Es inusual que el presidente de Estados Unidos opine sobre un fallo de la justicia, y más raro aún si no se trata de uno de la justicia federal, pero los comentarios de Barack Obama tras la absolución de George Zimmerman por la muerte del joven negro Trayvon Martin indican cómo el caso tocó puntos sensibles del tejido social estadounidense.

Un tribunal de Sanford, en Florida, determinó el sábado que no había evidencias suficientes que contradijeran el argumento de defensa propia esgrimido por Zimmerman para justificar que disparara y matara a Martin en febrero de 2012, cuando lo interceptó mientras caminaba por su vecindario, rumbo a la casa de la novia de su padre.

Aunque la fiscalía aseguró que el caso no era sobre la supuesta discriminación que Zimmerman un vigilante vecinal voluntario habría aplicado al adolescente negro de 17 años, el fallo ha generado indignación entre grupos de defensa de los derechos civiles, que piden ahora que se abra un caso federal por crimen con motivaciones raciales.

Obama, siempre cuidadoso a la hora de involucrarse en discusiones sobre raza y discriminación, reaccionó mediante un comunicado lamentando la tragedia de la muerte de Martin pero pidiendo calma y respeto a la decisión alcanzada por el tribunal.

Zimmerman puede no tener ya asuntos pendientes con la justicia –al menos no con la local, como le dijo la jueza al final del juicio- pero otros asuntos vinculados al proceso quedaron pendientes para el resto del país, desde discriminación racial hasta el control de armas.

PERFILES RACIALES El caso de Trayvon Martin se convirtió en un nuevo escenario para el siempre complejo debate racial y el tratamiento que reciben las minorías en el sistema de justicia estadounidense.

Cuando en 2012 se supo del caso, el presidente Obama tuvo una también inusual intervención, al decir que de haber tenido un hijo varón se parecería a Trayvon.

La negritud de Martin fue para muchos el catalizador de la cadena de eventos que terminaron en su muerte, pues a Zimmerman le habría parecido sospechoso que un adolescente negro, usando una capucha –prenda que algunos vinculan con conductas delictivas entre jóvenes- caminara por un vecindario de clase media mayoritariamente blanco.

Además, el que el departamento de policía local no arrestara preventivamente a Zimmerman y que su aprehensión se produjera al cabo de seis semanas de creciente presión por parte de la opinión pública, ayudó a completar el argumento de quienes blandían la carta racial.

Al final, el jurado del caso estuvo integrado por seis mujeres, cinco de ellas de tez blanca como las describieron algunos medios locales.

Quienes piden al Departamento de Justicia que presente cargos contra el recién exculpado consideran que todos esos elementos convierten al de Martin en un crimen racial, un asunto de derechos civiles.

Los abogados de Zimmerman, quien es de raza mixta –madre hispana y padre blanco anglosajón- negaron que el color de piel del fallecido fuera relevante en el proceso y de hecho no promovieron el origen peruano materno de su cliente para evitar hacerlo pasar como miembro de una minoría.

SIN CONTROLES Aunque el factor racial terminó dominando el debate en torno al caso, al principio la muerte de Martin también tuvo el mismo efecto que suelen tener las frecuentes masacres que suceden en EE.UU., generando una discusión en torno a la incidencia de la amplia disponibilidad de armas en la violencia que sufre el país.

En su comunicado del domingo, Obama llamó a los estadounidenses a preguntarse si estamos haciendo todo lo posible para contener la ola de violencia con las armas que diariamente cobran demasiadas vidas en todo este país.

Grupos que abogan por un mayor control de las armas aseguran que las leyes que le garantizan el acceso al ciudadano común facilitan esas grandes masacres y desenlaces como la muerte de Martin, porque consideran que si Zimmerman no hubiera estado armado, el incidente podría haberse limitado a una pelea callejera.

Pero sean terribles matanzas o casos individuales, el debate no pasa del intenso pugilato retórico con quienes defienden vehementemente la, para ellos sacrosanta, segunda enmienda de la Constitución y como resultado el Congreso no logra acuerdos para limitar la compra y venta de armas.

Ni siquiera después del asesinato de 26 personas, 20 de ellos niños, en una escuela en Connecticut en diciembre de 2012 que desató una ola de indignación nacional el Congreso pudo aprobar una propuesta que buscaba establecer mejores chequeos de antecedentes a quienes compran armas. Tampoco consideró otra para limitar la venta de fusiles de asalto.

ALTO O DISPARO Otro tema polémico que resaltó el caso Martin-Zimmerman es el ejercicio de la violencia en defensa propia y las para algunos permisivas leyes que justifican su uso en algunos estados.

La defensa propia es una noción universalmente aceptada que en el caso de Florida está reforzada por la ley conocida como Stand Your Ground (mantente en tu sitio o alto o disparo) que justifica que una persona ataque a otra si la percibe como agresora, incluso sin necesidad de emitir una advertencia previa.

Con el alto o disparo la persona puede usar fuerza letal contra quien le amenaza, incluso cuando quien se defiende no está en su casa y tiene posibilidades de escapar a la amenaza.

Aunque los abogados no invocaron el concepto durante el juicio, el alto o disparo amparó a Zimmerman y evitó que la policía lo arrestara cuando lo encontró al lado del cuerpo de Martin en el lugar del crimen.

Los críticos aseguran que este tipo de leyes fomenta conductas agresivas y que si no existieran, muchas personas proclives a solucionar problemas de manera violenta, tratarían de evitar engancharse en situaciones potencialmente riesgosas.

Esos aspectos quedaron reactivados con el caso, pero como suele suceder no reciben una solución globalmente satisfactoria para todos en el corto tiempo que dura un juicio.

Como consecuencia, esa frustración y esos debates resurgirán con seguridad en el próximo caso de alto nivel que roce las sensibles heridas que siguen a flor de piel.