Aldo Miyashiro: “Algunos candidatos me van a odiar”
Aldo Miyashiro: “Algunos candidatos me van a odiar”
José Carlos Picón

Nos apertrechamos en la sala de espera de Panamericana Televisión. La avenida Arequipa se hacía insufrible a esa hora de la noche y lo veíamos a través de las inmensas mamparas de la locación. Esperábamos la llegada de , quien en dos horas iniciaría una emisión más de su programa “La batería”, no obstante, estábamos haciéndole la guardia para hablar de teatro. Pónganse serios. 

—¿Vuelves a la dramaturgia con “La sangre del presidente”?
Me siento agradecido por la invitación de Chela de Ferrari, quien me pidió que la escriba para que sea leída en Sala de Parto.

—Hace dos años publicaste con Estruendomudo “El club de la muerte”, que reúne tres piezas tuyas, uno de los libros de ficción más vendidos durante la Feria del Libro,como le pasó a “Un misterio, una pasión” en el 2009. Te sientes cómodo escribiendo.
Es lo que comencé a hacer, es mi chamba durante muchísimos años. Eso me generó las ganas de volver a escribir. El teatro es el mundo en que he vivido desde 1997 hasta el momento en que entré a la TV, que me apartó un poco de la escritura. 

—¿Aldo Miyashiro se desdobla? Como escritor eres poco concesivo, inconforme. Parece que ese rol se riñe con el de la televisión. 
Hay mucha gente, toda una generación, que no se imagina que escribo teatro. Y siempre he escrito lo que he querido (en teatro). Hay quienes me reclaman mucho que regrese a las tablas, hay personas que me agradecen que no vuelva. Me gusta el teatro porque disfruto ver en escena a mis amigos y trabajar con gente cercana. Hubo un espíritu tribal en aquel momento. Había una necesidad de gritar en colectivo, en grupo. Por ejemplo, Pietro Sibille era aún desconocido cuando hizo el papel de ‘Misterio’, que coincidió con “Días de Santiago”. 

—Ganaste un premio del Instituto Nacional de Cultura por “Función velorio” en el 2000, una propuesta bizarra, grotesca, una apuesta artística finalmente. ¿Qué pasó después de la TV?
Mis propuestas teatrales han hecho que el público se pare y salga de la sala tirando la puerta. “Los hijos de los perros no tienen padre” (2002), por ejemplo, es una obra que mi madre se negó a ver. Por otro lado, el estreno de “Misterio” fue una de las experiencias que jamás olvidaré. Fue esta obra la que hace bisagra con la TV y comienza mi distanciamiento. En algunos casos cubría espacios de lo que quería decir. Mantuve el elenco de la puesta en escena para “Misterio”. En el teatro confrontaba al público. En la televisión me olvidé de eso. 

—Tu dramaturgia es bien personal. ¿Haces terapia en ella?
En mi primer texto, “No amarás”, decía todo lo que me pasaba a esa edad, desde la pérdida temprana de mi padre. En “Función velorio” empiezo a abordar temas que me joden como la discriminación, el racismo, el país desmembrado, en la historia de un director sin talento que mata a sus protagonistas para obtenerlo. Desde ahí me puse un reto en cada obra, buscaba un lenguaje. Con “Misterio” el reto fue que se escuchara la calle al natural.  

—¿Qué vas a mostrar con “La sangre del presidente”?
Roberto Ángeles cuando la leyó dijo que era mi obra más convencional. Parece que fuera de otro dramaturgo, me dijo. Es la historia de un hombre que tiene talento para ser presidente de este país, y sondeo su intimidad. Trato de desentrañar el enigma de por qué cuando algo bueno va a suceder, todo se destruye y desangra. Juego al miedo que hay frente a la verdad, a lo dolorosa que resulta. Siento que algunos de los candidatos presidenciales me van a odiar por un par de monólogos que presenta el texto [ríe]. Es imposible no hacer referencias. Soy frontal en esta y en todas mis obras. Estamos acostumbrados a que nadie nos toque.

—¿Crees que la televisión ha influido en tu carrera de escritor?
Sin duda. La TV te banaliza, te pierde el respeto. No me voy a quejar, nadie me ha obligado a estar en TV. Aunque suene a cinismo, esta me paga las vacaciones, a veces lo disfruto, a veces no. Ojalá alguna vez pueda tener solo el tiempo para escribir. Yo escribo para mí, y lo hago cuando tengo algo que decir. Es a mí a quien tengo que sorprender. 

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