Cientos de seguidores de los Hermanos Musulmanes de Egipto atacaron un edificio del Gobierno en El Cairo y prendieron fuego en la entrada, pese a la represión contra el movimiento de parte de las fuerzas de seguridad, reportaron la televisión estatal y testigos.

Más de 500 personas murieron el miércoles en episodios de violencia que comenzaron cuando las fuerzas de seguridad desmantelaron campamentos de protesta de los Hermanos Musulmanes en la capital egipcia.

El Cairo y otras ciudades afectadas habían estado tranquilas durante la noche, después de que ayer el Gobierno instalado por el Ejército declaró un estado de emergencia de un mes e impuso un toque de queda desde el atardecer al amanecer de en la capital y otras 10 provincias.

EXTIENDEN DETENCIÓN DE MURSI Las autoridades judiciales egipcias extendieron la detención de Mursi por 30 días más, reportó la agencia de noticias estatal. El ex mandatario está detenido en una ubicación no revelada por acusaciones de asesinato y espionaje.

El siguiente potencial detonante llegaría el jueves más tarde, después de que el movimiento Hermanos Musulmanes de Mursi convocó a marchas en la capital para protestar por las muertes.

Cientos de seguidores de los Hermanos Musulmanes marchaban el jueves en Alejandría, la segunda mayor ciudad del país, para protestar por la violencia.

Volveremos por el bien de nuestros mártires, cantaban los manifestantes. Muchos sostenían fotos de su líder Mursi.

Sus seguidores islámicos se enfrentaron con la policía y los soldados que usaron buldóceres, gases lacrimógenos y balas el miércoles para desmantelar dos campamentos de protesta que se habían convertido en un bastión de resistencia de los Hermanos Musulmanes frente a los militares.

MÁS DE 500 MUERTOS Los enfrentamientos se extendieron rápidamente y un funcionario del Ministerio de Salud dijo el jueves que 525 personas habían muerto y había más de 3.500 heridos en El Cairo, Alejandría y otras ciudades y pueblos del país de mayoría musulmana y con 84 millones de habitantes.

Esta fue la tercera matanza masiva de manifestantes islamistas desde que Mursi fue derrocado hace seis semanas, pero la escala del baño de sangre del miércoles tomó a muchos por sorpresa y subrayó que los militares estaban decididos a reforzar su control sobre el país.