Luis Merino y Luis Álvarez como Carlo y Blondin en el estreno de 1969, en el TUSM. En 1994, Mónica Sánchez y Reynaldo Arenas retomaron los papeles. (Archivo Alonso Alegría)
Luis Merino y Luis Álvarez como Carlo y Blondin en el estreno de 1969, en el TUSM. En 1994, Mónica Sánchez y Reynaldo Arenas retomaron los papeles. (Archivo Alonso Alegría)

Cuando supo que el recuerdo de un hombre cruzando las cataratas del Niágara sobre un cable –y con una persona sentada en sus hombros– era un hecho real, el alma le volvió al cuerpo. La imagen le rondaba la mente desde los 15 años y, con el paso del tiempo, había desarrollado la necesidad de llevarla a las tablas; ahora, con la confirmación, ya era posible trabajar con ella. Si la hazaña hubiera sido invención de otro, Alonso Alegría habría desistido de su empresa.

Por azahares de la vida, Alonso Alegría nació en Santiago de Chile el 14 de julio de 1940. A los nueve meses llegaría a Lima. (FOTO: ANTHONY NIÑO DE GUZMÁN)
Por azahares de la vida, Alonso Alegría nació en Santiago de Chile el 14 de julio de 1940. A los nueve meses llegaría a Lima. (FOTO: ANTHONY NIÑO DE GUZMÁN)

Fue su hermano mayor, dueño de una “memoria de elefante”, quien lo ayudó con el dato. Bastó que Alegría le expresara su interrogante y este no tardó en responder con contundencia: “El funambulista era Charles Blondin, el Gran Blondin”. Para que no quedaran dudas, se dirigieron a la más confiable fuente de información de finales de 1968: la Enciclopedia Británica que guardaban en la casa. ¡Eureka! La proeza databa de 1859.

Al día siguiente, Alegría anotó en un papel algunas imágenes que tenía en la cabeza –entre ellas, la escena final que no era más que la gesta misma–. Pronto la descartó, y lo tiró en su tacho de basura. Lo escrito no parecía ser lo suficientemente bueno. Tras unos pocos días, sin embargo, recuperó el papel que permanecía en el cesto, lo leyó y las ideas no le parecieron tan descabelladas. Tomó una hoja nueva y empezó a retratar a Blondin sentado al borde de su cama, a dibujar el sonido de alguien tocando la puerta y a Carlo entrando al cuarto decidido a hablar con el maestro. La redacción fluyó. “El cruce sobre el Niágara” tomó forma.

Capachún. En julio de 1859, Charles Blondin ( 1824-1897 ) cruzó los más de 335 metros que separan las dos riberas del río Niágara con su manager, Harry Colcord, cargado en su espalda. (Foto: Getty)
Capachún. En julio de 1859, Charles Blondin ( 1824-1897 ) cruzó los más de 335 metros que separan las dos riberas del río Niágara con su manager, Harry Colcord, cargado en su espalda. (Foto: Getty)

—Apuros navideños—
“El cruce sobre el Niágara”
responde, además de a una necesidad creativa, también a otra más mundana. Ahora que se cumplen 50 años de su estreno, Alonso Alegría recuerda que otra de las motivaciones para sacarla adelante fue la proximidad de la Navidad: necesitaba dinero para ocuparse de las responsabilidades que traen consigo las festividades y, precisamente, el Teatro de la Universidad San Marcos estaba por cerrar las inscripciones de su concurso de dramaturgia. El plazo estaba por vencer; casi US$200 estaban en juego. Los ganó.
Después, a inicios 1969, llegaría el Premio Casa de las Américas, que en su edición anterior había ganado en la categoría poesía, mientras que Alfredo Bryce había obtenido una mención honrosa en el concurso de cuento. Esta victoria lo consolidaría como uno de los dramaturgos peruanos más importantes del siglo XX. Se recuerdan las palabras de la novelista chilena Isidora Aguirre, una de los jurados del certamen: “Cada uno, en su medida, se sintió tocado por esta obra. Las había más complejas y ambiciosas, de estilo, técnica y tema más avanzado o comprometido, pero ninguna consiguió borrar el deslumbramiento inicial causado por ‘El cruce sobre el Niágara’”.

Desde entonces, la obra ha sido motivo de tesis y artículos. Interesante es la columna escrita por José Miguel Oviedo para este Diario en junio de 1969. Titulada “Alonso Alegría: una parábola de lo imposible”, allí el periodista señala: “[El autor] debe estar satisfecho de haber escrito, a su edad [28 años], una pieza que deja tantas expectativas sobre su producción futura”.

—Revisitar el clásico—
La obra que encumbró a Alegría se estrenó mundialmente el 23 de mayo de 1969 en el Teatro de la Universidad de San Marcos, con el fundamental Luis Álvarez y un joven Luis Merino, quienes la protagonizaron de jueves a domingo, en una temporada que duró cien funciones. Luego, en 1971, llegaría su estreno europeo en la ciudad alemana de Bonn, y, diez años después, en Estados Unidos, con un montaje en el teatro Folger de Washington DC. Desde entonces, la obra se ha presentado en más de 50 países.

a
a

¿Cuál fue la razón de su éxito? Además, de las facilidades que da el montaje (son solo dos personajes y escenográficamente no es complicada), Alegría anota que la coyuntura política del momento también tuvo que ver. “No porque la obra fuera política, sino porque obtuvo un premio en Cuba en el 69 y eso le dio permiso para ser montada sin ninguna dificultad en ciertos países –señala el autor–. Qué censor se iba a atrever a ir en contra de lo aprobado por Fidel”.

—Sacarse el clavo—
La relación que se muestra en “El cruce sobre el Niágara” –la de Carlo, un joven que convence al maestro del funambulismo, Blondin, a hacer una maniobra impensada– ha dado pie a muchas interpretaciones. Con la distancia de los años, Alegría sentencia: “La obra habla sobre la posibilidad de que dos extraños se complementen al punto de que puedan iniciar y culminar una aventura juntos. ¿Cómo así es posible que, en determinadas circunstancias, dos personas lleguen a ser una?”.

Los personajes, confiesa Alegría, están inspirados en él mismo y en Joseph Papp, fundador del Public Theater de Nueva York y uno de los maestros que tuvo mientras estudió en Yale. “La relación entre Carlo y Blondin es la misma que cultivamos Joe y yo –agrega–. Él era el profesor y yo, su asistente de cátedra. Él fue mi maestro, no el único, pero sí con quien fuimos amigos. En la obra yo me di el gusto de decirle lo que en la realidad no me atrevía, y él me dijo cosas que no me dijo en la realidad, pero que, quizás, no sé, hubiera querido decir. ¿Si alguna vez le comenté de dónde habían salido los personajes? No. Nunca me atreví”.

DATOS
-La obra de Alegría muestra al joven Carlo convencer al Gran Blondin de cruzar el Niágara cargándolo y de romper los límites de la física.
​-El último gran montaje de la obra fue en el 2003. Entonces, Roberto Ángeles dirigió a y Óscar Beltrán en el C.C. PUCP.

Contenido sugerido

Contenido GEC