Es fácil tener fe cuando todo va bien, dice la hermana Carmen Reyes desde Cebú, la segunda isla más importante de Filipinas. El país que ha sido brutalmente golpeado por un terremoto de 7,2 grados en la escala de Richter y uno de los tifones más destructivos de la historia en menos de un mes, y que, sin embargo, mantiene sus esperanzas inquebrantables.

Esto sucede gracias a personas como las hermanas Carmen Reyes, Keyla Basurto y Daniela Ruiz; tres valerosas peruanas de Trujillo, Lima y Lamas respectivamente, que junto con dos hermanas filipinas, ayudan al país insular a recobrar la fe en medio de la tragedia. Una muestra de ello es lo sucedido este último fin de semana, cuando las religiosas acudieron a las localidades de Medellin, San Remigio y Bantayan en el norte de Cebú, a cinco horas del lugar donde ellas viven, y que también padecieron las consecuencias del paso del monstruoso tifón Yolanda (Haiyan).

En el camino encontramos cultivos destruidos, árboles arrancados desde las raíces y desplazados por todas partes, casas totalmente derrumbadas o sin techos, aplastadas por los árboles o postes de luz, describe Carmen Reyes Pero lo más doloroso era ver cómo cientos de personas, luego de caminar varios kilómetros, llegaban al borde de las carreteras en busca de agua, comida o algún tipo de ayuda, continúa.

TIERRAS DEVASTADAS Los pobladores de estas zonas que se dedican fundamentalmente a la pesca y el cultivo de tierras. Tras el tifón, el desamparo ha sido general. Además de no tener electricidad ni agua, han perdido sus embarcaciones y sus cultivos han quedaron destruidos. Otra escena que se ha vuelto típica todos los días en esta parte del planeta es la de varias personas que esperan, a la orilla de la playa, que el mar les devuelva calaminas o diferentes materiales para ser reutilizados y así poder protegerse del sol y de la lluvia o poder reparar temporalmente sus viviendas.

En diálogo con elcomercio.pe la hermana Carmen recuerda que llegaron a Medellin antes que el camión de víveres, para convocar a las personas y preparar la distribución de los alimentos. Junto con un grupo de voluntarios y varios miembros del Movimiento de Vida Cristiana, las hermanas realizaron catequesis con los adultos, jóvenes y niños, distribuyeron alimentos, además de cientos de rosarios y estampitas.

“Pudimos conversar con ellos, escuchar sus historias, consolarlos y confortarlos, recibían con mucha alegría la ayuda y estaban muy agradecidos porque sabían que Dios no los había abandonado.

Filipinas es un pueblo en su gran mayoría católico. Según estadísticas, el 80% se considera así. Esto es visible por la esperanza con la que están enfrentando estos momentos de dificultad y por la solidaridad que se vive entre ellos, explican las hermanas. En ningún momento escuchamos que se quejaran ante la tragedia, sino que más bien nos daban una lección de fe y esperanza a todos los que fuimos.

La experiencia de este fin de semana ha sido gratificante: ver al pueblo filipino rezando con voz firme y convencidos que Dios los va escuchar fue algo impresionante y muy conmovedor, comenta la hermana Carmen.

HISTORIAS Hoy las peruanas se encuentran acompañando a cientos de habitantes de Tacloban que han sido trasladados a lugares de refugios temporales en Cebú. Las historias abundan.

El señor Rogelio Himongala, de 50 años, tiene a dos de sus tres hijos desaparecidos, llegó a Cebú en una embarcación de la marina, y nos cuenta que trató de refugiarse durante el tifón en una zona alta y alejada del mar; sin embargo, en este mismo lugar tuvieron que romper el techo debido a la inundación para salvar sus vidas. Otra señora Crecencia Uy, es consolada por una de las hermanas ya que ha perdido a uno sus hijos, quien murió junto a toda su familia.

Las cifras que ha dejado Haiyan en Filipinas son desgarradoras. A la fecha, el gobierno indica que 4011 personas han sido reportadas fallecidas aunque se cree que puede llegar la cifra a 10 000 18 557 damnificados, 1602 están desaparecidos y 10,3 millones de personas han quedado afectadas.

Las hermanas pertenecen a las Siervas del Plan de Dios en la Arquidiócesis de Lima, el 15 de agosto de 1998. Llegaron a Filipinas hace 10 años, a la ciudad de Cebú, para ser exactos. Desde entonces, ayudan al pueblo filipino llevándoles fe y atendiendo de manera especial a las personas frágiles, enfermas y pobres, y a todos aquellos hermanos y hermanas que sufren, a través de un servicio evangelizador y solidario. Desde el Perú han abierto cuentas bancarias para apoyar las obras de ayuda que realizan en Flipinas que puedes ver aquí.