Marcelo Leonart representa un teatro chileno siempre contestatario. (Foto: USI)
Marcelo Leonart representa un teatro chileno siempre contestatario. (Foto: USI)
Enrique Planas

En el comedor de un hotel miraflorino, con el televisor encendido, minutos antes de que empiece el sorteo del Mundial de Rusia 2018. El autor chileno está de espaldas a la pantalla. La situación es incómoda, hasta cruel. Pero el dramaturgo Marcelo Leonart (Santiago, 1970), invitado a la , no se hace dramas. “Chile se suicidó en las Eliminatorias, firmó su acta dedefunción por dejadez, por autosuficiencia”, admite. “El creerse el cuento de que somos los campeones de América es parte de la maldición”.

—¿Ser dramaturgo te ayuda a entender el sino trágico del futbolista chileno?

A mí lo que me interesa del deporte es lo que tiene de literatura. Cuando uno ve el fútbol, lo que uno espera es la épica literaria para que sea emocionante. El momento más fantástico que he vivido viendo un partido de fútbol fue cuando Zidane le pega el cabezazo a Marco Materazzi en la final del Mundial Alemania2006. Eso es literatura. La eliminación de Chile en el Mundial no tuvo nada de literatura, no tuvo nada de épica. No se perdió luchando.

—En Chile, eres parte de una generación de autores teatrales con un abierto discurso político. ¿Cómo así el teatro chileno mantiene intacta su tradicional militancia?

Es curioso, el teatro con una visión política probablemente es una de las vertientes más poderosas dentro de la escena chilena. Que no significa necesariamente meterse en la contingencia.

—¿Cómo se evita que el teatro político caiga en lo panfletario?

En la última obra que escribí y dirigí, tomamos partido por la causa mapuche. Un tema álgido en Chile. Y un antiguo hombre de teatro me dijo: “Ustedes dicen claramente su opinión. Deberían dejarle al espectador que saque sus conclusiones”. A ver: ¿en “Edipo Rey”, Sófocles nos deja formar nuestra propia opinión sobre lo que hizo Edipo o nos da su opinión sacándole los ojos? ¿En las “Brujas de Salem”, Arthur Miller nos deja como tarea para la casa pensar si los sentenciados serán brujos? ¿Será correcto o no que los cuelguen por brujería? No. Miller toma una opción. Dice: John Proctor es un hombre íntegro, que no está dispuesto a vender su conciencia aunque
muera por ello. Los otros son unos fanáticos religiosos asesinos. Así de claro y binario. No digo que tenga que ser necesariamente así, pero el teatro que tiene una postura política es una constante.

—¿Cómo encuentra el teatro político mayor espacio y proyección en la cartelera chilena?

En Chile, desde principios del siglo XX siempre existió ese espacio. Siempre el teatro tuvo una profunda raigambre social. En los años 50 y 60, el teatro universitario era muy comprometido. Luego, cuando llega la dictadura, el teatro fue un espacio de resistencia. El grupo Ictus, por ejemplo, desde su salita del teatro La Comedia. Recuerdo
que tenías que dejar el carnet de identificación en la entrada, por si llegaban los carabineros y había que salir a buscarte en la detención. Y en los 90, ya en democracia, es un teatro que se sigue haciendo
y que empieza a contar con el apoyo del Estado, del Fondart [Fondos de Cultura Concursables de Chile], lo que no deja de ser curioso.

—¿Crees que la política cultural que estimula cierto tipo de teatro no termina sesgando la producción?

Sí y no. De hecho, soy muy crítico del Fondart, pero en países como los nuestros necesitas contar con apoyo para construir una identidad.

—¿Cuáles crees que son los temas más incómodos para tocar en tu proyecto teatral?

En este momento, trabajando con mi esposa [Nona Fernández, actriz y escritora] de alguna manera estamos saliendo del eterno tema de las huellas de la dictadura. Hemos pasado de hablar de “los malos”, a cómo la transición chilena sacrificó muchas cosas para mantener el modelo. Como la transición desilusionó a todos los que esperábamos algo distinto. Y ahora estamos en una etapa en que buscamos hablar
de cosas que no tengan que ver con la dictadura. No es que lo pensemos tanto, nos sale así.

—¿Por ejemplo?

Luego de escribir sobre los mapuches, sobre los abusos de los invasores de sus tierras, estoy pensando en una obra sobre el dinero y su poder. Cómo en Chile lo que manda es la plata. Esos temas me preocupan.

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