hay una fotografía muy simbólica en la que se ve una casa con una cruz negra en su fachada…

Estas fotos fueron tomadas por Walter O. Runcie, un fotógrafo británico que peleó para el Ejército norteamericano durante la Primera Guerra Mundial. Esto le permitió ser más cercano al general Pershing, que era el encargado norteamericano de hacer cumplir el plebiscito de Tacna y Arica. Es decir, al ser más cercano a los norteamericanos, Runcie no va a ser tocado, como ocurre con mucha de la prensa peruana en aquella época, o con historiadores como Basadre, a quien le rompen la cabeza. Runcie puede documentar el drama que tú dices de poner cruces negras en casas de los peruanos para amenazarlos y obligarlos a salir de estas.

-En cuánto a los detalles técnicos, ¿cómo pueden describirse las fotografías tomadas durante la Guerra del Pacífico y también en los meses posteriores al final de la confrontación?

Se mantienen los aspectos formales. Y es interesante porque la Guerra del Pacífico es una época de cambios fotográficos. Aún se va a fotografiar con negativo de vidrio, (hay) las famosas fotos sepia. En cambio en la post-guerra se van usar negativo de gelatina. Esto permite cámaras más pequeñas, precios más baratos. Posteriormente la fotografía se masifica, empieza a publicarse directamente en periódicos. Es decir, la imagen adquiere mayor relevancia y sirve para contar también una historia.

-Cuénteme sobre la fotografía que aparece en la portada de su libro.

Es una composición fotográfica del siglo XIX que muestra a los oficiales del glorioso batallón Zepita, liderado por Cáceres. Lo que hoy se hace con Photoshop, en el siglo XIX se hacía con tijera, cartón, cortando y colocando. Cada foto de cada soldado esconde una parte de la historia de nuestro país.

-A primera vista uno podría pensar que este libro lo hizo un historiador, pero usted es un comunicador. Por qué decidió publicar esta obra sobre un hecho trascendental que, sin embargo, no deja de marcar una derrota en nuestra historia.

Por eso llevé el libro hasta 1929. En parte esto cambia la manera bajo la que entendemos los hechos. Me baso en la idea de Peter Burke en “Visto y no visto: el uso de la imagen como documento histórico”. Las fotos, como documentos visuales, también nos comentan los hechos. Pero hay que entender que estas tienen sus propias reglas y normas. Lo que ves en una fotografía del siglo XIX, en la que no has podido congelar el movimiento, es decir, tienes a gente posando, nos debe hacer recordar la ‘teatralidad’ de la guerra.

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